El “abandono” y la “eficiencia” en la BUAP
- Guadalupe Grajales
De acuerdo con los datos y las propuestas hechos en 100 Pasos para la Transformación por parte de la coalición ganadora Morena/PT/Partido Verde, la cobertura (bruta) de la educación superior para 2023 era de 42.10% y la meta es alcanzar el 55% para 2030.
Como ya lo hemos señalado, en 2022 el porcentaje de ingreso en las licenciaturas de la BUAP fue del 34.18%, ocho puntos porcentuales por debajo de la media nacional. Aunque no se ha publicado el Anuario Estadístico 2023-2024, ya vimos que la matrícula no ha variado sustancialmente.
La pregunta relevante es pues, ¿qué hacer para que la BUAP no sólo alcance la media nacional sino el porcentaje propuesto para 2030?, ¿cómo incrementar su matrícula en 21 puntos porcentuales?
Es un hecho que la BUAP enfrenta un enorme reto.
Ahora bien, esta es la posición que ocupa la BUAP con respecto a la cobertura media nacional, pero ¿qué sucede con el porcentaje de egreso y, concomitantemente, con la tasa de abandono o deserción? Nos referiremos a esta tasa como la obtenida a partir del número de estudiantes que ingresa contra el número de los que egresa. En cuanto a la llamada ‘tasa de eficiencia terminal’ es la que se obtiene del número de estudiantes que se gradúa o titula contra el número de estudiantes que ingresa.
Según los datos suministrados por 100 Pasos para la Transformación, bajo el rubro de “Abandono educación superior” para el año de 2023 éste es de 8.10%, incluidas tanto la educación pública como la privada. Hay que señalar que las causas del abandono o deserción escolar pueden ser muchas: situación económica precaria, reglamentos universitarios inflexibles o punitivos, enfermedades, falta de correspondencia entre la carrera elegida y las expectativas del estudiante, etc.
Consultando los Anuarios Estadísticos de la BUAP correspondientes a las últimas cinco generaciones que ingresaron y egresaron del nivel licenciatura resultan los siguientes datos:
Generación 2014-2015/2018-2019
Nuevo ingreso 13,481; Egresados 6,208 (46%); Titulados 2,977 (22.1%); Abandono 54%
Generación 2015-2016/2019-2020
Nuevo ingreso 14,260; Egresados 4,930 (34.6%); Titulados 4,447 (31.2%); Abandono 65.4%
(A esta generación le tocó la pandemia en su último semestre).
Generación 2016-2017/2020-2021:
Nuevo ingreso 14,767; Egresados 8,096 (54.8%); Titulados 5,670 (38.4%); Abandono 45.2%
(A esta generación le tocaron tres semestres de clases virtuales debido a la pandemia).
Generación 2017-2018/2021-2022:
Nuevo ingreso 17,127; Egresados 8,987 (52.5%); Titulados 7,384 (43%); Abandono 47.5%
(A esta generación le tocaron al menos 4 semestres de clases virtuales).
Generación 2018-2019/2022-2023
Nuevo ingreso 16,785; Egresados 8,958 (53.4%); Titulados 8,109 (48.3%); Abandono 46.6%
(A esta generación le tocaron al menos 4 semestres de clases virtuales).
El dato más impactante es el de la generación a la que le tocó la pandemia en su último semestre, el primero de 2020 pues ésta se declaró el 20 de marzo de ese año. El abandono se elevó al 65.4%. De 100 alumnos sólo se quedaron 35. Sin embargo, la menor eficiencia terminal no se dio en ese año, que fue de 31.2%, sino en el año anterior, 22.1%.
Llama la atención que la única generación que no estuvo sujeta a la emergencia sanitaria tuvo la más baja eficiencia terminal y un abandono sólo inferior al del año en que se inició la pandemia, pues fue del 54%. Contrastado con la última generación registrada, la disminución es de 7.4 puntos porcentuales. Habría que indagar cuáles han sido las causas de esta disminución.
Sin embargo, que de 100 alumnos que ingresan sólo concluyan 46 o 47 es algo que nos tiene que hacer reflexionar sobre lo adecuado del modelo implantado en la universidad. Hay una gran diferencia entre el 8.10% nacional y el 46.6% local.
El asunto de la cobertura de la educación superior tiene que ver con políticas nacionales que son determinantes para algunos factores como la situación económica tanto de estudiantes como de docentes, pero la organización académica y administrativa es un asunto totalmente interno, dado que nuestra universidad es autónoma.
Por esta razón, buena parte de la responsabilidad del porcentaje de retención de nuestros alumnos recae en la propia universidad. ¿Qué hacer por parte de la organización académica, como es el diseño de los planes de estudios y de los programas, para que todos los estudiantes que ingresan culminen con sus estudios? ¿Qué hacer para que el examen de admisión no excluya al 65.8% de los aspirantes? ¿Qué hacer para que los reglamentos universitarios no sean punitivos a tal grado que expulsen a sus propios alumnos?
Como respuesta a lo primero habría que decir que estamos alargando el nivel medio superior con un primer y segundo semestres que prácticamente todas las carreras tienen con un conjunto de materias generales o de área, lo que impide que el alumno entre de lleno a estudiar la disciplina o carrera que eligió. Es muy probable que este primer año no responda a las expectativas del estudiante precisamente por la generalidad de las temáticas que abordan las materias de estudios generales. Cuando en los años ochenta se añadió un tercer año a la enseñanza media superior, se hizo con la idea de que éste fuera propedéutico, esto es, de introducción a las distintas áreas de estudio en que se organiza el nivel superior. Y esto no ha cambiado.
Como respuesta a la segunda pregunta podríamos pensar en un curso propedéutico previo al examen de admisión, aparentemente necesario mientras no se tenga la cobertura indispensable para la demanda educativa del nivel superior. Este curso definido por las respectivas academias de las distintas licenciaturas versaría no sólo sobre el objeto de estudio de la disciplina o disciplinas en cuestión, sino que prepararía al aspirante para presentar un examen en una situación más cercana a una igualdad de oportunidades. No podemos borrar con un solo curso las desigualdades, de todo tipo, prevalecientes entre quienes presentan el examen, pero al menos se haría un esfuerzo por ofrecer a todos los aspirantes el mismo material del cual se derivará el examen de admisión.
Esto es lo que se ha hecho en muchos posgrados desde que fueron creados y los resultados han sido muy positivos para garantizar la calidad del posgrado y la oportunidad de cursarlo.
Como respuesta a la tercera pregunta habría que eliminar al menos la figura punitiva de la “baja académica” de todos los reglamentos que norman la permanencia de los estudiantes en todos los niveles y en todas las modalidades.
¿No les parece a ustedes de la mayor importancia realizar de inmediato este análisis de los planes y programas de estudios, la elaboración de un curso propedéutico por parte de las distintas academias de las licenciaturas de la BUAP, y la modificación de los reglamentos estudiantiles?
Opinion para Interiores:
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Licenciada en Filosofía por la UAP con Maestría en Filosofía (UNAM) y Maestría en Ciencias del Lenguaje (UAP). Candidata a doctora en Filosofía (UNAM). Ha sido coordinadora del Colegio de Filosofía y el posgrado en Ciencias del Lenguaje (BUAP), donde se desempeña como docente. Es la primera mujer en asumir la Secretaría General de la BUAP.