Una agandalle soberano nivel olímpico tiene el gobierno actual de México, respecto al mega ultra criminal fraude electoral de Nicolás Maduro en Venezuela. El gobierno chavista sabía que perderían, pero lo que no calcularon fue la dimensión, la cual hoy rebasa por mucho, los cuentos populistas que a base de repetición buscan legitimar los golpistas constitucionales de Chávez.

Corina Machado y Edmundo González son hoy la llama viva de la esperanza democrática, anclada en la necesidad de un urgente cambio de rumbo en el país sudamericano. Se puede ver en estos días al balbuceante dictador tratando de culpar a la virtualidad de las redes el producto y razón de la debacle, atribuyéndola a Elon Musk y su red X, como si el hambre y la miseria en Venezuela fueran producto de la imaginación.

Sin embargo, esta mentira se ve contrariada por los gobiernos de izquierda democrática que insisten, -con razón histórica y justificación económica-, en el reconocimiento de la voluntad democrática, para frenar paralelamente tanto el desfonde económico que sufre Venezuela, alcanzando ya los más de 8 millones de ciudadanos desplazados principalmente hacia los países vecinos y Estados Unidos, así como el deterioro social exportado por este régimen.

La cantidad de migración es temible, a la vista de que representa casi el 30 por ciento de la población total del país. De ese tamaño la tragedia, así como las implicaciones en el desprestigio de los esfuerzos internacionales de una izquierda racional y de libertad.

Los únicos países que no se han sumado a esta exigencia son por supuesto Colombia, Cuba, Nicaragua y... ¡México! Con un AMLO-presidente que pide confianza a un órgano electoral venezolano (CNE) - cooptado por su cuatacho Maduro-, pero que le negó al de su propia patria (INE) hasta que lo tuvo igual, en sus manos y conveniencia política.

Sobran decir razones por la que, el gobierno cuatrotero sigue apoyando a una dictadura izquierdista-comunista, pero baste decir dos para sumar al análisis: el quedarse cada vez más aislado Internacionalmente y, sin duda, perder las referencias de sus propias "prácticas" que hoy ayudan a convalidar las huestes maduristas.

No hay que regatear. Los latinoamericanos debemos dar toda nuestra solidaridad democrática para los panas venezolanos, que hoy se la juegan por ellos y por todos.

Cada país que recupera su libertad, es un ángulo más en la construcción democrática, y por ende, en la esperanza de que nuestro México no caiga en esa misma zanja.

 Kamala de oro

Para tristeza de muchos ciudadanos norteamericanos, Kamala Harris representa, sin duda, una alternativa más generosa para el resto de los países del mundo. Por más difícil que resulte tratar de empatar la ideología Woke, qué arrastra esta candidata, con sus intenciones internacionales, lamentablemente parece ser mejor para el mundo y su paz la izquierda demócrata de ese país.

Más allá de las simplicidades presentadas durante la apertura olímpica respecto a la inclusión, cosa que ha sido severamente cuestionada, urge que Kamala se mueva más a un centro en el ánimo de consolidar su avance respecto a Trump.

La unidad en Estados Unidos no va a suceder dentro de los límites que se han propuesto ambos candidatos, rayando en los extremos, sino en la capacidad de ponerse en un lugar en donde la mayoría de las personas puedan y quieran sentirse representadas. Las esperanzas de que el Donald Trump lo hiciera a raíz del atentado se esfumaron, a la velocidad de la denominación de su compañero de fórmula Vance, un cuate que cansa formidablemente por su radicalismo.

El mundo ve en tensión a los vecinos del norte, esperando que, en su logro de alcanzar sensatez, por falla o drama, no se lleven al mundo entero entre sus piernitas.

Estamos a meses de saber el resultado, pero, hasta el día de hoy, es de pronóstico reservado.

Que los hermanos norteamericanos nunca olviden que un catarro para ellos, es un Covid para el resto del mundo.

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