De democracias parricidas y excomandantes

  • Moroni Pineda
El poder de una presidencia es tal, que puede llegar a dañar la libertad del pueblo

Cuando matas aquello que te creó se le llama parricidio, y es exactamente lo que está sucediendo en nuestro México mágico en estos días. Los que llegaron al poder mediante las instituciones del Estado Mexicano, hoy las buscan destruir con ese mismo poder. Tan mal está el asunto, que un célebre excomandante, ya se pronunció.

En la evolución democrática, se han tenido numerosas lecciones que hoy las naciones buscan asimilar, adaptándolas a sus circunstancias y nociones propias. Una de estos valiosos aprendizajes es el hecho de que, el poder de una presidencia es tal, que puede llegar a dañar la libertad del pueblo y conducirlo de nuevo a las cadenas de los reinados y del autoritarismo. Es por este motivo que, en diversas latitudes y circunstancias, los demócratas de corazón han impulsado los llamados check and balance, es decir, instituciones y organismos que den equilibrio al omnímodo poder presidencial y, en muchas otras circunstancias, al propio legislativo, sujeto muchas veces a este. Por así decirlo, es una suerte de auto regulación iluminada.

Es en este contexto, que surgen los organismos autónomos, siendo el más famoso de ellos por su impacto en nuestra vida diaria el llamado Banco de México. Este banco posee la atribución constitucional de, bajo una independencia y autonomía, tomar decisiones, permitiéndole a nuestra economía a mantener un crecimiento estable sin importar los intereses, tiempos y vaivenes de los políticos. Es gracias a la creación de este órgano constitucional que hoy México goza de paz financiera, dejando atrás los años en el que el Presidente de la República decidía cuándo imprimir más dinero o, en casos extremos, el tipo de cambio como sucedió visiblemente en el 94. La hiperinflación y los tipos de cambio exorbitantes son ahora, por lo menos en este momento, cosa del pasado, pero no es gracias a un presidente en turno, que siempre han buscado capitalizarlo a su favor, sino a la demanda hecha ley de una sociedad harta del vaivén político en función de los intereses de unos cuantos.

El actual gobierno cuyos integrantes, incluido López Obrador, apoyaron estas reformas para dar autonomía a organismos clave involucrados en telecomunicaciones, transparencia, energía y, sobre todo, la aplicación de la ley en el ámbito judicial federal, son ahora los verdugos de los mismos. ¿La razón? Para concentrar nuevamente el poder político y eliminar, en favor de ellos, cualquier check and balance, en detrimento sin duda del pueblo. Han empezado con los organismos más soft, por decirlo así, pero sin duda, la gran cereza del pastel es el Banco de México y hacia allá nos encaminamos. Cuando hablamos de no ser como Venezuela es exactamente eso, el peligro latente de un camino de desgracia ya recorrido por otros. Estamos a nada de que el partidazo Morena y aliados, regresen nuevamente las funciones del banco central a la Secretaría de Hacienda. Por eso urge destruir la autonomía del Poder Judicial, para evitar la cascada de amparos que vendrían por esto.

No es casual la declaración del subcomandante Marcos, que ahora se denomina capitán, al describir a Andrés Manuel con los peores adjetivos que se pueden dar, refiriéndolos a lo más degradante de cada Presidente de la República de los últimos sesenta años. Los zapatistas y su causa, así como los 43 de Ayotzinapa, les dieron a los de la actual mafia en el poder, los argumentos y narrativas para conquistar a México, pero son los mismos a los que hoy, curiosamente les escupen y desconocen, hasta el punto de llamarlos con su peor adjetivo construido, neoliberales.  Marcos y sus zapatistas no gozan de los enormes privilegios que sí benefician a la burocracia dorada del lopezobradorismo, pero sin importar eso, el discurso y la mañanera presidencial protege a los suyos, por un principio básico que no es el de la libertad, sino el de la complicidad.

Destruir el Estado mexicano es destruir a México. Así nomás.

Kamala arriba, Trump abajo

Se percibe y palpa, Kamala Harris va para arriba. La frescura e irrupción que benefició a Donald Trump hace casi diez años parece ya no estar más ahí, para estarse transfiriendo a la candidata demócrata. La súplica que hacen el combo Trump-Vance, disfrazada de ataques, para que la Vicepresidente aparezca frente a cámaras y salga a dar la cara, es un síntoma de lo que perciben que está por venir. Un día me lo dijo un experto, quien pide debate es quien va abajo.

Trump se sabe con un pie en la cárcel y, sin duda, sus enemigos políticos no se cansarán hasta verlo tras las rejas. Razones y ocasiones no les faltan, solo queda pendiente en la ecuación tener nuevamente el poder y la narrativa nacional. Con eso, Trump tiene por delante un futuro gris y a rayas.

Trump seguirá siendo el centro de un movimiento, pero, perdida la presidencia, perderá el también el momentum. De esa manera, el trumpismo se irá gradualmente convirtiendo más bien en una secta dentro del Partido Republicano, algo así como el Tea Party, pero nada más. El control férreo que hoy ostenta dentro de su partido se diluirá, sin duda, a favor de muchos de los que hoy le levantan la mano en público pero que, en privado, anhelan un partido más equilibrado en sus fuerzas de poder internas y ante la sociedad.

Como diríamos los mexicanos, el susto se huele en el aire. 

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Moroni Pineda

Es un activista de la democracia y la educación. Ha participado en distintas iniciativas como Mexicanos Primero, Actívate por Puebla, así como en consejos ciudadanos y empresariales. Doctorante en Educación. Es también presidente de Sí por México e impulsor de la Marea Rosa y Unid@s en Puebla.