Al fin y al cabo, nadie lee

  • Silvino Vergara Nava
Es el título de una preocupación que representa una reacción a la indiferencia en que vivimos

La lectura a todos nos hace
inmigrantes. Nos lleva lejos de
casa… pero lo más importante
 es que nos encuentra
 hogares en todas partes.”
Jean Rhys

Agradezco la oportunidad de participar en este medio de comunicación tan prestigiado y crítico en Puebla, particularmente, a su director Rodolfo Ruiz Rodríguez, referente de la opinión pública en esta entidad y, con la intención de seguir esa línea crítica es que esta breve y humilde columna se denominará Al fin y al cabo nadie lee, que representa una especie de reacción a la indiferencia en que actualmente vivimos, no únicamente en nuestra adolorida nación, sino en América Latina y todo el mundo occidental.

Al fin y al cabo nadie lee, es el título de una preocupación que aun tenemos muchos que conformamos esta sociedad, en donde lo que sobresale es la indiferencia en una gran cantidad de mujeres y hombres de lo que sucede en la sociedad, pues si hay una devaluación, si aumenta o disminuye la inflación, si hay más o menos remesas, si gana un partido político o pierde otro las elecciones, a muy pocos les interesa, es decir, vivimos alrededor del desinterés sobre nuestro entorno.

Otros asumen lo contrario, la depredación, es decir, viven a la expectativa de la ganancia, por el simple hecho de obtener el poder por el simple poder; aquel o aquellos que no dan paso sin ganar o robar una oportunidad de hacer negocio, de especular, de obtener beneficios, utilidades, intereses al máximo a pesar de las consecuencias, a pesar de las víctimas, es decir, a pesar de todo.

Curiosamente se denominaba “A pensar de todo” una serie de clases y de programas que protagonizaba el filósofo argentino José Pablo Feinmann hace unos diez años en la televisión de su país, en donde exponía interrogantes de la filosofía, la sociología y de la vida común, porque precisamente, esas disciplinas son eso, las preguntas de la vida cotidiana, “a pensar de todo”, qué es lo que hoy nos hace falta.

Por eso es que pensamos lo que el sistema pide que pensemos, como por ejemplo hoy, los Juegos Olímpicos, las propuestas de reformas constitucionales, las elecciones en Estados Unidos, la detención de algún narcotraficante, en resumen, el sistema piensa por nosotros.

Al fin y al cabo nadie lee, es la preocupación de eso precisamente, de que nadie lee, unos por desinterés de lo que sucede en nuestros alrededores, otros porque saben que no pueden hacer nada y por eso, ni se involucran, pues la gran mayoría somos impotentes para cambiar las cosas, por ello es que no nos inmiscuimos, y mucho tiene que ver con que el entorno nos estimula a la falta de lectura.

Observemos las universidades, las escuelas, los estudios de licenciatura, lo más preocupante de postgrado, en donde no se puede exigir lecturas simples a los alumnos porque, unos se van, otros se estresan, por ello es que nadie lee.

Paradójicamente, vivimos en una sociedad donde se ha desarrollado el conocimiento a grados inimaginables, pero también vivimos en la sociedad de la decadencia iniciando con la lectura. Basta con recorrer las calles del Centro Histórico de la ciudad de Puebla o de cualquier ciudad de nuestra nación, como para que nos cercioremos que ya no contamos con librerías locales o regionales, tampoco contamos con estanquillos de periódico, es más por allí había la intención de suprimirlos, a pesar de que algún día formaron parte del folclor mexicano.

Ahora, en esos estanquillos se ha sustituido la venta del periódico de papel por la venta de mapas turísticos, utensilios para el cabello o bien, utensilios para los celulares; y allí está la lectura, en los celulares, que son lecturas rápidas, instantáneas, nada profundas y totalmente dispersas, que se inicia con una lectura respecto a un tema en particular y se va transportando a otras ideas, a otros temas que por ello nunca se profundiza el conocimiento, por lo cual, somos más dispersos que las generaciones anteriores, sabemos de todo y sabemos de nada.

La mejor prueba está en las experiencias de los profesionistas que muchos de ellos, leyendo libros completos, estudiando y aprobando como debe ser sus materias, resulta que son consultados por sus pacientes, clientes, etcétera, y estos clientes inmediatamente toman la opinión del que pasó por la calle, del amigo, del compañero que, sin tener conocimientos sobre la profundidad de esa materia, ponen en entredicho lo aconsejado por el profesionista, lo cual es una muestra palpable de que abarcamos todo, pero no profundizamos nada, precisamente por la lectura rápida que estamos realizando, lo cual provoca una sociedad confusa, dudosa, incierta, todo porque: “Al fin y al cabo nadie lee.

parmenasradio.org

 

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Silvino Vergara Nava

Licenciado en Derecho por la Escuela Libre de Derecho, maestro en Derecho (Ibero Puebla), doctor en Derecho por la Universidad Panamericana y también por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Desde 1997 es titular del despacho Consultoría Contencioso Administrativa. Ganador del Premio Nacional a la Investigación Jurídica.