El binomio docencia/ investigación en la BUAP

  • Guadalupe Grajales
La importancia de la Academia y del Comité Académico en los estudios de posgrado

El viernes pasado la Academia de profesores y profesoras del Posgrado en Ciencias del Lenguaje del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se reunió para elegir a su nuevo Comité Académico. La conformación de éste y sus funciones están establecidos en el Reglamento General de Estudios de Posgrado vigente.

Artículo 2. Para efectos del presente Reglamento se entenderá por: … Comité Académico. El órgano colegiado que participa en la planeación, organización, desarrollo y evaluación de cada programa educativo de posgrado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.”

De hecho, es el máximo órgano de gobierno de los programas de posgrado y su importancia se puede valorar en el número de artículos en que aparece: 2, 9, 19, 21, 22, 23, 24, 25, 29, 32, 52, 55, 57, 61, 62, 65, 66, 69, 70, 71, 73, 74, 77, 78, 79, 81 y 84. En total 34 veces es mencionado el Comité Académico en un reglamento de 104 artículos.

Me parece importante señalar lo anterior dada la tarea central de los programas de posgrado, dedicados a formar a los investigadores(as) y a los profesionistas de alto perfil.

Si atendemos al Reglamento General de Estudios de Posgrado, las funciones de la Academia establecidas en el artículo 32 son todas de carácter propositivo y es el Comité Académico el facultado para avalar y ejecutar sus acuerdos. De manera que el funcionamiento coordinado y efectivo de estas dos instancias es fundamental para cumplir con las tareas y objetivos de cada posgrado.

Si nos damos cuenta, los programas de posgrado constituyen el centro en el que confluyen las actividades sustantivas de la universidad: la docencia, la investigación y la extensión y difusión de la cultura. Desde los años setenta, nuestra universidad se propuso hacer de la investigación el motor impulsor de la docencia fundamentada en el conocimiento y en el análisis crítico, sólo posibles en el marco de la libertad de cátedra y de investigación.

Por esta razón se instrumentó la profesionalización de la enseñanza como la política institucional que transformó la docencia por horas/clase en docencia impartida por profesores(as) de carrera. Este enorme impulso elevó el nivel educativo de nuestra universidad y la diversificación de su oferta educativa fue el resultado de la profundidad en su labor de investigación. Así surgieron los primeros institutos y también los primeros programas de posgrado: el Instituto de Ciencias cuyo primer director fue el Ingeniero Luis Rivera Terrazas. En 1974 se crea la Maestría en Ciencias (Física) y el Doctorado en Ciencias (Física) en 1984.

En el ámbito de las Ciencias Sociales y las Humanidades se funda la Maestría en Ciencias Sociales en la Escuela de Filosofía y Letras y el 16 de junio de 1982 la Maestría en Ciencias del Lenguaje. El desarrollo y profundización de la investigación generó el surgimiento de los distintos institutos: en 1990 el Instituto de Física; en 1991 el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, aprobado por el H. Consejo Universitario el 2 de octubre.

En esa ocasión el Licenciado Alfonso Vélez Pliego señaló que “el proyecto tiene como objetivo condensar una determinada concepción acerca del desarrollo de la investigación científica, tecnológica y humanística de los estudios de posgrado”; en otras palabras, nuestro instituto constituyó la cristalización de ese binomio indisoluble entre docencia e investigación, específicamente la docencia de posgrado.

La historia de la universidad le ha dado la razón, por eso es incomprensible que hoy se pretenda dar marcha atrás al desarrollo sostenido de la investigación con el pretexto de que quienes investigan no dedican suficientes horas a la docencia. ¿Cuántas son suficientes? Más bien deberíamos preguntar ¿por qué se proponen acabar con la infraestructura de investigación y de posgrado que ha dado tan buenos resultados? Sin duda la universidad pública sigue siendo el crisol del desarrollo científico, tecnológico y humanístico de nuestro país, y no tenemos por qué permitir que se pretenda desmantelar aplicando las políticas públicas “a modo”.

Regresando al Posgrado en Ciencias del Lenguaje y a su historia no podemos sino sentirnos muy orgullosos(as) del papel desempeñado, pues el estatus de Instituto en el momento de su creación dependía de que éste ofreciera estudios de posgrado. Así, después de los altibajos sufridos por la Maestría en Ciencias del Lenguaje en la Escuela de Filosofía y Letras, la Academia de la Maestría decide formar parte del recién creado Instituto y el 28 de julio del año 2000 se crea además el programa de Doctorado.

Todos sabemos que la consolidación de los programas de posgrado es un trabajo del día a día, y a pesar de las políticas mercantilistas implantadas en nuestra universidad desde los años noventa, estos programas se han sostenido con el reconocimiento de los organismos externos, específicamente del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología y de la Secretaría de Educación Pública.

Y es en este trabajo cotidiano que es de gran relevancia la acción concertada de la Academia y del Comité Académico, conformado por aquellos profesores y profesoras que reciben la confianza de quienes los(as) nombran: la Academia.

Deseo por este medio felicitar a nuestro Posgrado en Ciencias del Lenguaje por mantener la tradición de la discusión y el diálogo constructivos en aras del mayor beneficio de nuestros alumnos y alumnas y del futuro desarrollo del propio posgrado.

¿No les parece a ustedes de la mayor importancia preservar el binomio indisoluble entre docencia e investigación para alcanzar cada vez mayores niveles de calidad en una y otra de las actividades sustantivas de nuestra universidad?

 

Las opiniones vertidas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no representan necesariamente la línea editorial de e-consulta.

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Guadalupe Grajales

Licenciada en Filosofía por la UAP con Maestría en Filosofía (UNAM) y Maestría en Ciencias del Lenguaje (UAP). Candidata a doctora en Filosofía (UNAM). Ha sido coordinadora del Colegio de Filosofía y el posgrado en Ciencias del Lenguaje (BUAP), donde se desempeña como docente. Es la primera mujer en asumir la Secretaría General de la BUAP.