Los programas sociales y la mañanera

  • Rafael Alfaro Izarraraz
El nuevo modelo surgió como un emblema de comunicación del gobierno

En la época en que los medios de comunicación electrónicos, de masas, eran hegemónicos, las élites crearon códigos de comunicación en cuya agenda, según Azcárraga, padre; de lo que se trataba era sacar de su realidad a los jodidos, enajenándolos, para que pudieran sobrellevar sus penalidades mientras desde la pantalla chica se les extraían una sonrisa sobre ellos mismos, a partir de retratarlos en los programas de televisión como pobres, nacos, indios debajo de un nopal, homosexuales, conductores de microbuses, empleadas domésticas, familias viviendo en pequeños departamentos creados para gente humilde, con ninis galanes de vecindades, otros huarachudos con sombreros de palma, combinado con deportes masificados y controlados por la televisora.

Por otro lado, en la época en la que los medios de comunicación electrónica fueron dominantes en la vida política mundial y local, intelectuales de izquierda, revolucionarios, decían que, si los medios de comunicación masivos se utilizaran en favor del pueblo, se daría un salto de calidad en la manera de pensar y actuar de la población. La influencia de los medios masivos de comunicación en manos de empresarios que buscan la ganancia, decían, impedían elevar la conciencia del pueblo (agigantar al pueblo, entiendo). Para lograrlo, para que se pudiera dar ese sueño, únicamente sería posible a través del cambio de sistema económico y político, cultural y, de esa manera, cambiar el sentido en que operaban los medios de comunicación de masas.

Por coincidencias del destino, esfuerzo y tenacidad del ahora presidente de México, junto a millones que lo acompañaron y acompañamos, sus acciones se combinaron con un suceso especial: ganar la presidencia se conjuntó con un cambio radical en la tecnología que llevó las redes sociales a la vida cotidiana. Es una tecnología que cambia y reorganiza lo social. De inmediato, ocurrió un cambio en la relación entre los medios de comunicación de masas y la población: la televisión y la radio perdieron centralidad en la vida cotidiana sobre todo en la población joven, así como su influencia en la vida política que llegó a elevar personajes, sin el talante suficiente, a la Presidencia de la República. Llegaba y llegó el fin de los fundadores del empequeñecimiento del pueblo.

Obrador ya venía haciendo las mañaneras cuando era jefe de Gobierno de la ahora Ciudad de México, pero todavía las mañaneras no tenían el impacto que ahora poseen porque no era presidente y debido a que, en ese momento, las redes sociales no se habían colocado como herramientas cotidianas de comunicación interpersonal y social como ahora ocurre. El triunfo de AMLO en 2018 no puede entenderse (no digo que no hubiese sido posible) sin la existencia de las redes sociales y paralelo a las redes de los modernos comunicadores (acompañantes del agigantamiento del pueblo), como son los actuales chapuceros; Sin Permiso, Sin Censura, Al Chile, por citar ejemplos del momento. Se trata de una red que conforman un todo con la mañanera.

El triunfo de Obrador abrió la puerta a los medios de comunicación electrónicos manejados por el Estado, que nunca tuvieron un proyecto alternativo de comunicación porque fueron desactivados ante la televisión y radio comercial. Lo anterior, conjuntamente con las redes sociales y la enorme cantidad de youtuberos de izquierda que surgieron, crearon un ambiente propicio para que la mañanera se convirtiera en un epicentro de la agenda política nacional, del crecimiento del pueblo. Se abrió la puerta para que, de la mano de la experiencia comunicativa de Obrador, la pérdida de centralidad de los medios de comunicación electrónicos tradicionales, como la radio y la televisión, la mañanera se convirtiera en el fenómeno que ahora es.

En ese contexto y desde los primeros días del gobierno de Obrador, la mañanera surgió como un emblema de comunicación del gobierno de la revolución de las conciencias, que ha convertido a los mexicanos en gigantes de conciencia. AMLO abrió una época política de largo tiempo, que no se ajusta a las normas sexenales, aunque tenga que pasar por los comicios de cada seis años. Y en esa época de largo tiempo se incrusta el invento comunicativo de las mañaneras. Ha incorporado a su gobierno una “tecnología innovadora comunicativa”, que va en sentido contrario al que aplicaron las élites si se quiere históricamente hablando, aunque ahora nos circunscribamos a la experiencia mexicana: hacer crecer a los mexicanos y dejar de empequeñecerlos como ocurría con los medios de achicamiento del pueblo.

Los medios de comunicación electrónicos, durante el tiempo en que en México fueron hegemónicos, hicieron a los mexicanos más chiquitos de conciencia. La conciencia del pueblo se empequeñeció si tomamos como punto de partida el fin de la Revolución Mexicana. Casi nacidas a la par, medios y revolución, el cine, la radio y la televisión, con el paso del tiempo se convirtieron en lugares en donde se empequeñecía a mujeres y hombres en su manera de pensar. Cada hora consumida por las familias frente a la pantalla chica, sentados en sillas o las modernas salas de estar, era una experiencia en la que la herejía revolucionaria se sustituía en un producto para consumir e imitar un progreso empequeñecedor del pueblo. La mañanera ha sido y es el activador del crecimiento, el agigantamiento del pueblo y su conciencia.

¿Cómo, en la mañanera, se construye la conciencia de un pueblo que crece y se agiganta? La clave de todo es poner a los medios al servicio del pueblo. Contrariamente a lo que pensaba el Obispo Richelieu, que decía que al pueblo no se le debería decir la verdad porque eso lo podría conducir a la rebeldía. La mañanera ha sido precisamente el canal por medio del cual se educa a la población exponiendo las acciones que cotidianamente lleva a cabo el gobierno y se ha puesto fin a las prácticas en las que eran los medios electrónicos los mediadores entre lo que el gobierno decía y lo que el pueblo debería saber. Desde el punto de vista social, la comunicación entre gobierno y pueblo se lleva a cabo de manera directa, de acuerdo a las condiciones tecnológicas que el momento histórico permite.

Con la mañanera y las medidas políticas que se han tomado como elevar a rango constitucional los programas sociales, se ha abandonado la milenaria práctica del “pan y circo” en donde se le otorgaba al pueblo una ayuda con la condición de que votara por determinado partido, pero además servía como medida de auscultación de la población pobre para saber en dónde se ubicaba y cuál era su pensamiento político. La mañanera, ha sido una herramienta para que la población comprenda las dimensiones sociales de los programas y los mecanismos de que ahora se dispone entendidos como conquistas sociales y, de esa manera, evitar que las dinámicas sexenales los quiten y cambien en función de sus intereses políticos.

La mañanera también ha sido un muro contra las mentiras de quienes han perdido los privilegios que antes tenían. Mentir y lo que le sigue que es la calumnia, ha sido la práctica de los partidos que han servido tradicionalmente a las élites, el PRI y el PAN. La causa es que en general, y lo mismo ha ocurrido en México, el antiguo modelo de prosperidad que únicamente beneficiaba a los ricos y poderosos se ha debilitado en el mundo. Los que han resultado afectados por este motivo, han tenido que inventar mentiras y falsedades ante un mundo que se les viene abajo y que no logra detener porque es movedizo el terreno que pisan y ya no existe retorno para ellos. El respaldo de Estados Unidos ya es insuficiente porque el poder de ese país ha venido a menos y no se dan cuenta.

Las mañaneras son, en parte, el sueño cumplido de antiguos militantes de izquierda que soñaron con poner a los medios de comunicación al servicio del pueblo y elevar su conciencia.

 

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Rafael Alfaro Izarraraz

Periodista por la UNAM, maestro por la UAEM y doctor en Ciencias por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla. Es profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de la UATx y Coeditor de la revista científica Symbolum de la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología.