La guerrilla “mala” durante el neoliberalismo

  • Rafael Alfaro Izarraraz
Una revisión por la obra del periodista Julio César López Arévalo, donde analiza la guerrilla

Cada época tiene sus micro o macro historias, de acuerdo a la manera en que cada quien conciba el tiempo y lo que ahí ocurre. El neoliberalismo, una de las épocas trágicas de nuestro México contemporáneo, vivió una microhistoria poco visible: el surgimiento de grupos guerrilleros, o la continuación, de la guerrilla que tiene sus orígenes en el mundo de pobreza, marginación y violencia estructural acrecentada que prevalece en regiones rurales de nuestro territorio y de la que no escapan las grandes urbes mexicanas. La guerrilla en México es una historia social de la que han formado parte familias y generaciones enteras, que son parte de nuestra Nación y de las que es imposible no hablar.

Lo que narra el libro La revolución imposible, de Julio César López Arévalo, sobre la guerrilla en el periodo neoliberal (el EPR, principalmente, la llamada por el gobierno “guerrilla mala”) tiene como marco de referencia histórico el neoliberalismo y cuatro sucesos relevantes: la caída del Muro de Berlín (1989), el fraude electoral contra Cárdenas (1988), el surgimiento del EZLN (1994) y el triunfo de Vicente Fox (2000). El autor, cubrió para la revista Proceso la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en 1994 y, más tarde, del Ejército Popular Revolucionario (EPR), luego del ataque a 17 campesinos de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) y su muerte en “El vado” de Aguas Blancas, en el estado de Guerrero, un 28 de junio de 1995. El EPR se formó, oficialmente, el 1 de mayo de 1994, cuatro meses después del surgimiento del EZLN.

El periodo que aborda La revolución imposible es el periodo neoliberal. La guerrilla tiene una historia de aproximadamente sesenta años, si tomamos como punto de partida la formación de la primera agrupación guerrillera a cargo de Arturo Gámiz, en Chihuahua (1964), así como del Partido de los Pobres, de Lucio Cabañas, en 1967. Lo anterior, significa en términos sociales que hoy por hoy tenemos a familias, sobre todo del sureste del país, cuyos integrantes han formado parte de una cultura política y de la que han participado desde niños sus integrantes comprometidos con esta manera de hacer política. Se trata de regiones, familias y generaciones enteras. Si son poquitos o muchos, lo relevante es la existencia de estructuras que marginan y laceran la manera de vivir.

Constantino, que estuvo en la presentación del libro es parte de esa historia -y quien por cierto me firmó el libro que ahora refiero-, con insistencia aseguró, ante los que acudimos a la presentación, que no es el comandante José Arturo, con el que se le confunde constantemente. Hizo importantes declaraciones en torno a su paso a la vida legal. Denunció conductas ajenas a principios revolucionarios de exguerrilleros.  El libro, y esto es humanamente creíble, la vida de algunos exguerrilleros –la que conceptualiza como la “Generación perdida”-, extraviados para la revolución y que ahora viven así, colocando billetes en los senos o partes íntimas de alguna “infeliz” mujer que ha sido lanzada a la prostitución, consumiendo alcohol y drogas, perdidos.

En tanto las estructuras de violencia y marginación no se eliminen, me temo que la idea de que no se puede intentar alcanzar el poder por medio de la violencia porque quien posee el monopolio de la violencia es el Estado, va a tener poco eco ante la realidad inobjetable de algunas regiones. Es verdad que la revolución pacífica obradorista ha impactado a estos grupos y los ha debilitado porque ha abierto una forma de hacer política y de lograr objetivos por la vía pacífica y aquí sumo a Petro, de Colombia. Lo anterior, implica un debate que no es motivo de este texto.

La revolución imposible, cuyo título es en extremo sugestivo, lo eligió el autor de la obra, un periodista cuya familia y los integrantes de la misma ha formado parte de grupos guerrilleros, desde la Liga Comunista 23 de septiembre hasta el EPR, como él mismo lo relata. La obra es un viaje a la clandestinidad (y el seguimiento vigilante del CISEN) de grupos que han elegido, influenciados por teorías de la Guerra Popular Prolongada (vietnamita), de la experiencia centroamericana, una manera de hacer política desafiando al Estado mexicano. Es el mundo de las sierras mexicanas del centro-sur-sureste del país (menos en el norte) y de áreas urbanas del centro de México en donde estos grupos actúan. La obra describe y enfatiza el surgimiento, evolución y rupturas del principal grupo guerrillero de la era neoliberal, el EPR, la guerrilla mala como fue calificada al ser comparada con el EZLN. Se consideran los herederos del Partido de los Pobres (PDLP), del Partido Revolucionario Obrero Clandestino-Unión del Pueblo (PROCUP).

El relato de López Arévalo, hermano de uno de los personajes de la obra (El Gordito de los Espejuelos, como le llama, en homenaje) escrita entre las fronteras de la novela y la narrativa periodística, destaca la pulverización de esta organización en por lo menos catorce organizaciones, derivado inicialmente de las estrategias no compartidas entre sus líderes (táctica y metodología), una de ellas el escenario que “Antonio” contemplaba en torno a los comicios del año 2000, que fue ganada por Vicente Fox, y en donde el comandante consideraba propicio para activar un levantamiento popular. Los grupos que conforman el EPR, originalmente, cuando se presentan ante la prensa muestra a guerrilleros vestidos, por lo general, con uniforme militar, ubicados en la sierra y centros urbanos, bien dotados de armamento, no como la pantomima que refirió Emilio Chuayffet, exsecretario de Gobernación.

Quienes forman parte de la dirigencia del EPR son por supuesto campesinos de las regiones en donde tuvieron o tienen influencia. Dirigentes, algunos, que, desde niños, sus familias son parte de esta historia social, de esa historia callada, sacrificada, clandestina, llena de privaciones, de caminatas hacia lugares insospechados, alejados de sus familiares, de experimentar el paso por los retenes militares, temor a ser detenido, torturado y muerto.  También, de líderes provenientes de zonas urbanas, profesores universitarios, rurales y, asimismo, de algunos de ellos que vivieron de alguna manera la guerrilla centroamericana, en particular con el salvadoreño Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN).

Aunque, de acuerdo a César, no todo es así para todos porque también al interior de estas agrupaciones existen manifestaciones humanas que cualquiera pensaría que ahí no ocurren estos hechos. En las alturas de la jerarquía política de la guerrilla también existieron o existen personas que forman la “élite”. Lo que ocasionó, entre otros factores, parte de las divisiones que siguieron a la del comandante Antonio, que incluye privilegios políticos y personales, autos, casas, control y partición desigual del dinero, poco, pero existe. Al interior del EPR, como parte de la anti cultura democrática, permanece el juicio contra los que son considerados bajo determinadas circunstancias “traidores” lo que incluye el juicio que contempla la condena de muerte.

Algunos de los disidentes terminaron pagando con su vida el no aceptar lineamientos políticos y conductas contrarias a toda ética revolucionaria. El trasfondo político de las diferencias las explica el excomandante Francisco: unos y otros desean el socialismo, unos con el apoyo social y popular y otros, el EPR (lo que quedó), hace abstracción de ello. Hace años apareció la coordinadora guerrillera José María Morelos y Pavón, que surgió como un proyecto unitario de la guerrilla. Con respecto a otras opciones, como el obradorismo, estos grupos consideran vigente su proyecto.

La historia de la guerrilla, el personaje de Helena y el secuestro del jefe Diego, es muy interesante, pero mejor compren el libro de mi colega César.

 

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Rafael Alfaro Izarraraz

Periodista por la UNAM, maestro por la UAEM y doctor en Ciencias por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla. Es profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de la UATx y Coeditor de la revista científica Symbolum de la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología.