Los principales cargos públicos que están en juego en esta elección están acaparados por hombres. La gubernatura, la presidencia municipal de Puebla y las primeras fórmulas al Senado de la República, en los últimos tres procesos electorales locales, las candidaturas habían sido alternadas por mujeres; hecho que es legal porque los partidos políticos no han infringido alguna norma en la postulación de sus candidatos.

Pero a veces, la sanción social es más fuerte que la legal, porque en el abanico de las posibilidades, los partidos políticos se inclinaron por candidatos competitivos del género masculino, y las mujeres asumieron dichas decisiones, arropando a sus candidatos, y apoyándolos con narrativas, que justificaban por qué tal o cual persona debía abanderar a sus partidos.

De acuerdo a los estatutos y documentos básicos, del Partido Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática, las Unidades de Género o similares tienen facultades normativas para participar en la designación de las candidaturas. En los demás partidos aunque cuentan con estas instancias, no se les permite a las mujeres ser tomadoras de decisiones en asuntos claves de sus institutos políticos; son útiles para el trabajo en tierra pero no pueden decidir sobre quién debe representarlas.

Solo que hay un tema, que antes se perdía en la madeja de los espacios comunes, y es que a las mujeres no nos gusta que un hombre hable de nuestras necesidades, que se asuma feminista para ganar adeptas y que en los espacios donde se construyen los acuerdos políticos, no exista una visión de mujer.

En la mesa donde se toman las decisiones políticas, es donde debemos estar, porque un candidato debe ser los suficientemente capaz de haber trabajado en su deconstrucción masculina, para no necesitar que una mujer le traduzca lo que otra mujer necesita, no es buena señal que se anteponga como escudo a las mujeres contra otras mujeres, cuando la lucha no es de ellas, porque no están sentadas en el lugar donde se decide, y ellas no son quienes aparecerán en las boletas.

La paridad permitió que en la elección del 2021, 11 mil 499 mujeres participaran como candidatas a los diferentes cargos de elección popular, tan solo 43 mujeres asumieron el cargo de presidentas municipales de los 217 municipios. En el 2018 por el partido político que más mujeres llegaron al poder, fue por el Partido Revolucionario Institucional, siendo 28 mujeres alcaldesas. Habremos de esperar a que el día 30 de marzo, el Consejo General del Instituto Electoral del Estado apruebe el registro de las candidaturas, para saber si se cumplió a cabalidad con la paridad y con los bloques de competitividad, para conocer con certeza cuántas mujeres contendrán por un cargo de elección popular.

Lo que es una realidad, es que el ser mujeres no significa de facto, que se tenga una agenda progresista de género e inclusión; lo que queremos ver son resultados firmes, no solo cifras, conocer el seguimiento de los casos, los resultados y castigos ejemplares para los feminicidas. Una agenda de género que no posicione a una persona, sino que trabaje de manera contundente y con resultados para erradicar, prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres, niñas, adolescentes y adultas mayores.

Son agotadores los discursos de empoderamiento femenino, que se desdibujan en acciones incongruentes. Deben tener cuidado quienes invisibilizan a sus candidatas, quienes las subestiman, y quienes las etiquetan, porque la violencia es un medio para conservar el poder, y me refiero tanto a hombres como a mujeres. No existe espacio público ni privado donde la Violencia Política Contra las Mujeres en Razón de Género no sea sancionable.

En los últimos tres procesos electorales federales, las mujeres hemos tenido una participación en las urnas arriba del 60 por ciento, un 8 por ciento más que los hombres. Y como lo dije en una entrega anterior, las mujeres y los jóvenes seremos quienes con nuestro voto definiremos esta elección.

@luza1975

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