A limón y limoncillo

  • Rafael Gómez Olivier
El amor debería escribirse con tinta sincera, siempre castaño, mieloso, apestoso a flores

Como el cantinero que sirve sin que lo pidas para verte caer o pagar lo último que tenías, como su berrinche llegando por las mañanas después de un beso largo como si la vida te contara a diario la misma ironía, así es el mundo de un tipo que anhela querer y ser querido, haciendo lo primero sin crucigramas, pero lo segundo pidiéndolo en secreto y con sigilo.

Quizás a diario compiten su gozo y su hastío, cortejado con poemas a su sonrisa y su sombra, pero golpeando sus reproches con furia contra el velocímetro en la carretera, mientras intenta que la vida no sea solo un mal paso y se construya de eso que aplauden los demás hasta que ya no estás.  ¿Cuánto puede durar la pasión? Esa pregunta no se puede contestar con lo absoluto, pues hay noches que me ha durado nada, y temporadas en las que me cambia las manos por guantes de boxeo, a veces pide cervezas de más para asomar un poco la cabeza y a veces el único narcótico que traga es el viento que corre afuera, pues la vida no siempre se acuesta con lencería ni el destino te espera con birra en Argentina o sentado en Francia con champagne fría, descalzos vamos siempre aunque parezca que traemos zapatos caros a donde irremediablemente solo tierra hemos de tragar, pero no hoy todavía.

Devoro los días hasta marearme como cuando adolescente fume dos Marlboro, pero extraño no haber aprovechado por mejores motivos las lágrimas que ahora pareciera necesitar cuando lloro, y cuando la vida parezca un cuento nadie lo creerá pues, aunque la gente sueña demasiado están tatuados en el pecho con incredulidad y mi poesía también ha sido necia sumergiéndose a nadar mares violentos, aunque la devuelvan mojada y con la boca rota.

Esa es la situación, falté a la lección de sentarse a tomar el sol, pero me ha encantado repetir y reprobar la de lanzarme al precipicio; deseo aunque parezca que te odio que algún día, o siempre te suceda lo mismo, pues del diablo no se huye si antes no se conoció que siempre traiciona, y a Dios no se le habla si antes no terminaste sin nadie para entenderle que quienes se vuelven nadie en realidad no son nada.

Cortejamos las ansias de ser incendios que no puedan detener las lluvias y tormentas pero confiamos más en la estrella que de vez en cuando pasa por el cielo y nos arranca un deseo, si fuéramos fieles al instinto iríamos más lejos de la manzana prohibida, del que perfecta esta vida, del que feliz soy, del no necesito nada, del puedo con todo, del no temo morir solo, del no quiero otro trago y él necesitó otra cita, quizás estamos o estoy equivocado, pero aun así mientras escribía esto  eran las tres y mañana serán las tres de otro día.

 

Una hoja blanca podría ser flores azules tenues, pero necesita las manos correctas, un whisky necesita un vaso con hielo, los viajes pájaros en vuelo, los labios besos y el sol lentes obscuros para verlo de frente aunque siempre se quede lejos.

En fin, según yo todos los paisajes deberían oler a limón o limoncillo, el amor debería escribirse con tinta sincera, siempre castaño, mieloso, apestoso a flores y con la estabilidad del sueño de un recién nacido, pero eso creo yo, jamás pediría que pienses lo mismo.

@RafaGoli.

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Rafael Gómez Olivier

Presidente y CEO Social Business, conferencista sobre emprendimiento. Cocreador del concepto IdeasParty.  Creador del concepto Mundo emprendedor: Congreso que llevó educación empresarial a más de 12 municipios en Puebla. Creador de Unfollow