Por el bien de Morena Puebla, criticarle

  • Julio Broca
Hoy sembrar dudas en lugar de recoger certezas divide a Morena Puebla

¿Ser crítico con el propio partido es dañarlo? El presente artículo plantea la urgencia de la autocrítica como forma de profundizar la transformación que, en algunos casos, parecía llegar, pero no llegó y en otros se encuentra en riesgo inminente. El segundo momento aborda qué significa criticar al propio partido. Esto lo hacemos de la mano de dos reputados pensadores: Umberto Eco y Norberto Bobbio. Ambos son lecturas básicas y obligadas en todas las academias de Ciencias Sociales y Humanidades del mundo contemporáneo.

Morena nació de la crítica al PRD en decadencia

Y el PRD nació de la crítica al PRI en decadencia. Entraron en decadencia porque la crítica dejó de existir en su interior y quedó el ramplón autoritarismo: es decir un divorcio entre la cúpula del partido y sus bases. Los líderes y los presidentes se quedaron sin base. Quien expulsa de su seno la crítica, expulsa aquello que puede ser su renovación. Pero la diferencia es que Morena no está en decadencia y es un gran momento para que la crítica lo transforme, lo renueve.

Algunas preguntas críticas
¿Es posible que importantes elementos para herir el proyecto social de transformación, provengan del propio partido, de funcionarios emanados de él? ¿No se convierte esto en un argumento para la oposición muchas veces falso, pero otras cierto? ¿Se avecina para Morena Puebla una catástrofe tipo PRD en decadencia, es decir, un festival mezquino de oportunistas buscando el poder por el poder utilizando la popularidad del Presidente o la máquina del Estado para ganar encuestas? ¿Podría una candidatura legítima en lo moral, evitar este lastimero espectáculo? ¿Es legítimo que funcionarios responsables de programas sociales, se encuentren en una activa y desmedida campaña de su persona? ¿No se debe a que son expriistas y repiten en Morena sus prácticas? ¿Qué papel hemos tenido las bases pensando que bastaba posicionar al partido en el poder para que todo cambiase por arte de magia? ¿Debemos denunciar a los propios compañeros que han faltado a su compromiso? ¿Debemos cubrirlos para no dañar la imagen del partido? ¿Es el amasiato con priistas, panistas y perredistas que brincaron a Morena un problema de primer orden hoy para el partido? ¿Nos llenamos de chapulines siendo tantos los simpatizantes de corazón por pensar que el político profesional tiene más ética que el ciudadano combativo? ¿O el ciudadano no sirve para la política? ¿La formación política del Instituto de Formación Política de Morena no basta o, sí? Que podamos o no responder estas preguntas, no nos exime de plantearlas. 

¿La catástrofe de alcanzar el poder y perderlo por dinámicas perredistoides y prianistas podrían explicar el haber perdido la capital poblana? ¿A las pugnas internas y contra el poder estatal, que jamás alcanzaron el digno grado de crítica, hay que sumarle los mareos con «el discreto encanto de la burguesía»? ¿Los diferentes sectores fueron incapaces de anteponer sus diferencias e intereses provocando la debacle de perder la capital… o, mejor dicho, «entregarla habiendo parque»? Por algo recuperó el PAN la capital sin esfuerzo. ¿Fue el voto de castigo de una sociedad que se sintió defraudada? Estamos a tiempo de hacer estas preguntas para no perder el estado.

Respecto a la enorme cantidad de vicios prianistas que crecen cada día más en Morena, sería bueno recordar las palabras de Cicerón respecto a la nación pero que bien aplican al partido: “Una nación puede sobrevivir a sus locos y hasta a sus ambiciosos, pero no puede sobrevivir a la traición intestina”.

El movimiento es el todo, el partido una parte

Lo que no saben hoy muchos de los que llegaron a la mesa puesta, tanto chapulines como arribistas, es que la fuerza fundacional de las bases sigue sosteniendo al partido desde el desinterés absoluto, pero también, desde la amarga experiencia del abuso de la confianza de varios funcionarias y funcionarios que nos han defraudado. Recordemos que al partido no lo sostiene el partido sino un movimiento social que se vincula con una historia de lucha dura, muy dura y sangrienta en México. 

Primeras conclusiones

Espero estar equivocado: las amenazas más grandes a Morena Puebla no vienen de afuera sino de adentro, son las prácticas de los chapulines que incluso, han contagiado y hasta cooptado a honestos militantes que han llegado a ocupar cargos. Hay una pugna por tipos de normalidad al interior del partido y los gobiernos emanados de él: se sigue luchando contra la corrupción. Y si bien dice el Presidente que ya no se tolera, y es cierto, por lo menos desde su persona, nos toca a las bases agudizar, profundizar este rechazo. La corrupción sigue vigorosa, y para muchos, el ejemplo del Presidente ha sido menos que suficiente. Es por estos problemas que se debe profundizar la cuarta transformación. Por eso debemos involucranos las bases, activamente, en el proceso de definiciones internas que se avecinan asumiendo que no será fácil. Toda comodidad o cálculo mezquino es el camino más seguro al fracaso.  

Metafísica de la crítica al partido: fundamentos

Ahora queda claro que el gran error de la izquierda es no criticarse a sí misma. Esto no le afecta a la derecha, el no criticarse, porque son endogámicos, tan endogámicos que se les repiten los apellidos: “fulanita de la quién sabe qué y quién sabe qué viuda de la quién sabe qué”. Reza un viejo adagio japonés: “si quieres acabar con la corrupción empieza por denunciar a tu mejor amigo y a tu hermano”. La crítica es, por cierto, la forma más noble de denuncia pues, llama al criticado al diálogo y la reflexión antes que al castigo. Pues el crítico —Bobbio le llama “hombre de cultura” y Eco “intelectual”— no es juez, ni autoridad, pero sí una voz tan necesaria como estas dos, la cual pervive autónoma una vez que el juez y la autoridad se han vendido.   

Probablemente ahora se pregunten quienes se han mareado con la altura de la crepa en la que se subieron, quiénes somos estos desconocidos que escribimos, actuamos, y opinamos. Bueno, somos las bases que precedemos y al mismo tiempo desbordamos al partido, la inmensa base que, por intuitiva claridad política, libertad y autonomía, somos escépticos simpatizantes del partido; ni afiliados ávidos de puesto ni esclavos del dogmatismo ni ingenuos. Somos la base que ha sido defraudada desvergonzadamente y no lo va a permitir de nuevo.

Norberto Bobbio y Umberto Eco: críticos del propio partido

Este apartado, que es el último, fundamenta la pertinencia del anterior. Lo que citaré a continuación proviene de la primera edición mexicana del libro de Umberto Eco intitulado A paso de cangrejo, específicamente del artículo «Norberto Bobbio: la misión del docto revisitada». 2007. Ed. Random House Mondadori. Este volumen, dato anecdótico, es herencia de mi querido maestro, el diseñador Rene Azcuy, asiduo lector del sabio italiano.   

Nos dice Eco que una de las grandes lecciones de juventud que le dejó la lectura de Bobbio, fue comprender que el principal papel del intelectual no es ser consultado para resolver una crisis, es, por el contrario, crearla (Pág. 82-83):

He citado el ensayo de 1951, [se refiere un ensayo de Bobbio] en el que se dice que el deber de los hombres de cultura es sembrar dudas en vez de recoger certezas. Hoy día nos parece una afirmación casi obvia, pero Bobbio lo decía en una época en que la intelligentsia progresista pedía certezas a los intelectuales. Por lo tanto, todavía hay que sacar provecho de esa lección.
Muchos años después, fui invitado a París a un congreso organizado por Mitterrand y su equipo sobre el tema del papel de los intelectuales en la resolución de las crisis del mundo contemporáneo. Mitterrand no era un filósofo, pero era un hombre de buenas lecturas, y no le reprochamos la ingenuidad de su convocatoria, debida tal vez al organizador del congreso, que era Attali. En cualquier caso, mi intervención fue sumamente breve (y decepcionante para todos, algo de lo que todavía me siento muy orgulloso). Dije: los intelectuales no resuelven las crisis, sino que las crean.
¿Ante quién ha de crear la crisis el intelectual? Vayamos a la segunda gran lección de Bobbio.

Primero, hoy sembrar dudas en lugar de recoger certezas divide a Morena Puebla entre los que insisten que todo va bien, y quienes dicen que «el rey va desnudo». Algo así como los apocalípticos y los integrados, de Umberto Eco. Y es ahí que se encuentra la crisis que debemos agudizar para profundizar la Cuarta Transformación y no, como ya hemos dicho al principio, volverla superficial y frívola. Segundo. La palabra crisis es griega: krisis —lo he planteado ya en otros textos— y se refiere a la necesidad de decidir.

Cuando un griego escucha krisis pregunta cuáles son las opciones. No entra en pánico. Evidentemente, la recepción de esta palabra en nuestro idioma ha perdido esta riqueza. La palabra crisis no nos interpela ya, a preguntar por las opciones sino a sentir pavor. No es para menos, ha sido la palabra favorita del neoliberalismo. Pero hemos de retomar su sentido etimológico por salud comunicativa. Crear crisis, en la izquierda, es crear opciones, porque en la derecha es crear desgracias y administrarlas. Pero crear opciones, en el mejor sentido del término, es precisamente lo que salva al cambio social del dogmatismo, del autoritarismo y en esto consiste para Bobbio crear la crisis.

¿Ha usted alguna vez, observado por ejemplo, a los funcionarios que perdieron la capital poblana aceptar un error? Al menos yo no, tampoco he hablado con todos. Pero con los que sí, vaya, cubren todo con demagogia o buscan culpables. Es una lástima que la mayoría de ellos hayan creado un alter ego político muy lejano de lo que como personas conocimos antes de que los idiotizara el poder. Y digo “idiota” en la más pura etimología de la palabra, lejos de todo carácter ofensivo. Bien dice Mujica que el poder no cambia a las personas, antes muestra quienes verdaderamente son. Lo patético es que crean que no nos damos cuenta. Hay excepciones, porque las hay, pero se cuentan con los dedos de media, m-e-d-i-a mano. Pero no es tema de este artículo analizar desde la psicología social este lamentable hecho de disociación de personalidad y neurosis egomaníaca. 

En general, lo grave es que no estén dispuestos a aceptar la crítica. Es insufrible la habilidad que han desarrollado otrora humildes activistas, ciudadanos, de hablar peroratas y demagogias cuando se les pregunta por sus fallos. Recuperemos la sencillez: no, no lo han hecho bien, han desperdiciado el esfuerzo de las bases, se han enriquecido, nos han traicionado y simulan, como el peor de los mentirosos o mentirosas.

Lo que la crítica al partido de izquierda desde el pensamiento de izquierda combate, es la hegemonía de la mentira. Nos dice Bobbio a través de Eco que la imparcialidad de la crítica no es abstenerse de opinar o abstenerse de tomar posición, sino opinar y tomar posición una vez examinadas a profundidad todas las circunstancias. 

Aclaramos que las páginas dentro de la siguiente cita se refieren al texto de Bobbio que está usando Eco, quien nos dice (pág., 83-84):

“… si le damos a la palabra «partido» un sentido no estrictamente partidista, la principal lección de Bobbio, o al menos la que yo entendí leyéndole entonces, es que el intelectual desarrolla su función crítica y no propagandística solo (o ante todo) cuando sabe hablar contra su partido. {…}
Si tuviera que encontrar citas textuales sobre el tema, mi cosecha sería exigua, pero esta breve antología es en extremo elocuente. Esto es lo que nos decía Bobbio, cuándo afirmaba que los hombres de cultura, aunque se considerarán alineados, debían ante todo oponerse críticamente a procedimientos falseadores y razonamientos viciados (ibid., p. 24), «que se puede perfectamente no ser neutral, esto es, tomar partido por unos y no por otros, manteniéndose fieles al procedimiento de la imparcialidad», porque «ser imparciales no significa no dar la razón a ninguno de los dos contendientes, sino dar la razón a uno o al otro, o tal vez negársela a ambos, una vez examinadas todas las circunstancias» (ibid., p. 117), que «se puede ser imparciales sin ser neutrales» (ibid., p. 164) y que «más allá del deber de entrar en la lucha, el hombre de cultura tiene derecho a no aceptar los términos de la lucha tal como están planteados, a discutirlos, a someternos a la crítica de la razón», porque «por encima del deber de la colaboración está el derecho a la investigación» (ibid., p. 5)…” 

Y esto lo dejó claro Obrador, el deber de investigar como mejor forma de lucha, el 5 de mayo en la mañanera haciendo preguntas de investigador sobre el tema de Agua de Puebla. Planteadas las preguntas que, se deben retomar, acto seguido el Presidente dio la palabra al gobernador quien, más que rendir cuentas, esgrimió justificaciones. Pero, sobre todo, con toda calma, se aceptó de rodillas ante la empresa que privatizó el agua. Más anti 4T no se puede. Otro caso ha sido, por ejemplo, que por investigación se ha denunciado recientemente al encargado de Bienestar en Puebla por obligar a los Servidores de la Nación a usar su posición para promocionarlo en redes como candidato a la gubernatura de Puebla. Y nadie puede ni debe tomarlo como ataque al partido sino como saneamiento del mismo. Lo que tiene pus y no se somete al viento y la luz del sol, se pudre. Pero continuemos con el texto de Umberto Eco citando a Bobbio:

…y por último que «algo habríamos ganado si los hombres de cultura defendieran la autonomía de la cultura en el seno del propio partido o del propio grupo político, en el ámbito de la ideología política que libremente han abrazado y a favor de la cual están dispuestos a entregar su obra de hombres de cultura. (ibid., p. 33).

Tan cierto que hasta se siente poético. La imparcialidad crítica, como método y modo cotidiano de militancia o simpatía, no es cubrir las aberraciones del partido, sino mostrarlas, señalarlas para resolverlas, no para ser partícipe del cohecho al momento de votar por el propio partido. Así que, por el bien de Morena, por la dignidad del voto a su favor, criticarle.

Twitter: @julio_broca

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Julio Broca

Artista gráfico y sociólogo, investiga fenómenos culturales de disrupción y rebelión. Diseñador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”-BUAP.