Morena Puebla: ¿la rebatinga frente a una posibilidad?
- Julio Broca
El presente artículo pretende contrastar el encuentro de dos fuerzas al interior de Morena Puebla: por un lado, las prácticas rancias del poder por el poder y, por otro lado, la emergencia de una posibilidad realmente fresca y capaz. Dicha posibilidad encarnada en la disposición expresada hace algunos días por parte de la secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales, María Luisa Albores, de contender como precandidata, en sus palabras, si es que los poblanos así lo queremos. Posibilidad apenas nacida de un hilo de modestas palabras frente a la colosal imagen en espectaculares o las comidas —evolución de la torta y el refresco— con pantallas gigantes y lustrosos templetes.
De madurar el deseo de las bases por María Luisa Albores como posibilidad, la hipótesis es que ella tendrá que enfrentarse a grupos que rápidamente tomaron el control del partido en Puebla y que hoy están dispuestos a todo tipo de desacatos y triquiñuelas antes que “perder” lo que, en su alucinada megalomanía “les pertenece”. Se plantea también que el ciudadano común, será la pieza clave y se encuentra emplazado a actuar.
Se dice que «La historia se repite dos veces: la primera como tragedia y la segunda como como farsa». La primera vez que el fenómeno histórico acontece, todos tenemos derecho a la perplejidad, la esperanza, la alegría y la sana desilusión. Si llegase a repetirse el fenómeno, la primera vez, deberíamos sentirnos realmente tristes porque significa que el devenir histórico se ha estancado. La tragedia siempre viene acompañada del fraude. Y si tenemos que ver el mismo fenómeno por tercera vez, simplemente la historia se ha vuelto un payaso… y nos quiere cargar. Lejos de buscar culpables, ante estas situaciones la lección es que nuestra acción no ha sido suficiente. No debe ser tristeza contra el mundo ni ingenua lágrima por las expectativas fallidas, sino autocrítica: debo hacer más.
La rebatinga
En mi personal experiencia lo he vivido así: una mañana de hace algunas semanas circulaba por el Periférico poblano y de pronto me hiere la vista un par de anuncios espectaculares. Por los breves segundos que distraen mi atención, los megalómanos retratos con la más clásica estética priista, puedo suponer que se trata del clásico político usando cualquier pretexto para adelantar su personal campaña. Igualito que los supermercados que venden el pan de muerto junto con la rosca de reyes anunciando las ofertas de San Valentín. El ethos neoliberal en su más vulgar expresión. La segunda vez que paso, veo que el pretexto de la autopromoción es una entrevista y un libro. ¿Quiénes son estos personajes que nuevamente insultan la inteligencia de la ciudadanía? ¿Cuánto ha costado este montaje? ¿En qué cabeza cabe -con la talla de los políticos contemporáneos de primer orden moral y ético que han hecho una gran labor por el país en la 4T-, repito, en qué cabeza cabe que una triquiñuela del tipo “háganme una entrevista y tapice la ciudad con mi carita para que todos me vayan conociendo” está a la altura de la conciencia política contemporánea del ciudadano que ha vivido el obradorismo como culmen histórico? ¿Estas son las opciones para nosotros en Puebla? En aquel momento me invadió cierta tristeza y pesimismo y me pregunté desde el fondo de cierta desesperanza que no se conforma con la inacción: ¿qué puedo hacer?
La angustia
Angustiado. Días después del susto de los espectaculares, ando angustiado. Mirando mi ínfima pequeñez de simple persona: ¿qué fuerza puede tener mi opinión frente a estos personajes? Ninguna. No soy nadie. Pero aun así se me revuelve el estómago. ¿Otra vez, mi inteligencia deberá mirar, desde su limitada agencia política de ciudadano que vota y se siente usado, el espectáculo asqueroso de la política enfocada en el puesto, el poder? ¿Otra vez hay que ser testigo del show del militante que, llegado al poder, reproduce absolutamente todos los vicios que juró combatir? ¿En verdad la política no es más que un botín de guerra en nuestro estado? De principios y la ética ni hablar, ¿verdad? Qué fastidio. Ojalá Obrador tuviera esa varita mágica que tantos hemos soñado. Pero no es así.
Una opción inesperada
Andando las semanas, el algoritmo me muestra un video subido a YouTube por La Jornada de Oriente: aparece María Luisa Albores y se destaca el momento en que ella declara: “Si los poblanos deciden que yo sea la candidata de Morena, estoy para servir”. ¡Eureka!, pienso… ¿o siento?
La alegría
Siento. Siento alegría. Que me vuelve el alma al cuerpo. El amargo regusto de los días anteriores se me borra de la garganta, o donde sea que se aloje la náusea existencial —Sartre no nos dejó ese dato—. María Luisa Albores no necesita presentación para quienes desde hace mucho actuamos socialmente en favor de un cambio profundo desde nuestra modestísima cotidianidad de hormiga con conciencia. Y no voy a escribir su curriculum porque con sencillez se encuentra con una búsqueda en redes. Su trayectoria no es la de una política más, sino de persona sencilla, formada en y apuntalando algunos de los proyectos más importantes de los últimos treinta años a nivel global, pero en lo local, desde la autonomía y sin pretensiones partidistas. Ella se integra al gabinete de Obrador por expresa invitación de él después de conocerla en campo. No dudo en abrir mi Photoshop y hacerme un cabezal para mi Facebook: #YoConAlbores. No me importa ser el único.
No soy el único
A causa del hashtag recibo una llamada de una querida colega, honesta a toda prueba, combativa que siempre va un paso adelante en la búsqueda de esa utopía concreta que llamamos esperanza cierta:
“Estamos haciendo una carta para decir a María Luisa que sí, que queremos los poblanos que sea la candidata de Morena a la gubernatura”.
El resto, hasta ahora, ya es historia. En menos de 72 horas más de dos mil firmas se han sumado, como reza un artículo publicado en La Jornada de Oriente. Son firmas externando el deseo de poblanos de todas las regiones de que María Luisa Albores sea la candidata por Morena para la gubernatura de Puebla.
El destilado político
Es penoso el destilado político. Nada huele peor que las ilusiones exhumadas. Es algo premonitorio, resultado de las amargas experiencias anteriores que producen escisiones y desgarramientos tan fuertes que nuevos partidos, grupos, se crean debilitando la unidad y aun así, el destilado político aun es insuficiente: en las nuevas experiencias persisten las viejas suciedades de la corrupción política como si de parásitos imposibles de exterminar se tratase. Ese es el terreno pantanoso de toda política, de todo partido e incluso, de todo grupo social. Sobre esto ya nos ha enseñado bastante Dostoievski.
La rebatinga sucederá. Porque no bastará la honestidad probada de la secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales; no bastará que la gente le quiera. Las obsesiones megalómanas de quienes sueñan con Casa Aguayo a pasar de su ineptitud y superficialidad ética, están dispuestas a destruir las posibilidades bajo la lógica “o mío o de nadie”. Y es precisamente esta situación la que nos interpela. Por lo menos este humilde ciudadano se apunta a una acción social intensa —que no llamaré activismo ni militancia, ni simpatía porque es más que todo eso— en favor de que, por fin, contienda para candidatura interna de Morena a la gubernatura una persona con autonomía y validez moral no improvisada ni recién pintada. De mil amores, ni más ni menos.
Opinion para Interiores:
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Artista gráfico y sociólogo, investiga fenómenos culturales de disrupción y rebelión. Diseñador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”-BUAP.