“Te doy de tu dicha la clave”

  • Lorenzo Diaz Cruz
Para entendernos es necesario cuestionar el rígido edificio de nuestras ideas

Quisiera creer que todos tenemos algo o mucho que agradecer cuando se acerca el final del año 2022, al menos por haber sobrevivido a la pandemia del Covid, que tanto afectó nuestro modo de vida. Es posible que algunos todavía guardemos luto por los familiares o amigos que perdimos, o quizás estemos más resignados con el recuerdo de esos seres queridos. Lo peor parece haber quedado atrás, pero no debemos bajar la guardia.

Es posible que el cierre del ciclo anual nos motive a repensar nuestra actitud ante la vida, o sobre los valores que nos hacen tomar partido en un momento dado sobre diversos aspectos sociales, desde la ciencia a la religión, pasando por la economía, la ética o la política.

Tengo la corazonada que al país le hace falta una tregua, un momento de reflexión, un alto en el camino para reencauzar nuestras diferencias. Pero no está claro quién debe dar el primer paso; casi todos pensamos que son los otros los que deben reformarse.

Tal vez aquellos sectores que sientan el triunfo al alcance de su mano, no consideren necesario ceder en sus puntos de vista. Sin embargo, deberían recordar que la victoria nunca es eterna, y moderar sus puntos de vista o admitir otras interpretaciones podría abonar para una mejor convivencia social. Incluso si se dieran las condiciones para mantener el poder, bien podrían tener un gesto de generosidad para tratar de representar a otros sectores de la sociedad.

Lo mismo vale para aquellos que por ahora son minoría. Aunque crean que lo prioritario es hacer lo posible para derrotar al otro, deberían reflexionar sobre los errores que cometieron cuando estuvieron en la cima, lo que hizo posible que llegaran los otros. Una autocrítica de cara a la sociedad les daría una mayor credibilidad, algo que los haga ver como auténticos representantes del pueblo, y no meras marionetas de los diversos factores reales del poder mediático y económico.

Sin embargo, no es fácil admitir que tal vez algunas de nuestras creencias pudieran estar equivocadas, al menos parcialmente. Algunas de esas ideas están tan arraigadas en nuestra manera de ser, que parecen definir nuestra esencia y las sentimos casi como naturales. Por ende, pensamos que todos los que no las comparten están en el error. Nos cuesta reconocer que algunas de esas visiones del mundo se “termalizan” en nuestro interior, por el lugar que ocupamos en la escala social. Aunque pensemos que nuestro bienestar es producto de nuestro esfuerzo y talento, también podríamos admitir que posiblemente algo tengan que ver nuestros privilegios. Con esas ideas juzgamos duramente al que le va mal, al pobre, que nos parece culpable de su desgracia.

Ojalá que esta temporada de Navidad y fin de año propicie una reflexión sobre esas ideas que damos por sentadas, con las que vamos caminando por la vida; a lo mejor mucho de ellas se quedaran fijas e inamovibles, pero es posible que se encienda la luz para admitir que algunas de ellas deberían cambiar.

Por ejemplo, podemos preguntarnos cómo hacer para desterrar el racismo y el clasismo en nuestro país. Algunos grupos podrían pensar que se debe atacar con dureza a esos sectores privilegiados que sostienen esa discriminación. Como decía Malcolm X, que había que golpear a los blancos racistas, aunque eso no los hiciera cambiar al menos los haría pensar dos veces antes de repetirlo. Pero, ¿será eso suficiente? ¿Y si además de hacer cumplir las leyes y castigar a quien cometa un acto discriminatorio, también tratamos de educarnos entre todos para aprender a respetar a toda la gente, independientemente de su color u origen? Incluso aprender a querernos a nosotros mismos, algo análogo al “black is beautiful”. Eso también nos ayudaría para alcanzar pronto una sociedad más armónica y justa.

Cierro estas líneas con la esperanza de que esas reflexiones no lleven también a tolerar las diferentes actitudes ante la navidad y las fiestas de fin de año, ya seamos creyentes o ateos, pastores devotos o aguerridos “grinchs”.

En lo personal tengo un poco de ambos, pues al mismo tiempo que recuerdo las condiciones difíciles de nuestra infancia en la región de la montaña guerrerense, también recuerdo que había un aire especial en esas noches frescas de fin de año. La luna lucía engalanada para acompañar la navidad de las montañas, y así entre todos cantar las letanías en las posadas, romper las piñatas colectivas y disfrutar del rico ponche. En esas noches de pueblo, disfrutábamos los juegos de la feria que le daban un giro extraordinario a nuestra infancia.  La sinfonola del mercado cantaba:  "Ya va llegando diciembre y sus posadas, se va acercando ya también la Navidad…",  y algo me decía que a partir de ahí estaba comenzando la cuenta consciente de mis años, como un juego permanente de curiosidad y asombro.

¡Felices fiestas a todos mis amigos del norte al sur, del este al oeste!

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Lorenzo Diaz Cruz

Doctor en Física (Universidad de Michigan). Premio Estatal Puebla de Ciencia y Tecnología (2009); ganador de la Medalla de la DPyC-SMF en 2023 por su trayectoria en Física de Altas Energías. Miembro del SNI, Nivel lll. Estudios en temas de educación en el Seminario CIDE-Yale de Alto Nivel (2016).