Sor Juana y el momento angular
- Lorenzo Diaz Cruz
Mucho se ha escrito sobre el universo de Sor Juana Inés de la Cruz, fuente de poesía y conocimiento, que con su rebeldía creadora iluminó el siglo XVII del México Colonial. Todo un resplandor que tocó el Siglo de Oro, cuya obra se nutrió de la filosofía de su tiempo, un mar de ideas que luchaban por abrirse paso entre las rígidas formas del pensamiento dominante de su época.
Entre esos temas, siempre me ha llamado la atención un fragmento de la Respuesta a Sor Filotea, con el cual Sor Juana respondió a los poderes del virreinato, que con ese seudónimo trataron de aprisionar el genio creativo que estaba encerrado en las paredes físicas e ideológicas del convento.
En ese texto hay una descripción del trompo y su movimiento, que ilustra como Sor Juana se asomaba al estudio del comportamiento del universo físico.
“Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo,
y apenas yo vi el movimiento y la figura cuando empecé, con esta mi locura,
a considerar el fácil moto de la forma esférica, y como duraba
el impulso ya impreso e independiente de su causa,
pues distante la mano de la niña,
que era la causa motiva, bailaba el trompillo;
y no contenta con esto, hice traer harina y cernerla
para que, embailando el trompo encima, se conociese
si eran círculos perfectos o no los que describía con su movimiento;
y hallé que no era sino unas líneas espirales que iban perdiendo
lo circular cuando se iba remitiendo el impulso.”
Entre lesas líneas podemos reconocer un indicio de lo que en física se conoce como la ley de conservación del momento angular:
Entre esas líneas podemos reconocer un indicio de lo que en física se conoce como la ley de conservación del momento angular: “…y como duraba el impulso ya impreso independiente de su causa, pues distante la mano de la niña, que era la causa motiva, bailaba el trompillo”.
Esto es, Sor Juana reconoce que el trompo sigue girando después del impulso inicial (la mano de la niña), y que luego lleva una cantidad que ahora conocemos como “momento angular”, que en ausencia de fricción con el suelo y el aire, se mantendría constante, y que eso haría que el trompo girara por una eternidad. ¡Qué cerca estaba Sor Juana de formular las leyes del movimiento mecánico!
Bastan esas líneas para dejarnos ver que el pensamiento de Sor Juana estaba muy cerca de las ideas científicas de la época, que resonaban de un modo original en su mente. Cabe mencionar que Sor Juana vivió entre los años 1648 y 1695, y por ello fue contemporánea de Leibniz, Newton, Huygens, Hook, entre otros. Entre sus compatriotas contemporáneos se contaba Carlos de Siguenza y Gongora, otra figura brillante de ese siglo XVII.
Es tema de los estudiosos de la obra de Sor Juana descifrar las influencias de los pensadores de su época. Así, se nota que su pensamiento oscilaba entre el Renacimiento y lo Barroco, con fuerte influencia de la religión, la escolástica de Aristóteles, ideas que iban de la Edad Media a un modernismo cartesiano, y que también incluía conocimientos de matemáticas.
Además, en ese mismo texto podemos apreciar como Sor Juana se asoma al método científico como la manera de estudiar los fenómenos naturales. Ella quiere saber la forma de la trayectoria del trompo, y para descubrirlo decide hacer un experimento: dejar que el trompo baile sobre un patio cubierto de harina. Con ello descubre que el movimiento no es el de un círculo perfecto, que con el tiempo el trompillo hace espirales “… iban perdiendo lo circular cuando se iba remitiendo el impulso...”
Esa actividad que ocurrió entre las paredes del convento fue un hecho de la mayor trascendencia, pues estaba inaugurando el uso del método científico en la Nueva España, como la forma de acercarse a la verdad acerca de los fenómenos naturales.
Esa actividad no se consolidó ni dejó escuela, en parte por la rigidez ideológica del sistema político de la Nueva España, cuyas contradicciones afloraron justo al final de la vida de Sor Juana, con el surgimiento de motines, carestía, pandemia, eventos que llenaron de luto la vida del virreinato. Ese fin de siglo se apagó el rayo de luz que alumbró estas tierras, en un sistema que no supo reconocer el genio omnisciente de nuestra décima musa.
En nuestros días parece que regresan esas tentaciones para restar valor al pensamiento científico, menospreciando la búsqueda de las leyes que rigen el comportamiento de la naturaleza y la sociedad. Se habla ahora de saberes ancestrales, al mismo tiempo que se propone una apropiación del conocimiento. Pero eso parece una contradicción, pues para qué se quiere esa apropiación, si se está restando valor al pensamiento científico. En ese sentido parecería que una mejor manera de apropiarse o llevar ese conocimiento a toda la sociedad, sería lograr que los hijos de los obreros y campesinos pudieran seguir una carrera científica.
Tal vez no sea la ciencia el único camino para buscar nuestro lugar en el universo, y responder a todas las interrogantes sobre el origen de la vida, el significado de la existencia o la búsqueda de la felicidad. Pero a lo largo de la historia ese pensamiento científico ha sido el mejor método para descubrir cómo funciona la naturaleza y con ello responder a los muchos desafíos de cada tiempo.
Seguramente habrá muchos puntos de vista sobre la validez de esa forma para acercarnos al conocimiento. Pero como dijo Stephen Hawking: “incluso la gente que afirma que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, mira antes de cruzar la calle”. O bien, podríamos preguntar a quienes estén completamente en contra del valor de la ciencia, si serían capaces de tirar su celular a la basura, apagar para siempre su computadora o renunciar a las vacunas contra el Covid y otras enfermedades.
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Doctor en Física (Universidad de Michigan). Premio Estatal Puebla de Ciencia y Tecnología (2009); ganador de la Medalla de la DPyC-SMF en 2023 por su trayectoria en Física de Altas Energías. Miembro del SNI, Nivel lll. Estudios en temas de educación en el Seminario CIDE-Yale de Alto Nivel (2016).