El sistema educativo ante el COVID

  • Lorenzo Diaz Cruz
Urge un sistema educativo que use las ciencias para enfrentar la emergencia del COVID

La situación de emergencia que se ha vivido en el mundo desde la aparición de la pandemia del COVID-19, ha puesto a prueba los sistemas de salud y la economía de muchos países. Los retos se propagaron a los demás sectores de la sociedad, con tal magnitud como nunca había ocurrido en nuestra generación.

Dentro de todo ello, el sistema educativo fue afectado seriamente, pues fue uno de los primeros que cerró para cumplir con las medidas de aislamiento social. Esto causó la preocupación de todos los sectores interesados, desde los padres de familia y autoridades hasta los maestros y estudiantes. Por un lado, se presentó la dificultad para continuar con la enseñanza de los planes y programas de estudio, por el otro se tenía el reto de hacer un seguimiento y evaluación de los conocimientos aprendidos.

 Una de las soluciones propuestas se basó en el uso de tecnologías de la información y medios digitales, con clases en línea o incluso por la televisión abierta. Es de apreciarse el esfuerzo de docentes y estudiantes para trabajar con esta modalidad, tratando de completar los programas de la mejor manera posible.

Sin embargo, debe considerarse que el acceso a la educación en línea no fue uniforme, pues no toda la población cuenta con los medios para realizar estas actividades. Según datos del INEGI, en 2020 sólo un 61% de los hogares mexicanos tenía acceso a internet, y de ellos sólo un 51% lo usaba para apoyar las actividades escolares. Incluso, se desconoce el nivel de dominio de tales tecnologías en los docentes de las diversas regiones del país. 

Todo eso pudo haber dado lugar a una simulación del proceso educativo, en la que cada uno pretendía hacer su parte.  Por el lado de los docentes, es posible que algunos optaran por la salida fácil de dejar una cantidad de tarea irreal, con un seguimiento superficial de los objetivos alcanzados. Por el lado de los estudiantes es posible que muchos trataran simplemente de sobrellevar la situación, cumpliendo con un mínimo de tareas y compromisos.

 En esas circunstancias siempre son de resaltarse las muestras de solidaridad de los mexicanos, que algo trataron de hacer para paliar las grandes desigualdades que pernean en nuestro país, como el caso del profesor chiapaneco, que instaló en su camioneta un dispositivo para llevar señal de wifi a las colonias marginadas de su localidad, y como ese caso hay otros más.

En el momento actual, cuando han pasado más de dos años en que los docentes y padres de familia realizaron un arduo trabajo para tratar de salvar la educación de los estudiantes. Más aún, gracias en buena medida a las campañas de vacunación, se ha logrado que muchas escuelas reabran para el regreso a clases presenciales. Ahí está la realidad de una sociedad que hizo lo que pudo para enfrentar la emergencia.

Ahora, tal vez es el momento de tomarle el pulso a esa realidad, pasar a la recolección de datos que nos ayude a entender el estado de la educación, conocer los efectos de las experiencias vividas, todo lo cual nos debería llevar al planteamiento de medidas para recuperar lo perdido.

Además, se debe tomar en cuenta que dicho proceso educativo se llevó a cabo en muchos casos con una situación social o familiar de vulnerabilidad, alto estrés y volatilidad, agravado en algunos casos por el nivel de pobreza y desigualdad que caracteriza a nuestro país. Para peor, con instituciones educativas habituadas al trabajo presencial y tradicional.

Aunque todas las iniciativas propuestas para llevar a cabo el proceso educativo pudieron haber ayudado en algo o mucho, es posible que la sociedad se esté fijando más en los medios que en los fines de la educación. Se supone que los conocimientos que se adquieren en la escuela nos deben servir para conocer e interpretar la realidad, para buscar la solución a los problemas que enfrenta la sociedad. Bueno, pues el reto sigue aquí, entre nosotros, poniendo a prueba nuestra capacidad como sociedad para sobrevivir de la mejor manera posible.

Algunas veces la realidad enseña más que la escuela, sobre todo en una situación de crisis. Durante estos años todo mundo fue sometido a una carga de información extraordinaria. Es posible que mucha gente haya oído sobre la diferencia entre un crecimiento exponencial o lineal, que es un virus o la carga viral, como se enfrenta una enfermedad viral contra una bacterial. Ahora sabemos que el jabón actúa sobre la capa exterior del virus; también qué es un respirador artificial y como se puede construir. Así mismo, se han discutido en medios y redes mucho otros temas como: gráficas, tablas, responsabilidad social, células, moléculas, mapas y geografía, etc., etc.  

Durante el primer año de la pandemia, me parecía que la sociedad debía valorar que, gracias a esa exposición de conocimiento por medios no tradicionales, era posible que se haya dado un aprendizaje de diversos temas en la vida diaria. Ese mismo nivel de aprendizaje podría usarse para argumentar que la mejor salida para evaluar ese año en los grados de primaria y secundaria, fuera simplemente otorgarle una calificación de Aprobado a todos los estudiantes. Por otra parte, en el caso de los jóvenes de Prepa o bachillerato, se les podría haber pedido que a partir de la información con la que contaban, investigaran y elaboraran sobre temas asociados al COVID-19, y con una revisión de esos trabajos darles una calificación.

Posteriormente, proponía que cuando se iniciara el siguiente ciclo, o cuando se retomara el actual, se debía tratar de ligar los nuevos temas con lo que se vio todos estos meses en medios y redes.  Al mismo tiempo, es muy posible que en todos esos medios esté revuelta la información sólida y las fake-news, pero justo aclararlo debería ser la prioridad del nuevo ciclo. Para lograr lo anterior, se debería haber trabajado con los profesores, para actualizarlos con bases más sólidas sobre esos temas, para ello se debería invitar a los científicos y académicos de universidades e institutos de investigación para aclarar los temas más complejos.

Sin embargo, ahora que se ha regresado a clases, se está cometiendo el error de tratar de retomar las cosas como si nada hubiera pasado. De hecho, con los primeros reportes sobre la salud mental de los estudiantes (ver, por ejemplo: Proceso, no. 2362, pp. 28), se hace manifiesto que existen problemas de crecimiento mental de los niños y jóvenes, que pasaron de la infancia a la adolescencia en lo físico, pero no del todo en lo emocional.

En el caso de la educación superior era recomendable que se tratara de recurrir a la enseñanza en línea, de acuerdo a las especialidades de cada carrera. Sin embargo, dada la poca experiencia de nuestro sistema de universidades en el uso de tecnologías y educación a distancia, era difícil confiar en la efectividad de estos métodos en el contexto actual. Aunque la mayoría de los estudiantes estaban acostumbrados a los métodos tradicionales y a la guía del profesor, los testimonios que he recogido indican que una parte de los estudiantes estaba lista para entrar de lleno a una educación a distancia.

En ese sentido, me parecía que durante esta emergencia no era posible ni recomendable tratar de reproducir el contenido completo de un curso tradicional con otra tecnología y medios. Más bien, me parecería como algo urgente identificar en los planes de estudio aquellos temas centrales y esenciales, en los cuales se debería concentrar el esfuerzo de docentes y estudiantes.   Es verdad que el conocimiento actual es muy amplio, pero existen conceptos centrales en cada campo, que ameritan ser presentados en detalle, para comprender las leyes que los rigen. Por lo que he visto en medios y mi propia experiencia, ninguna institución de educación superior propuso una adaptación de sus planes de estudio a la nueva situación, más bien se trató de salvar los planes tradicionales con las herramientas disponibles.

Por ejemplo, en las carreras de ciencia e ingenierías, tenemos el concepto de energía como uno de esos temas centrales, que nos ayuda a saber que todo proceso natural gasta una cierta energía y que la energía no se puede sacar de la nada, como magia. Conocer la energía nos permite saber cómo funcionan las máquinas, el movimiento, la electricidad. Gracias a la energía podemos descubrir muchos trucos en los productos milagro e incluso descreer en la existencia de fantasmas.  Los planes de estudio en la emergencia debían enfatizar temas como ese u otros relevantes para otras áreas.

En diversas épocas de nuestro país la educación sobre algunos temas específicos se ha logrado por medios no tradicionales, mediante los cuales la gente ha logrado adquirir conocimientos básicos en diversos campos, entre ellos podemos enumerar: conocimientos de cómputo, de mecánica automotriz, enfermería, construcción, idiomas. Todos esos ejemplos no deberían dar una perspectiva más amplia del proceso educativo en la sociedad, para valorar lo que realmente se aprende en la escuela y lo que es más una parte del proceso de socialización de niños y jóvenes, tan importante para su desarrollo. Esa valoración nos ayudaría a darle su justa dimensión a los exámenes, o incluso estudiarlos con la ayuda de la misma ciencia, para saber si están sobrevalorados como el único medio para conocer el nivel de conocimientos de los estudiantes.

Son muchas las tareas que nos toca retomar cuando se haya superado por completo la emergencia, o cuando se tenga un control de esta, aunque tal vez no sea posible regresar a ese pasado en el que crecimos todos. En mi opinión, una de las tareas más urgentes del sistema educativo es una revisión exhaustiva de los planes de estudio de todos los niveles, para dotarlos de la mayor flexibilidad posible. Dichos planes deben incluir una componente de uso de tecnologías, que, aunado a una formación humanista, hagan del estudiante un agente de cambio y generador de soluciones para los problemas de nuestra sociedad.

En el caso de la educación básica y media, es de vital importancia incorporar la enseñanza de las ciencias con nuevas metodologías, que la hagan atractiva e interesante, de modo tal que la sociedad la vea como una parte importante de la cultura de todo ciudadano. Una cultura que nos permita decidir sobre el valor de las medidas de sana distancie e higiene, como una manera de prevenir la propagación de enfermedades, o para aceptar la confiabilidad de las vacunas, como una medida que nos está ayudando a estar en mejores condiciones para superar la emergencia que tantas vidas y sufrimiento dejó en nuestras vidas.

Finalmente, dada la difícil situación que vivimos y seguimos viviendo, siempre he creído que es muy recomendable hacer conciencia de que la tolerancia, la amabilidad, el respeto, la paciencia, son valores y actitudes que deben ser aún más preciadas y fomentadas por nuestro sistema educativo.  Debemos emerger más humanos, como una manera de hacer más llevadera esta situación crítica, para que todos podamos cumplir con nuestras obligaciones, salvaguardarnos junto con nuestras familias y así poder contar que sobrevivimos a la pandemia del COVID-19.

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Lorenzo Diaz Cruz

Doctor en Física (Universidad de Michigan). Premio Estatal Puebla de Ciencia y Tecnología (2009); ganador de la Medalla de la DPyC-SMF en 2023 por su trayectoria en Física de Altas Energías. Miembro del SNI, Nivel lll. Estudios en temas de educación en el Seminario CIDE-Yale de Alto Nivel (2016).