El mito de las mayorías
- Ociel Mora
La semana pasada rindieron protesta los nuevos diputados integrantes de la LXI Legislatura. 41 cabezas que se proponen hacer valer la abigarrada pluralidad política de la entidad en “la casa del pueblo”, y revisar y aprobar el desempeño del Poder Ejecutivo; es decir, los resultados de las acciones del gobernador.
Al final del día todo resulta ser una ficción de papel. Los 26 diputados de mayoría se homologan en unos pocos intereses y se olvidan del distrito y de los electores que en mala hora los encumbraron. Los 15 restantes no tienen ninguna responsabilidad más que con sus partidos. Los más habilidosos se valen de la investidura para hacer chambas de lobbistas, lo que en buen mexicano se denomina moches. Los de mayoría se refugian en los municipios del distrito cuyos presidentes pagan una renta mensual dizque para gastos de gestión en el distrito. Siempre bajo la promesa de “bajar” presupuestos y programas extraordinarios. La aprobación de las cuentas públicas municipales es una tentación sujeta a grandes negociaciones. La categoría superior, entre dos o tres diputados, son los que marcan el ritmo legislativo.
Viene entonces la fractura gobernantes-gobernados. Apenas hace falta recordar que la pluralidad más densa se encuentra en los pueblos indios, y su régimen de gobierno. Una persistencia obstinada de 500 años. Empero, de entre los 41 diputados no hay uno sólo que encarne el verdadero sentir de los indios. Ni ahora ni antes. Hay, eso sí, impostores, pero no representantes legítimos. Luego entonces la representación legislativa es de utilería. Porque las desigualdades no sólo son económicas, son eficazmente políticas. Una democracia electoral contrahecha, que excluye a los primeros habitantes de este territorio denominado Puebla. El Legislativo es la oficialía de partes más eficiente del Ejecutivo en turno (ver indicadores de leyes aprobadas). La desigualdad en el ejercicio de derechos es la política mejor institucionalizada. No es el sacrosanto principio de la división de poderes. En este punto se puede rastrear y encontrar el origen y causa de todos los males.
Como ha sido históricamente, el partido gobernante se las ha arreglado, tal vez por lo bajo, para mantener la mayoría. Entonces el poder Ejecutivo, libre de contrapesos institucionales, y de la legalidad jurada, de respetar y hacer respetar, se traduce en un poderoso autócrata. Gobierno de un solo hombre, de quien se hace depender vidas y fortunas, sin distinciones de nada, porque sus facultades son metaconstitucionales (la definición es de don Daniel Cosío Villegas). Muchos meses antes de la elección, incluso sin que se conociera el nombre de los que serían candidatos en los diferentes partidos, el gobernador Miguel Barbosa seguro vaticinó que, con Morena o sin Morena, él ganaría la mayoría en el Congreso. Como en efecto ocurrió en las elecciones (lo cito de memoria). Hasta donde se vislumbra, sus principales valedores en la nueva legislatura no serán diputados de Morena: serán priistas, con el inefable Charbel Estefan a la cabeza.
La fuerza de la costumbre mueve cerros. En 2010, cuando finalmente llegó la alternancia en la gubernatura por la vía del PAN-PRI y un alud de partidos aliados, Rafael Moreno Valle -gobernador electo- perdió la mayoría en el Congreso. Una afrenta para el más aventajado heredero del avilacamachismo. Sin embargo, no más al protestar al cargo en el Congreso, se ordenó una operación salvaje de transferencias de diputados entre partidos para finalmente coronarse con la mayoría legislativa. Fue la magia que le permitió gobernar como gobernó y hacer de Puebla un Principado.
Aquella mayoría, no obstante, el mandato de las elecciones en sentido contrario, fue de artificio. Para satisfacer intereses de personas y grupos y la ambición de ser presidente de la República. La voluntad popular de las regiones y sus votantes, que se recuerde, nunca han tenido una representación efectiva en el Congreso. En el peor de los casos, su conformación se transfigura en manipulación de sus anhelos más sentidos: en las sierras, los llanos, el valle, la mixteca, la sierra negra, las 26 circunscripciones en que se ha dividido la entidad. Esto lo confirma con creces los índices de desarrollo democrático, político y humano oficiales, en los que inexcusablemente la entidad ocupa los últimos lugares.
Algo de eso hizo Morena en la anterior legislación federal, pues tuvo una sobrerrepresentación superior al ocho por ciento que establece la ley. El tema de las mayorías no es que las tenga el poder Ejecutivo. El problema de fondo, desde la división de poderes, es para qué las quiere. Recordemos que de 1997 a 2018, todos los presidentes gobernaron sin mayoría legislativa; estaban obligados a negociar con la oposición sus iniciativas de ley y el presupuesto de egresos, amén de los cambios constitucionales. El avispado Vicente Fox acusó al PRI y PRD de ser el freno del cambio. Ese vital recurso de negociación política al que estaba obligado el poder Ejecutivo con todas las fuerzas políticas con representación en el Congreso se anuló mediante la imposición de la sobrerrepresentación del partido Morena, en el 2018. ¿Para qué la mayoría calificada? Las ocurrencias no son planes de gobierno sustentadas en evidencia técnica y empírica. ¿De qué sirvió a México que el presidente López Obrador mandara sobre el Congreso, con la pública advertencia a los diputados de que no permitía que a sus iniciativas se les “cambiaria una coma”? ¿Para qué si las reformas insignia son motivo de acciones de inconstitucionalidad en la SCJN? El problema de fondo es que en la segunda mitad de gobierno, México no registra mayores avances en materia política de libertades y derechos; ni en lo económico, el número de pobres y pobres extremos se ha incrementado, igual que las desigualdades; los servicios públicos vinculados con el combate a la pobreza, salud, educación, empleo, se han deteriorado y en algunos rubros se les ha reducido el presupuesto con respecto a años pasados.
Chayo News
Es de celebrarse que sea una mujer la designada para el cargo de rectora de la BUAP. Sigo pensando que ella es parte del proceso de transición que vive esa noble institución, el mayor patrimonio de la entidad. Fuente de saber y entendimiento, pero sobre todo esperanza de miles y miles de mejorar el bienestar de la familia y romper el infame círculo de morir como se nace. Otro logro muy importante y que se debe mantener es la despartidización que se dio en esta gestión que se dispone a concluir. Lo que no es poca cosa. Por el momento, el PRI se adueñó de ella y se le vio como trampolín para ser alcalde de la ciudad, diputado, senador y se soñó con desde ahí llegar a la gubernatura. ¿Qué hacer? Fortalecer la investigación con las libertades que requiere, y elevar los estándares de calidad, mediante controles de ingreso a licenciatura. El populismo no es educación. Por lo menos no lo es para enfrentar los desafíos fatales que implica la globalización y salir del atraso. Nora Lustig cuando dirigió la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) creó un centro de investigación sobre pobreza y desigualdades. Nada más urgente para Puebla que entender sus causas y las razones del fracaso de las políticas públicas. Mario Marín, habilidoso como fue, se encargó de nombrar un nuevo rector para desmovilizar las protestas de los estudiantes en su contra y barrer con aquellos proyectos que dejaban mal parado a Puebla.
@ocielmora
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Es vicepresidente de Perspectivas Interdisciplinarias, A. C. (www.pired.org), organización civil con trabajo académico y de desarrollo económico de grupos vulnerables; y promotora de acciones vinculadas con la cultura comunitaria indígena y popular. Su línea de interés es la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla.