Miguel Huerta, vida de un hombre extraordinario
- Antonio Madrid
La historia de Miguel Huerta es singular. Lo conocí por primera vez en un evento político en la junta auxiliar de San Isidro. Para ser más precisos en una escuela.
De inmediato me llamó la atención su conversación y su afabilidad.
“Te presento al licenciado Miguel Huerta”, me dijo Esteban Fosado Fuentes.
A partir de ahí, nació una amistad, que se ha ido consolidando con el paso de los años, tiempo en el cual lo hemos visto transitar a través de diversas etapas.
La primera fue su aspiración -desde el PRI- para ser presidente municipal de Xicotepec.
Lo intentó. Una y otra vez. Y una y otra vez le cerraron la puerta, pese a que él, generoso, siempre ofrecía su apoyo a diversos grupos políticos.
Es lo clásico. Eres priista distinguido cuando apoyas al grupo en el poder. Cuando dejas de apoyarlo y ahora buscas su apoyo, te conviertes en un revoltoso.
Esa circunstancia le tocó sufrirla a don Miguel. O don Migue, como todos lo conocen.
Un día, decepcionado de ser solamente un escalón para ayudar a otros a subir, decidió renunciar al tricolor y afiliarse a Morena.
Un priista de poder en aquel entonces, Carlos Barragán, dice don Miguel que le dijo: “Miguel, tienes que disciplinarte”.
No lo hizo. Ya no.
Después, vino un pasaje trágico en la vida de don Miguel. Una mañana, Pablo Estrada me llamó para decirme que acababan de “pegarle a don Miguel”. Mi sorpresa, como la de todos, fue mayúscula. Unos sujetos habían intentado asaltarlo, o al menos esa fue la versión oficial y había sido herido de gravedad. Tanto, que tuvo que ser trasladado de emergencia a Puebla en un helicóptero.
Fueron momentos de congoja, desesperación y angustia para la familia.
No era para menos. Don Miguel se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de la capital poblana, de donde después de semanas logró salir con vida afortunadamente, aunque en silla de ruedas.
Pasaron los meses. Supe de su rehabilitación y de los esfuerzos que hacía a diario para lograr recuperar movilidad en sus miembros.
Me imagine a don Miguel luchando, día a día, con ese monstruo que se llama destino. Y a su familia apoyándolo, pero también sumida en el cansancio, en la desesperación, en las preguntas cotidianas de ¿Por qué tuvo que sucedernos esto a nosotros?
Y las respuestas, como suele ocurrir en estos casos, nunca llegaban.
Una tarde, mientras manejaba sobre la calle Zaragoza, frente a la Venustiano Carranza, recibí una llamada que me impactó: “Miguel Huerta”, decía el identificador.
Contesté. Una voz débil me saludó. Quedamos de vernos. Junto con otros compañeros, grabamos un mensaje y entonces, no tuve más que escribir una columna, donde hablé de algo de lo cual muchos carecemos y que a don Miguel le sobra: Entereza.
No podía creer estarlo viendo y más aún, sonriendo.
Me conmovió.
Hoy, que decide levantar la mano nuevamente para participar a algún cargo de elección popular, me sorprende aún más.
Cualquier otro con menos de la mitad de lo que le sucedió hubiese preferido irse a llorar a un rincón sus desgracias. Don Miguel no. Y por ese solo hecho, creo yo, merece ser nominado por el partido al que emigró a algún cargo de elección popular, como siempre lo ha soñado. No por lastima. Se lo ha ganado a pulso, al demostrar de que está hecho.
Porque además, hay que decirlo, es un hombre preparado y –sobra decirlo- con mucho carácter.
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Comunicador y periodista. Reportero, corresponsal y columnista (La Pasarela) en diversos medios poblanos. Ha ejercido su labor reporteril en radio, televisión y prensa escrita en medios de Huauchinango y Xicotepec.