Una ciudad limpia
- Alejandra Arroyo Abud
Es conocido por muchos que a la llegada de los españoles a México, se encontraron con una sociedad muy diferente a la europea, con una organización y cultura muy avanzada que no fue valorada por algunos conquistadores, pero que ahora nos llama la atención y nos estimula a retomar algunos de esos aspectos que nos enorgullecen como mexicanos.
La ciudad de Tenochtitlán que era la capital del imperio mexica fue admirada por Hernán Cortés y sus soldados, incluso la compararon con Constantinopla, que para la época era ejemplo de desarrollo y belleza. Existe una visión un tanto romántica de Tenochtitlán, porque si bien es cierto que tenía muchas características dignas de admiración, también tenía aspectos que son inexplicables para nuestra cultura moderna, como los sacrificios humanos a gran escala, y que también se describen en los textos del s. XVI.
Uno de los elementos que más relevantes me parecen, es la importancia que tienen los calpullis o barrios en la organización y el mantenimiento de la ciudad, eran éstos, la célula desde la cual se fomentaba el bien comunitario y la ayuda mutua, este tipo de organización la podemos observar aún en los pueblos originarios. Cada calpulli estaba a cargo de la limpieza de las calles y diariamente salían a barrer y limpiar las vías públicas, el mantenimiento era una actividad permanente en la que los ciudadanos participaban desde niños. El arquitecto e historiador Carlos Chanfón Olmos escribe “El trabajo obligatorio no remunerado para la ejecución de las obras públicas fueron factores determinantes que dieron lucimiento especial a los espacios urbanos mesoamericanos y provocaron la admiración de los primeros extranjeros que los contemplaron, en especial la extrema pulcritud de los espacios, las personas y su vestimenta. Sus calles limpias y rectas, sus canales, sus lotes con huertos y hortalizas y los enormes basamentos piramidales de sus templos no podían causar más que admiración.” Los habitantes de las ciudades participaban activamente, ya que de eso dependía su bienestar.
De acuerdo a textos del Doctor Pablo Escalante, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, en Tenochtitlán había braseros en las calles en donde se incineraban por las noches desechos sólidos y esto servía para alumbrar. La ciudad también contaba con un sistema de letrinas colocadas en puentes sobre canales en los que había canoas, en las que se iba almacenando el excremento que posteriormente trasladaban a zonas en las afueras de la ciudad para procesarlo y venderlo como abono y como material para curtido de pieles. Estas son solo algunas acciones que nos dan la idea de una consciencia del manejo de los residuos, lo que permitía mantener una ciudad limpia.
Cuando conocemos algunos aspectos de la historia prehispánica solemos pensar que los españoles vinieron a destruir toda esa cultura, pero no reflexionamos que nosotros podemos retomar esas características que nos enorgullecen y ponerlas en práctica. Iniciemos por barrer el frente de nuestra casa, recoger las heces de nuestras mascotas y separar los residuos. Estemos orgullosos de nuestras raíces y hagámosle honor a su memoria, pensemos en el bien común más que en el propio bien inmediato.
Un avance en esta materia es la reciente aprobación del “Reglamento para la prevención y gestión integral sustentable de los residuos sólidos urbanos generados en el municipio de San Andrés Cholula” que permitirá, desde el gobierno conducir las acciones necesarias para lograr una ciudad limpia y que nos permita reivindicarnos con nuestra historia y principalmente con nuestro planeta.
“¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos”
Nezahualcóyotl
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Soy poblana, Licenciada en Arquitectura y Maestra en Investigación del Patrimonio Cultural, miembro de Número de la Academia Nacional de Arquitectura, Capítulo Puebla. Restauradora de patrimonio cultural y docente