Reflexiones de cuarentena

  • Oscar Gómez Cruz
Nunca des por seguro lo que hoy tienes.

Esta semana preparé una columna analizando y dando mi opinión sobre temas económicos.  Decidí desecharla. Porque, ¿de qué sirve esta situación inédita que el mundo entero está atravesando, si no hacemos un pequeñísimo alto en el camino para reflexionar sobre las cosas importantes de la vida?

Vivimos siempre de prisa, añorando cosas que no tenemos, reprochándonos a nosotros mismos y a otros, cosas del pasado, y nuestra mente vive un futuro que aún no llega.

Así vivo yo.

Hace 20 años muy posiblemente debí morir.

Dios, el universo, las oraciones diarias de mi mamá o algo superior, decidió que no sucediera tras un accidente automovilístico de proporciones terribles en la carretera México-Puebla. Agradezco a esa misma fuerza superior haber ido solo, de otra forma todos hubieran sufrido un destino fatal.

Tras varias volcaduras, el vehículo que conducía quedó destrozado, con el techo tocando los asientos traseros y el delantero derecho. Solo un espacio quedó INTACTO: el mío, el del conductor.

Esos momentos marcan tu vida, pero desafortunadamente uno tiende a olvidar lo importante de ellos. Las lecciones se borran con el vivir diario y sobre todo, dejamos de valorar cosas tan importantes como despedirnos con un beso diariamente de nuestras esposas, hijos o madres, porque siempre pensamos que en la noche regresaremos a casa.

Aquel día, recuerdo salir de prisa sin despedirme de mi mamá, y haberme despedido de mi papá y hermano en el Aeropuerto de la Ciudad de México, como si fuera a verlos sin duda alguna a su regreso.

Durante el trayecto pensé mucho en un amigo ya fallecido, Vicente Budib. No sé por qué pensé en él, no había razón para ello. Pero su imagen me vino a la mente de manera muy viva.

Durante el impacto contra el muro de contención, en las volcaduras, al escuchar el sonido de los cristales, del metal y las chispas de la fricción contra el pavimento, recuerdo haber sentido mucho miedo al principio y después mucha paz.

Algo, alguien, Dios, el universo o Vicente, me hicieron sentir que "no me iba a pasar nada”. Cuando el vehículo se detuvo por completo, no sabía en dónde estaba. Tal vez en medio de la carretera, posiblemente a punto de caer por un barranco o incluso del otro lado del muro de contención. Sentí mucho miedo otra vez. Me conecté con ese modo de supervivencia que todo ser humano tiene.

Al no poder salir por ningún lado, comencé a patear el parabrisas. Lo empujé con las manos y ahí se produjo la UNICA lesión que tuve: una pequeña cortada en un dedo.

Salí de ese vehículo vivo y solo con una cortada.

Durante mucho tiempo me pregunté cuál era la razón de haber sobrevivido, pero por encima de todo razonamiento, me di cuenta de que la vida se va en un segundo y decidí vivir a toda velocidad, como muchos de los que hoy leen estas líneas.

Pasados 20 años, sigo agradecido con esa fuerza que me salvó y hoy entiendo que no se trata de vivir "a toda velocidad", sino de hacerlo PLENAMENTE. Tal vez estoy aquí para ver crecer a mis dos maravillosos hijos, o para envejecer con mi adorada esposa, o para seguirle echando la mano a quien pueda, como siempre he tratado de hacerlo.

Entiendo ahora que la vida no tiene un guion, tú lo escribes y como dice la canción del gran José Alfredo: "no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar".

Simpleza pura.

El mundo me obligó, nos obligó a todos, a ponernos en pausa y creo que todos debemos aprovechar esta oportunidad para reflexionar sobre lo realmente importante de nuestras vidas.

Yo estoy vivo y lo agradezco. Ésa es mi reflexión. ¿Cuál es la tuya?

 

Oscar Gómez Cruz

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Oscar Gómez Cruz

Maestro en Asuntos Internacionales de Negocios Universidad de Columbia. Maestro en Administración Pública INAP. Egresado de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. Es presidente de 2TRES15