Marchas feministas
- Elmer Ancona Dorantes
Lo hemos dicho hasta el cansancio: todos los seres humanos somos iguales en derechos y obligaciones. No hay hombres ni mujeres de primera, segunda o de tercera categoría. La universalidad nos cobija a todos por igual.
Los hombres que “crean” que las mujeres son “inferiores”, dignas de ser maltratadas, agredidas, ultrajadas y hasta asesinadas, están completamente equivocados. Están mal de la cabeza.
Las mujeres están en la misma dimensión y en el mismo plano en cuanto a igualdad universal. La Constitución Política y los Tratados Internacionales firmados por México así lo refieren.
Lo mismo va para las mujeres que consideran que los hombres son unas “bestias”, agresores, violadores y hasta homicidas por naturaleza. Errada percepción que puede traer graves consecuencias a sus vidas y, por supuesto, a la armonía social.
En tanto no se entienda que hombres y mujeres se complementan con sus propias características, virtudes, capacidades o personalidades –por su naturaleza misma-, seguirá prevaleciendo esa confrontación estéril.
El hombre que atente contra la vida de cualquier mujer, o la mujer que acabe con la existencia de cualquier hombre, debe ser llevado a prisión para cumplir una condena. Ni más ni menos.
La autoridad debe aplicar todo el peso de la ley a hombres y mujeres que agredan a su contraparte por razones de sexo o género. La justicia debe ser pareja para todos, sin excepciones.
Los especialistas dicen que las fortalezas de unos y otros son muy marcadas, diferenciadas, pero no contrarias ni contrapuestas; por ejemplo, la fortaleza física predomina más en los hombres, pero eso no hace más débil a una mujer.
El llamado “sexto sentido” sobresale más en las mujeres, el “presentimiento” tiene mayor vitalidad en ellas, pero eso no hace que los hombres sean unos insensibles o cero emocionales.
Y así como esas cualidades hay otras que logran que ambos sexos se complementen, se equilibren, por lo tanto, no debe surgir rivalidad en ellas y ellos para demostrar “quién puede más” en diversos ámbitos.
La marcha feminista
Quienes siguieron a detalle la marcha feminista del pasado viernes, no daban crédito a los actos de vandalismo que ejercieron las mujeres contra comercios y monumentos históricos de la Ciudad de México. El Ángel de la Independencia quedó hecho una… mugre.
Destrozaron todo lo que tenían a su paso, desde paradas de Metrobús hasta estaciones del Sistema del Transporte Colectivo; no pudieron contener su rabia ni antes ni después de su manifestación.
Es entendible su coraje, todos los días aparecen más mujeres muertas que, sin deberla ni temerla, son violentadas por hombres fuera de sí, desquiciados, ensoberbecidos, enloquecidos, a quienes no les tiembla la mano para vengarse de ellas.
Las mujeres ya están cansadas de tanto abuso, de tanta violencia; ha sido tanta la agresión en su contra que ya no saben cómo expresar su malestar ante unas autoridades apáticas, sordas, ciegas, inútiles, opacas, lentas para aplicar justicia.
Y el colmo de los colmos, policías capitalinos no solo no cuidan ni protegen a las mujeres de la ciudad, sino que abusan de ellas sexualmente sin importar condición ni edad. Y las autoridades adormiladas, como siempre.
Lo que no es entendible, en definitiva, es verlas protestar expresando su odio contra los hombres, generalizando la acusación de violadores y homicidas a todos los que pertenecen al sexo opuesto. La cosa no es así ni va por allá.
En una de las marchas LGBTTI, por ejemplo, algunos de los que protestaban iban coreando la frase “malditos bugas”, en clara referencia a quienes no tienen su misma preferencia sexual.
La vida no puede seguirse viendo en blanco y negro, porque la vida misma es multicolor; se debe entender que en el mundo hay hombres, mujeres, mujeres-hombre y hombres-mujeres. O como quieran verse, sentirse o interpretarse. Es decisión de cada quien.
Lo que la sociedad no puede ni debe permitir, es que en aras de la defensa de un mismo sexo (hombre, mujer) o de un mismo género (homosexual, bisexual, transexual, transgénero y demás), se agreda a terceras personas sentenciándolas a muerte.
La falsa idea de “si no eres como yo” o “si eres diferente a mi” te golpeo, te maltrato, te someto o acabo contigo, es violencia pura; atenta contra los derechos constitucionales y contra todo orden internacional. En pocas palabras, atenta contra la dignidad humana.
Desde una perspectiva religiosa –y aún más, cristiana-, hombres y mujeres, más allá de la preferencia que tengan, son hijos de un sólo Dios, amoroso, tierno, comprensivo, tolerante y, principalmente, Misericordioso.
Nadie puede ser contrario a una disposición divina, como la de “ámense los unos a los otros como yo los he amado”, “ama a tu prójimo como a ti mismo”, “quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra”.
El hombre no es contrario ni contrapuesto a la mujer ni viceversa. Adiós a los odios y rencores hacia el otro o la otra. No es tarea fácil, pero sí es posible y entendible.
Si las mujeres quieren ser escuchadas, respaldadas por un amplio sector social, deben expresar con inteligencia sus inquietudes; de lo contrario, recibirán una respuesta adversa.
@elmerando
Opinion para Interiores:
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Periodista y analista político. Licenciado en Periodismo por la Carlos Septién y maestro en Gobierno y Políticas Públicas por el Instituto de Administración Pública (IAP) y maestrante en Ciencias Políticas por la UNAM. Catedrático. Ha escrito en diversos medios como Reforma, Milenio, Grupo Editorial Expansión y Radio Fórmula.