La Cuarta Transformación en Puebla

  • Guillermo Nares
De la posibilidad de emparejar el orden político poblano con la democratización

Como si fuera luz al final del túnel, la Cuarta Transformación inició al ganar las elecciones presidenciales Andrés Manuel López Obrador. Para Puebla no ha sido fácil traducir dicha perspectiva en frutos inmediatos.

De la posibilidad de emparejar el orden político poblano con la democratización de las distintas regiones en México, nos llenamos de contra sentidos. Dimos un salto hacia atrás 40 años y en un instante nos atrapó una zona de incertidumbre que hoy apenas empieza a dar claves de recomposición política.

Nuestro contexto, lamentablemente, sigue su deterioro en caída libre. Si el gobierno federal un día sí y otro también declara que el viejo régimen dejo un país en ruinas, no nos quedamos atrás. La única diferencia es que mientras desde el poder presidencial se impulsa un modelo nacional, Puebla carece de definiciones.

Como ningún otro estado, en un periodo de 10 años a la fecha, hemos tenido cuatro gobiernos estatales: Sus efectos son una bola de nieve que potencialmente puede amenazar la gobernabilidad local. La ruptura de los ciclos sexenales provocó desequilibrios en los distintos ámbitos de nuestra vida. El resultado de la ruptura del orden constitucional provocado por la mini gubernatura, la gubernatura breve y el interinato que va corriendo, a final de cuentas han generado caos y desorden político, rompimiento total de las rutinas, usos y costumbres del poder público alimentando la franja de incertidumbre. En dicho escenario, la alternancia federal, nutrió el desconcierto. Apareció un gobierno dividido -la oposición morenista con mayoría en el congreso y el gobierno estatal en manos de otro partido- y  gobiernos yuxtapuestos, -gobierno estatal de un partido y gobiernos municipales en manos de otro.

No es desmesurado afirmar que quienes hoy gobiernan no estaban preparados para enfrentar escenarios regionales y de extrema contingencia como el que atraviesa nuestro estado. A la fecha los municipios, todos, vagan a la deriva, sin ton no son. En un buen número de ellos se han instalado pequeños feudos que no han establecido líneas elementales de coordinación gubernamental estatal y federal, ni siquiera han podido tener cierto mérito por cuenta propia para el arranque de gobierno. Nadie les pide cuentas, a nadie le rinden resultados y menos han establecido perspectivas de gestión pública acordes con la política federal.

No existe una agenda de gobierno municipal que tenga algún punto de empate con lo que pretende la 4 T. Es notoria la falta de operación política. No es un problema reducido al arranque de administración. Los mecanismos políticos que hacen  funcionar el esqueleto administrativo quedaron acéfalos. Tantos cambios en la burocracia estatal afectaron la definición política necesaria para el arranque de las administraciones municipales. Si esta ha significado un problema, no es menor lo relativo a la falta de empate con los principales postulados del proyecto presidencia.

Valga un ejemplo: el combate a la corrupción en Puebla es de plano inexistente. Las instituciones encargadas de vigilar y fiscalizar la hacienda pública brillan por su ausencia. El poder legislativo tampoco ha enfocado como prioridad la elaboración de una agenda que revise las actuales leyes relativas a los procesos de rendición de cuentas y las mejore sustantivamente. Ellos mismos -los diputados- son presa de la tradición de discrecionalidad en el uso de recursos. Tendrían que orientar el dinero a las demandas de los municipios y no al ilegitimo rubro de “partida para la gestión de los diputados” (http://www.e-consulta.com/nota/2018-12-30/economia/en-austeridad-diputados-poblanos-se-reparten-cochinito-de-943-mdp)

La austeridad es letra muerta en Puebla y se debe a que la fuerza política que tiende a convertirse en mayoritaria, no tiene instrumentos de control partidario y político que obliguen a sus presidentes municipales y diputados, a tomar dicho supuesto como punto de partida de su evolución política.

El reto de la medianía republicana no acaba de impregnarse en la representación política de Morena. No es el caso solo de los diputados y munícipes, la ambición anti republicana se extiende a sus regidores. ¿Hay diferencias significativas entre lo que ganaba un regidor de la ciudad capital en el periodo pasado con lo que ganan en la administración actual? No. Los morenistas que gobiernan la capital no hicieron de la austeridad una bandera de cambio político. Su comportamiento dista de inspirarse en una de las columnas del discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Dicha actitud denota frivolidad política de implicaciones directas en la gestión pública: denota incapacidad para resolver problemas porque sobreponen sus expectativas de política de botín por encima de la resolución de las demandas de la sociedad. Estas pasan a un segundo plano.

Si el combate a la corrupción es una prioridad del gobierno federal y es muy poco lo que estatalmente se ha empatado ¿Cuáles son las expectativas, en Puebla, para garantizar bienestar, seguridad y respeto a los Derechos Humanos?  No es muy optimista el panorama.

Si bien la búsqueda de unidad se ha planteado de modo correcto, esta tiene que estar sustentada con precisión en un proyecto que aterrice el cambio en Puebla. No hacerlo significa seguir dejando espacios de poder a emisarios del pasado, hoy camaleones en la 4 T.

gnares301@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior