Un ave rapaz sobrevuela el camposanto

  • Fernando Maldonado
Inseguridad y diversos delitos mantienen en jaque a la sociedad. ¿Qué responden los políticos?

Como concepto, la seguridad de los habitantes en este país será rehén de
la clase política en los próximos días. El último remanso de certidumbre
general será producto recurrente de la clase política que no solo se ha
apropiado de nuestra paciencia, sino también de  la esperanza.


La ambición de poder de quienes disputan una tajada del pastel electoral
en México está por convertir en arma discursiva eventos infortunados que
la población rechaza por su naturaleza violenta: robos, asaltos y
homicidios en sus más diversas variantes. Crímenes del fuero común o
crimen organizado que se generalizan, en cualquier rincón de la dolida
geografía.

El fenómeno de la impunidad se cuece aparte, como ingrediente que nutre
una olla de presión que nadie atina a despresurizar.

Hombres y mujeres al amparo de siglas partidistas o por la vía
independiente en la búsqueda del gesto aprobatoria del electorado, con
notoria ausencia de pudor repartirán culpas sin freno. No importa si
correligionarios de partido o compañeros de aventura aliancista han
gobernado con indiscreta negligencia u omisión que permitió el crecimiento
del fenómeno delictivo.

Todas las mediciones realizadas por empresas encuestadoras, en cualquier
estado o municipio del país que tenga un proceso electoral para la
renovación del poder público, arrojan el mismo diagnóstico: la inseguridad
hace meses que se colocó como el principal motivo de desazón del mexicano
promedio.

De acuerdo con la más reciente actualización de la encuesta de
MassiveCaller, la única firma que desarrolló su app para usuarios de redes
indicó que en Puebla el 49.16 por ciento de los habitantes cree que el
principal problema es la inseguridad; en Veracruz, el 52.43. Ambos estados
tienen una elección concurrente para gobernador; en ambos se ubica en un
lejano segundo lugar, el desempleo. De Jalisco, Michoacán, Guerrero o
Tamaulipas, el panorama es el mismo.

Ahí está el caldo de cultivo de los grupos antagónicos a los poderes
legalmente constituidos en las urnas. Sin importar el signo partidista,
serán blanco de la metralla declarativa de la oposición política en la
búsqueda del poder y desbancar al contrario será la principal divisa.

Machacar las condiciones anímicas lamentables ante una ola de criminalidad
que inunda toda capa social tiene un plazo perentorio y será recurrente.
La numeralia es de locura: 78 días para que vayamos a las urnas para
elegir a los 3 mil 400 cargos de elección popular, un nuevo Ejecutivo
federal y nueve gobernadores; senadores, diputados federales y
legisladores locales; ediles y regidores.

En poco más de 15 días comenzarán las campañas locales. Poco tiempo frente a la ambición de poder de unos cuantos. Los gobiernos locales lo saben y en ello han ocupado tiempo y esfuerzo. Un control de daños anticipado por la descalificación que irremediablemente viene.
Es como la danza del buitre, ave rapaz que ronda paciente el último
estertor de la víctima sin remedio, la sociedad toda.

La metáfora es desafortunada pero precisa y exacta. Nadie estará a salvo
pues en toda latitud en este país existe un pesar mayor: la ausencia de
paz y certeza. En el subconsciente colectivo anida el miedo y la
responsabilidad de los políticos es nula.

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Fernando Maldonado

Estudió Ciencias Políticas y ha trabajado en prensa, radio y televisión. Ha publicado en diversos medios. Autor de la columna Parabólica