Esto es
- Fernando Castillo
En las siguientes colaboraciones, realizaré un análisis crítico de los candidatos presidenciales y sus propuestas. Serán textos largos, pues tienen mucho que criticarles, así que agradezco el tiempo que destinen a la lectura. La primera figura a analizar será Andrés Manuel López Obrador y sus propuestas.
Dice el escritor español José Ignacio Torreblanca que en el lenguaje de la contienda política, que se transmite y escenifica a través de los medios de comunicación, el adjetivo «populista» es utilizado para descalificar a quien apela a los bajos instintos del votante con mentiras, groseras manipulaciones y promesas de imposible cumplimiento. A partir de esta conceptualización, estoy convencido que «ya saben quién», es un populista de pies a cabeza.
Y es que el esposo de Beatriz, que va por su tercera campaña rumbo a la presidencia, está demostrando que es un hombre hambriento de poder y obsesionado con ser el Presidente de México. Un individuo que es capaz de recurrir a las más grandes mentiras y a una serie de promesas absurdas, manipulando al elector, engañándolo con un futuro ideal y vendiéndole pedazos de nube.
López es un tipo incoherente y de escaso conocimiento histórico. Oportunista que pretende mimetizarse con figuras históricas del nivel de Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, de los que no toma en cuenta los enormes negativos que tuvieron y que, si el pueblo mexicano fuera conocedor de la historia de su país, tendría en claro que este eterno candidato es un peligro para México.
Experto en llamar la atención, formalizó su registro como precandidato de su partido el 12 de diciembre, pregonando su devoción a la Virgen morena y abriendo un debate estéril sobre si se puede ser juarista y guadalupano. En realidad el mismo Juárez era guadalupano, pues el Benemérito, tan liberal y anticlerical como nos lo presentan en la escuela, en 1848, siendo gobernador de Oaxaca, declaró festivo el 12 de diciembre y ordenó que se le diera escolta a la procesión de la Virgen y se le rindieran solemnidades de artillería, mientras que ya como Presidente, exceptuó en la práctica al santuario de Guadalupe, allá en el Tepeyac, de la aplicación de la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos. Quienes se espantan de una supuesta contradicción entre juarista y guadalupano, o los que veneran a López por ello, quizá deberían de leer más libros.
Y es que si hay algo preocupante en la veneración a Juárez, es precisamente que «ya saben quién» busca ejercer el poder, con la misma obsesión que don Benito y, como él, parece estar dispuesto a lograr su cometido sin importar lo perverso de sus actos y sus alianzas.
Para darle contexto a la afirmación, habrá que recordar que Benito Juárez, en su necesidad de que los Estados Unidos reconociera su gobierno, así como de obtener recursos para financiar una guerra, que en ese momento tenía pérdida, autorizó la firma del tratado McLane-Ocampo, que en los hechos convertía a nuestro país en un protectorado norteamericano. El tratado concedía a los ciudadanos y bienes de los Estados Unidos, el derecho de tránsito a perpetuidad por el Istmo de Tehuantepec; concedía el libre tránsito de tropas, abastos y pertrechos de guerra de los Estados Unidos, no solo por el Istmo, sino también entre los puertos de Guaymas y Nogales, Sonora. El mal logrado tratado cedía a perpetuidad, el derecho de pasó entre las ciudades de Camargo o Matamoros, por la vía de Monterrey, hasta el puerto de Mazatlán y se comprometía el gobierno mexicano a no imponer contribuciones o derechos a las mercancías estadounidenses que transitarán por el Istmo, con excepción de las que se fueran a consumir en el país y, se especificaba en el tratado, que las fuerzas de los Estados Unidos, con el consentimiento o a petición del gobierno mexicano, podrían ayudar a la defensa de los puertos y rutas de dicho Istmo, estipulando también que en caso excepcional de peligro inminente para la vida o las propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, quedaban autorizadas las fuerzas de ese país para obrar en protección de aquellos sin previo consentimiento del gobierno mexicano.
La actuación del nacido en Guelatao se asemeja a la traición, y es gracias a que el Senado de Estados Unidos no ratificó el tratado que éste no entró en vigor. De la misma manera, el hijo de Macuspana no tiene reparos en proponer concesiones a quienes tanto han dañado a México: a los criminales, a los corruptos y a los delincuentes, a fin de obtener su respaldo para llegar al poder.
Juárez fue el creador de leyes, pero nunca gobernó con ellas. Investido siempre de facultades extraordinarias, controlaba sólo ciertos territorios del país, pues quizá por ser de una ideología contraria a la mayoría del pueblo, o por el control que la Iglesia católica ejercía sobre la población, la mayoría de los mexicanos no respaldaban su gobierno. Si no es por el genio militar de los generales de su ejército, a los que después traicionó, Juárez hubiera caído.
López se presenta como un futuro gobernante que hará lo mismo. Se apartará de la ley, porque nunca le ha gustado cumplirla. Pretende un gobierno plebiscitario en el que, por voluntad del pueblo, la ley sea desconocida. Esta es la actitud típica de los gobiernos dictatoriales y despóticos. La idea de desaparecer a las fuerzas armadas y los cuerpos policiacos, para crear una Guardia Nacional bajo su mando, solo busca allegarle un ejército personal para ejercer el poder con la fuerza y no con la Ley.
La alianza del marido de Beatriz con un partido como Encuentro Social, con el que MORENA tiene las más extremas diferencias, en mayor número que las escasas coincidencias, es una muestra de que no hay principios para guiar su proyecto, sino sólo una enorme necesidad de votos, que se debe satisfacer sin importar la contradicción ideológica. Parece incomprensible que después de integrar a Sergio Mayer, a Lilly Téllez, a Marcos Fastlicht, a Gabriela Cuevas y al Partido Encuentro Social, todavía diga López que su movimiento es la verdadera izquierda.
López tiene unos conceptos de lealtad muy discutibles, pues para él, como decía Georges Clemenceau: «Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro. Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro».
Pretendiendo exaltar la gestión de Juárez, que por lo demás no tuvo la oportunidad de ser un presidente efectivo, pues la mayor parte de su gestión anduvo a salto de mata y en terrenos donde la mayoría del pueblo le era hostil, afirma que quiere que su gabinete, cuyos nombramientos hizo sin ganar la elección, sea recordado como el mejor y hace referencia al gabinete de don Benito. Lo que López no dice es a cuál de los muchos gabinetes juaristas se refiere, pues durante la gestión de aquel hubo 24 nombramientos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, 25 en Gobernación, 29 en Hacienda y 16 en el de Guerra y Marina.
Por otro lado, «ya saben quién» afirma que seguirá los pasos del general Lázaro Cárdenas. López pretende un gobierno tan paternalista como el del michoacano, con la salvedad de que ya no hay tierras que repartir y de que los recursos económicos difícilmente alcanzaran para darle, a una población mucho mayor a la de los años 30’s, millones de pesos de dinero público a cambio de no hacer nada.
En algún punto sí es posible encontrar similitudes entre el General Cárdenas y el eterno candidato López. El morenista, como el general, es hombre de discursos lentos, repetitivos y torpes. Esta dificultad para hilar ideas permite, en el caso de «ya saben quién», brincar de tema en tema y de propuesta en propuesta, sin concretar en ninguno y sin decir cómo las pondría en marcha. En los aspectos económicos no dice de dónde saldrán los recursos, mientras que en temas de seguridad y justicia, va desde la aplicación irrestricta de la ley, hasta la amnistía para determinar a quién sí y a quiénes no aplicar esa ley.
La idea de seguir los pasos de Cárdenas es de lo más peligrosa, pues el michoacano fue el protagonista de la más grande purga política del México moderno. No sólo decretó la expulsión de Calles, sino persiguió, desaforó y encarceló a diputados y senadores callistas, por delitos de rebeldía y sedición. El General michoacano, en su afán de consolidarse como el pastor de un rebaño, más que como el líder de un país, toleró y solapó movimientos huelguistas que arruinaron a la clase empresarial, a menudo obligada a pagar millonarias indemnizaciones por conflictos laborales inexistentes o pagar meses de holgazanería de sus empleados, que paraban una empresa sin razón en las llamadas «huelgas solidarias».
Además, la historia del General, chocaría con el eterno discurso anticorrupción, pues el general gozó de un retiro dorado. Gonzalo N. Santos, cacique revolucionario, narra en sus memorias cómo le sorprendió el lujo que vio en la casa del general Cárdenas, cuando fue invitado por el ya expresidente.
La realidad es que si el marido de Beatriz llegara a la presidencia, su gobierno distaría mucho de ser algo memorable y sería una extraña mezcla de los gobiernos de Santa Anna, Echeverría y el otro López, López Portillo.
Los dos Méxicos de López
El ya citado José Ignacio Torreblanca nos dice, en un espléndido reportaje de la revista semanal de El País, que se distingue a un populista porque busca la complicidad del pueblo, en lugar de interpelar a la ciudadanía. Que al populista se le detecta, además, en la aspiración de dividir y polarizar a la ciudadanía en dos grupos antagónicos.
«Ya saben quién» es un hombre que ha polarizado a la sociedad mexicana, dividiendo a los ciudadanos en dos grupos: el pueblo bueno, el que está con él, y el pueblo malo, el que no lo está y al que concentra en esa organización -tan irreal como plural y pintoresca- a la que ha llamado «La Mafia del Poder».
Al hacer la división, también se considera el redentor que puede perdonar o condenar, según la persona quiera pasar de un bando a otro.
La actitud de López no es sólo un discurso de campaña. La división entre los «muy blancos» y «los morenos», así como el uso del apelativo de «pirrurris» y el hecho de que evite tomar una posición clara en ciertos temas hasta en tanto no tome el poder, como el caso de los matrimonios entre personas homosexuales (que son rechazados por el PES, su aliado), son una muestra clara de que, en caso de llegar a la presidencia, no será un gobierno para todos, como sucede con todos los gobiernos populistas, que consideran que si lo son, estarían atentando contra su movimiento y disolviendo la identidad nacional.
Ejemplo de esto es que, en su gestión como jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, menospreció una marcha ciudadana que reclamaba seguridad y, cuando se dio el lamentable homicidio de Fernando Martí, se dice que la primera reacción de López fue decir «un pirrurris menos».
El populista y la economía
No hay duda de que el marido de Beatriz es un populista y, como tal, es un hombre sin principios ideológicos. Y es que el populismo, como dice George Packer, es una actitud y una retórica, más que una ideología. Los populistas plantean la lucha del bien contra el mal, aportando soluciones simples a problemas complejos.
Y es que basta repasar un poco las absurdas ocurrencias de López, para darnos cuenta del profundo desconocimiento del precandidato sobre cómo propiciar y sostener importantes niveles de crecimiento, sobretodo si consideramos que trae la receta de rancias ideas y viejas políticas.
En primer término, la idea de reimplantar la figura de los precios de garantía para algunos productos agropecuarios, ilustra la poca idea del mercado actual y el escaso conocimiento histórico del campo mexicano.
Los precios de garantía en nuestro país se fijaron a partir del año de 1953 para el maíz, el frijol y el trigo exclusivamente y tenían tres propósitos fundamentales: garantizar al productor un ingreso mínimo, lograr una mayor producción y reorientar el patrón de cultivos según las prioridades nacionales. Sin embargo, nunca hubo un consenso sobre cuál debería ser la fórmula para determinar los precios o la rentabilidad que debería asegurarse al productor, por lo que no es fácil dar con la fórmula para obtener los precios que ha ofrecido López.
Ahora, la figura del precio de garantía no fue siempre efectiva y generó distorsiones de Mercado. Por ejemplo, en 1985 la tasa de rentabilidad del frijol fue 2.74 veces la del maíz, pero la de la soya fue 28 por ciento menor. Este tipo de distorsiones nos llevarían a que, si en un ciclo agrícola la rentabilidad que obtenga el agricultor sobre cierto producto, es menor al de otro producto, al siguiente ciclo lo más lógico será que el primer productor cultive el otro producto, el de mayor rentabilidad garantizada, creando excedentes del mismo y faltantes del otro, lo que haría forzosa su importación a fin de satisfacer la demanda nacional.
Lo que «ya saben quién» propone, es una estupidez, por decirle de una forma amable. Es una receta que contradice su plan de que el campo mexicano produzca el 100 por ciento de la demanda del país y esta política ha sido un fracaso, tan es así que, hacia 1988, los precios de garantía prácticamente se habían abandonado y, salvo el maíz y el trigo, los precios de los productos agropecuarios se fijaron mediante una negociación entre productores y compradores, con intervención de la SARH y la SECOFI.
Ahora, conforme a la economía se ha ido liberalizando, el gobierno ha tenido que sacar las manos de los mercados. Nuestro país tiene un alto número de Tratados de Libre Comercio signados y en términos de estos, la fijación de precios de garantía sería considerada «dumping», una práctica desleal que cerraría las puertas de mercados internacionales a productores mexicanos y facultaría a los otros Estados en parte a fijar aranceles o cuotas compensatorias, dificultando el libre comercio y creando una distorsión en los mercados que sería perjudicial para los productores mexicanos.
En el mismo sentido, es absurda esa propuesta, electorera e irracional, de ofrecer una beca mensual de 2 mil 400 pesos, a 300 mil jóvenes para garantizar su derecho al estudio.
Yo no sé qué calculadora utiliza «el innombrable», pero implementar este programa tendría un costo al erario de 8 mil 640 millones de pesos anuales, sin considerar el gasto operativo. Esta cantidad representa más que el presupuesto que la Secretaría de Relaciones Exteriores ejercerá en este 2018. Y pretende que se entregue a los jóvenes que son rechazados por el sistema educativo público. Estudiantes de niveles medio-superior y superior, rechazados en los exámenes de admisión escolares.
Lo que en verdad es necesario, es establecer una política pública que fortalezca la educación técnica y promover programas institucionales de orientación vocacional, al tiempo que se perfeccionan los procesos de selección, ingreso y evaluación en las universidades públicas, fortaleciendo sus vínculos con la comunidad empresarial e ideando métodos que fortalezcan su presupuesto y su autonomía (de las que la tienen), a fin de que amplíen su matrícula en las áreas que el país vaya necesitando.
Quitar exámenes de admisión y regalar dinero, es un despilfarro de recursos que, en el mejor de los casos, sólo favorecerá que sigamos teniendo médicos, abogados y contadores, detrás del volante de un taxi, mientras que se limita la llegada de inversión extranjera y el crecimiento de la industria, por la falta de técnicos y operarios que satisfagan su necesidad de mano de obra. Eliminar los filtros de ingreso y los procesos de evaluación universitarios, es condenar a la sociedad a cargar con la mediocridad de sus profesionistas.
En ese mismo sentido el pago de 3 mil 600 pesos a los llamados «ninis», es sólo dispendio sin sentido del dinero público. No sólo López no ha dicho de dónde saldrían los recursos (un argumento real y factible, más allá de que saldrán de eliminar la corrupción), sino que no se plantean fines específicos del programa, su duración y la meta que se pretende alcanzar.
Para precisar el punto, debe tenerse claro que no son solo 2 millones de «ninis» los que hay en el país, ni los que necesitan atención a su condición. Según la OCDE, el número de personas que no estudian ni trabajan es del 22% de la población de entre 15 y 29 años, por ahí de ocho millones de mexicanos. Pagar este «sueldo» a cada uno, representará un gasto mensual de 28 mil 800 millones de pesos, que multiplicados por los doce meses de un año, representan una erogación de 345 mil 600 millones de pesos, cantidad que equivale al 45 por ciento del dinero que, en 2017, se entregó a las entidades federativas por concepto de participaciones federales.
La absurda propuesta de «ya saben quién», es una propuesta electorera e inviable, pero que, sobre todo, generaliza a este sector poblacional sin atender situaciones específicas. La propuesta de López, por ejemplo, deja de ver que la proporción de personas que no estudian ni trabajan aumenta conforme a la edad, siendo el 17 por ciento de personas entre 15 y 19 años, el 23 por ciento de los de ente 20 y 24 años y 27 por ciento de los que están entre los 25 y 29 años. El porcentaje restante se encuentra fuera del rango de edad de los que la OCDE considera «ninis».
Cada grupo de edad requiere de atención específica y no sólo el ofrecimiento, vago e impreciso, de otorgar un sueldo por capacitación en empresas y talleres que no van a contratar a todo el que capaciten.
Lo que se debe de hacer es dar educación en los sectores más jóvenes, innovar y crear programas educativos de calidad y una intensa orientación vocacional, acorde a las demandas del mercado. Se requiere favorecer la educación técnica y programas de apoyo a emprendedores, facilitando la creación, e incluso, la importación de tecnología para detonar el crecimiento económico, aumentar la productividad y mejorar la calidad de vida y expectativas de futuro de los jóvenes.
Pensar en dar un sueldo y capacitar en las empresas, es no tener la más mínima noción del funcionamiento económico de los mercados y una estupidez más de López. Esta propuesta generaría un exceso de mano de obra no calificada y ocasionaría una distorsión del mercado laboral, que provocaría un freno al crecimiento de los salarios, e incluso una baja en los mismos.
La explicación es muy sencilla. Pensar en que tener una mano de obra, disponible y capacitada, de millones de potenciales empleados, implicaría pensar también en tener disponibles plazas laborales para este número de personas, lo cual es difícil de generar en prácticamente cualquier país del mundo y virtualmente imposible en México, donde hoy nos felicitamos por lograr un récord de creación de empleo en un sexenio, con poquito más de 3 millones de empleos en cinco años, y de los cuales, muchos son simplemente una formalización de los ya existentes, además de incluir en la cifra récord empleos profesionales, calificados y todos aquellos cuya capacitación no se dio en los talleres y empresas, sino en institutos y universidades.
Este excedente de mano de obra, producto de mayor disponibilidad de ésta sin incrementar la oferta laboral, por no tener la inversión para crear industria nueva o expandir aceleradamente la existente, genera una distorsión del mercado laboral y amenaza los salarios, pues más allá de los discursos románticos, en los hechos la mano de obra es un insumo más de la cadena de producción y si esta abunda, al aumentar en mayor proporción que la demanda de trabajadores, el «precio del trabajo» (por llamarlo de alguna manera) reflejado en el salario, tenderá a la baja, pues ante la abundancia de mano de obra se encontrará a alguien, posiblemente más joven, que por tener un empleo hará el mismo trabajo por un salario menor que otro trabajador.
Lo que en verdad hace falta es establecer las condiciones ideales para fomentar la inversión privada, que genere los empleos necesarios e impulse el crecimiento del país. Un buen proyecto deberá contar con un ambicioso programa de inversión pública, destinada a la construcción de la infraestructura necesaria, la creación de instituciones educativas donde se prepare al futuro trabajador, así como de estímulos fiscales para la atracción de inversión y capacitación de personal. El efecto será el contrario al que generaría la absurda idea de López, pues entonces lo que sucedería es que al crecer la demanda de mano de obra, los salarios se incrementarían, bajo la premisa de que si un trabajador es competente y productivo, puede ser aprovechado por otra empresa donde, para lograr su contratación, ofrecerían un salario mayor. Además, el efecto sería en cascada, pues una mejora salarial permea en toda la economía. Los incrementos salariales deben ser sólo definidos por el mercado y no como una medida gubernamental. Venezuela es la cuna de las ideas de López y también el lugar donde se hace evidente su fracaso.
Los populistas son muy dados a la solución simple de cualquier problema; regalar dinero es su solución más sencilla. Sin embargo, lo que se necesita es un verdadero proyecto a futuro, del cual carece el marido de Beatriz.
Seguridad
En temas de seguridad, «ya saben quién» ha planteado la creación de una Guardia Nacional, la que en un principio dijo se conformaría con 214 mil 157 soldados y 55 mil 574 marinos, para que ésta se encargue de la seguridad pública en sustitución de las fuerzas armadas, una vez que éstas vayan saliendo de manera paulatina. Yo no sé por qué los populistas traen esa idea de que con cambiar de nombre han creado algo nuevo. En los hechos, esta Guardia Nacional serían fuerzas armadas (por estar confirmada por soldados y marinos), con lo que la estrategia en sí no habría variado. Después ha dicho que integraría en esta Guardia Nacional a todo el ejército, la marina y las policías, creando en los hechos un ejército personal.
López también plantea una amnistía como medida para acabar con la inseguridad y la delincuencia. Propuesta que al paso de los días se ha vuelto contradictoria y que, aunque se citan ejemplos internacionales, es inaplicable en el contexto nacional.
En otras naciones, particularmente Colombia, que es el ejemplo preferido de López, las determinaciones que han concedido la amnistía a grupos violentos parten del reconocimiento, aunque sea mínimo, del fondo ideológico o moral que sustenta la violencia que estos grupos desatan. La amnistía es, en todo caso, parte de una estrategia y base de los acuerdos que tienden a desactivar el grupo violento, pacificar la Nación y lograr que los reclamos de estos grupos se canalicen por la vía democrática. La situación en México es completamente distinta.
El problema de violencia que existe en nuestro país está originado por la debilidad de las instituciones de seguridad pública, principalmente las de las entidades federativas, que han fallado en su misión de combatir eficazmente al crimen y que muchas de estas instituciones se han visto infiltradas por el mismo.
Amnistiar a los delincuentes es tanto cómo convalidar sus crímenes y es una medida que no va a llevar a la pacificación del país, pues la mayor violencia es causada por grupos que no pelean por realidades subjetivas o por instauración de modelos ideales; la violencia en México es producto de la lucha de intereses económicos, por las multimillonarias ganancias que estos grupos obtienen a partir de los ilícitos que cometen. Pensar en la amnistía es rendir al Estado ante el crimen, negociando una hipotética -y muy improbable- paz a cambio de la impunidad, negociando la justicia y la aplicación de la ley en beneficio exclusivo de los delincuentes.
La cuestionada propuesta se ha tornado contradictoria y hace patente el desconocimiento de la realidad de la materia, pues de inicio se planteó como una forma de acabar con la violencia y, luego, se dijo que la amnistía sólo sería en beneficio de aquellos que, por falta de oportunidades han visto en el delito la única opción de supervivencia, particularmente los campesinos dedicados al cultivo de enervantes. La violencia no se desencadena por estos agricultores, sino por las organizaciones criminales que se han apropiado de territorios, por encima del menguado poder del Estado. En México se pelean las plazas y las rutas de trasiego de mercancías ilícitas, no los campos de cultivo. Dentro de los grandes capos del crimen organizado, algunos nunca han tocado la droga, pero han establecido zonas bajo su control y el Estado no ha podido con ellos.
Lo necesario -y verdaderamente urgente- es generar una estrategia que implique, por una parte, la preparación y adiestramiento eficaz de las fuerzas policiales locales y que, si por excepción, las fuerzas federales deben intervenir, su misión sea temporal y tenga un programa claro, diseñado para contener la amenaza. Debe de realizarse un programa y un calendario responsable, para que a la brevedad, la autoridad civil se vuelva a hacer cargo de la seguridad pública. Todo esto con los objetivos de hacer valer el imperio de la Ley, de prevenir el delito y de crear un entorno de paz y justicia, pues el delincuente debe ser presentado ante las autoridades judiciales, juzgado en un juicio justo y, demostrada su culpabilidad, sometido a programas efectivos de reinserción social.
López no tiene capacidad para enfrentar esta tarea, pues su candidato a secretario de Seguridad Pública desconoce la materia y el marido de Beatriz no se ha distinguido por ser un partidario de fortalecer las policías, por el contrario, las ha abandonado. Durante su gestión como Jefe de Gobierno, del entonces Distrito Federal, los índices de inseguridad se elevaron y en el caso de 3 policías linchados en Tláhuac, evadió su responsabilidad diciendo que «el pueblo se hizo justicia», aunque después se comprobó que los policías eran inocentes.
El segundo mejor alcalde
Mucho se presume en la campaña acerca de el periodo en que López fue jefe de gobierno en la hoy CDMX, y su reconocimiento como el segundo mejor alcalde del mundo.
El segundo lugar obtenido en 2004, se determinó a partir de una encuesta en internet, que no había permeado a la sociedad a los niveles actuales, en la que participaron 35,000 votantes en todo el mundo.
Pero la realidad es que lo que hizo «ya saben quién» en la CDMX, dista mucho de ser algo que se pueda presumir.
En materia de seguridad, recibió la exigencia de medio millón de personas, en la marcha más grande de que se tenga registro, de brindar seguridad, pues es un tema que se le escapó de las manos. Marcha que menospreció afirmando que era una manifestación de «purrurris».
No fue nunca un gobernante eficiente en brindar seguridad a sus gobernados. Para muestra basta ver el repunte en las extorsiones, pues datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Publica indican que, durante la gestión de López, se pasó de 2.27 casos de extorsión por cada 100 mil habitantes en 2001, a 5.22 casos por cada 100 mil habitantes en 2005.
En el aspecto económico, «ya saben quién» no se distinguió por ser un gobernante que impulsara el crecimiento de la CDMX. Durante su mandato, el PIB de la CDMX tuvo un crecimiento raquítico, pues apenas pasó de crecer 1.17 por ciento en 2001, a crecer 1.61 por ciento en 2005, según cifras del INEGI. Estos números están muy por debajo de la media nacional.
Esto se puede explicar, en parte, en la incapacidad de atraer nuevas inversiones. Particularmente la inversión extranjera, cayó terriblemente, al pasar de 10 mil 211 millones de dólares en 2001 a 6 mil 239 millones de dólares en 2005, según datos de la Secretaría de Economía.
Lo que sí creció con «el innombrable» fue la deuda pública, qué pasó de 32 mil 788 millones de pesos en 2001 a 41 mil 439 millones de pesos en 2005, según datos del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas.
Esta deuda, ocupada en gran medida para la gran cantidad de subsidios y dádivas, implantadas por el marido de Beatriz, o contribuyó a combatir eficazmente la pobreza. De hecho, la pobreza, el gran negocio de López, creció en la CDMX durante su gestión.
De acuerdo con datos del CONEVAL, durante la administración de «ya saben quién», la pobreza alimentaria tuvo una disminución marginal, al pasar del 5.8 por ciento en 2001, a 5.4 por ciento de la población en 2005, sin embargo, la pobreza patrimonial, en la que se engloban a aquellas personas que, aún utilizando todo su ingreso, no pueden cubrir sus necesidades de alimentación, salud, vestido, vivienda, transporte y educación, pasó del 28 por ciento de la población en 2001, al 31.8 por ciento de los habitantes de la CDMX en 2005.
Aunque presumen mucho la construcción del segundo piso del periférico, la realidad es que fue una obra llena de inconvenientes técnicos, que ya no es funcional, pues la construcción de este tipo de vialidades no son de efecto duradero y solo solucionan el problema de congestionamiento vial unos cinco años, incentivan el uso del automóvil, y son estéticamente espantosos. No importa que lo paguen los ciudadanos, el daño ambiental es tremendo.
Lo necesario eran políticas que favorecieran una mejora y ampliación autosustentable del transporte público, que López prefirió no establecer.
Fueron segundos pisos opacos, que sólo se transparentaron los contratos hasta la llegada de nuevas administraciones, pero que él prefirió mantener en secreto.
El transporte público, malo, ineficiente y no regulado, fue una medida más para regalar dinero público, a través de onerosos subsidios, pues su política siempre ha sido administrar la pobreza y regalar recursos como medio disfrazado de compra de votos. Esa es la lógica de las pensiones a adultos mayores o a madres solteras, o el reparto indiscriminado de pipas de agua, en vez de un programa intenso de reparación de la red hidráulica.
López se rodeó de corruptos, como Bejarano y Carlos Ímaz, captados en video recibiendo dinero en efectivo de un constructor, como apoyo a la campaña política del marido de Beatriz. De estos personajes, uno es y el otro fue, parejas sentimentales de sus más cercanas colaboradoras, Dolores Padierna y Claudia Sheinbaum. Además de ello, su desesperación de lograr votos en su tercera campaña presidencial, le han llevado a suscribir los acuerdos más perversos con lo peor de la política mexicana, como los exgobernadores Leonel Godoy, Manuel Bartlett y Fausto Vallejo, quienes han sido ligados con el crimen organizado.
La universidad creada por «ya saben quién» está considerada como una de las peores, con bajos niveles de titulación y, dada la inexistencia de examen de admisión y reglas de permanencia, refugio de fósiles que sólo ordeñan el presupuesto público.
¿Un peligro para México?
Más allá de su escasa preparación y nulas propuestas reales, el gobierno de un populista como López, si es una amenaza para la economía y el Estado de Derecho en México.
López carece de capacidad para gobernar o está rodeado de gente peligrosa. No sólo es la idea de que sacar petróleo es como sacar agua, o que para obtener la paz hay que entregar el país, el más grande problema es que una hipotética presidencia del marido de Beatriz representa el posible ascenso de un grupo de corruptos y delincuentes al gobierno de la República, además de un retroceso de 40 años hacia políticas fallidas.
López representa la administración de la pobreza con fines políticos, robándole el futuro a millones de mexicanos de las generaciones venideras.
«Ya saben quién» es la amenaza de la perpetuación del PRI, porque representa a lo peor del PRI.
«Ya saben quién» no es el gobernante que México necesita. No es la cara amable que muestra el documental «Esto soy», ni la figura mítica creada en los promocionales. López es el eterno perdedor y un hombre sin capacidad para gobernar. Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México.
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