No hay casualidades en Pemex, hay causalidades

  • Héctor Guerrero
Este país no puede permitirse que su empresa petrolera se hunda en la ineficiencia y la corrupción

El naufragio de Pemex y su sindicato no es obra de la casualidad. Es la consecuencia de años de corrupción, omisión y negligencia que hoy explotan en la cara de sus trabajadores, los mismos que arriesgan su vida en plataformas cada vez más decadentes, mientras los seudo líderes sindicales se regodean en su impunidad.

La huelga de hambre iniciada el pasado 10 de febrero en la plataforma Pol-Alfa no es un hecho aislado ni fortuito. Doscientos trabajadores decidieron tomar una medida extrema: dejar de comer, porque de cualquier manera lo que reciben como "alimento" es una burla indigna y peligrosa.

La empresa contratada para proveer comida dejó de cumplir con sus obligaciones debido a la falta de pago de Pemex, lo que ha derivado en enfermedades gastrointestinales y en una clara violación del Contrato Colectivo de Trabajo.

Y ante esto, el sindicato, ese elefante blanco que debería velar por los derechos de los trabajadores, guarda un silencio cómplice, no lo ve, no lo oye, es más importante abrir un salón de fiestas.

Desde el 16 de enero, la queja formal de los petroleros fue enviada al secretario del trabajo adjunto para Pol-Alfa, Arturo González González, y a la Comisión Mixta de Seguridad e Higiene. ¿Y qué hicieron? Absolutamente nada, porque para la Sección 47 del sindicato, los problemas de la base obrera no son más que un murmullo lejano que no amerita atención; su mayor logro es un salón de fiestas y que a fuerza le digan líder al patiño de siempre y exconvicto, Víctor Matías Hernández Colunga.

Y el Secretario General, Ricardo Aldana Prieto, cómodamente instalado en su trono sindical hasta 2030, sigue demostrando que lo suyo no es la defensa de los trabajadores, sino la administración de sus miserias.

Pero si esto ya es grave, lo ocurrido el 14 de enero es criminal. Alexander Cardiel Díaz, un trabajador petrolero, murió por negligencia en una plataforma de Pemex.

Informó que se sentía mal, pidió un traslado de emergencia, pero no había aeronaves disponibles. Cuando finalmente fue evacuado, era demasiado tarde. Su vida se apagó en el aire, víctima de la desidia de una empresa que no invierte en seguridad, un servicio médico que ya no existe y de un sindicato totalmente negligente.

Estos no son casos aislados. Son parte de una cadena de irresponsabilidades que han convertido a Pemex en un peligro latente para sus propios empleados.

En los últimos seis años, se han registrado diez accidentes en plataformas, con un saldo de once muertos y cuarenta y dos heridos. A esto se suma el endeudamiento millonario con proveedores, la parálisis en obras esenciales y un sindicato convertido en una madriguera de burócratas que solo velan por sus intereses.

La crisis en Pemex no solo afecta a sus trabajadores directos, sino que arrastra consigo a cientos de subcontratistas y sus familias.

La falta de pago a proveedores ha generado despidos masivos y un efecto dominó en la economía de Campeche y Tabasco, regiones que dependen en gran medida de la actividad petrolera.

De acuerdo con datos del Clúster de Energía, la deuda total de Pemex con proveedores supera los 400 mil millones de pesos, lo que ha dejado a pequeñas y medianas empresas al borde de la quiebra.

Por si fuera poco, la falta de mantenimiento en las plataformas incrementa los riesgos de accidentes fatales. Ingenieros y especialistas han advertido que muchas estructuras han sobrepasado su vida útil y presentan fisuras alarmantes.

Sin embargo, las licitaciones para obras de mantenimiento han sido suspendidas o retrasadas, en parte debido a la crisis financiera y a la opacidad en la gestión de recursos.

Nada de esto es casualidad. Es la consecuencia lógica de una estructura corrupta, de una empresa que ha sido saqueada y de un sindicato que ha servido más como cómplice que como defensor. Pemex no puede permitirse seguir operando así.

Este país no puede permitirse que su empresa petrolera continúe hundiéndose en la ineficiencia y la corrupción. Es momento de que los responsables den la cara, de que la dirigencia sindical deje de ser una casta intocable y de que los trabajadores dejen de pagar con su vida la incompetencia de sus líderes. Porque si este gigante sigue sin cabeza, lo único que le espera es el colapso definitivo.

La tragedia de Pemex no es un accidente ni un fenómeno inexplicable. Es el resultado de decisiones negligentes, de una dirigencia sindical podrida y de una estructura que ha normalizado la impunidad.

Cada muerte, cada huelga y cada plataforma al borde del colapso son señales de una crisis anunciada. No hay casualidades, hay causalidades, y hasta que no se rompa este ciclo de corrupción e indolencia, el destino de Pemex y de sus trabajadores seguirá marcado por la tragedia.

Tiempo al tiempo.

@hecguerrero

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Héctor Guerrero
Periodista con más de 30 años de experiencia. Fue coordinador de Gestión Informativa y Corresponsales del periódico Reforma, además de director de Tiempo Real y PoliticaMx, entre otros cargos. Apasionado y en línea con la política y el deporte.