Brasil, corrupción y política
- René Sánchez Juárez
Tal como describimos en este mismo espacio hace un mes, el impeachment o juicio político que enfrenta Dilma Rousseff por parte de sus opositores y hasta algunos ex-aliados, pasó al Senado y los legisladores de la Cámara Alta, también dieron su aval y con ello procedió la destitución temporal hasta por 180 días.
Quien ocupa el poder en este periodo es el Vicepresidente Michel Temer, quien ha sido acusado de traicionar a Rousseff y apoyar a los legisladores que aprobaron el enjuiciamiento político.
Votaron a favor del juicio 55 de los 81 senadores, dando paso a la inminente destitución. Los cargos ya los mencionábamos “haber maniobrado con las cuentas del Estado para esconder el déficit, retrasando pagos para los planes sociales a bancos estatales; investigada por el financiamiento de la campaña electoral de 2014; y por el escándalo conocido como Petrolão en el que hubo sobornos millonarios a través de la petrolera estatal Petrobras.”
Dilma asegura que esto es un golpe de Estado, que ella no actuó de mala fe, que las acciones que emprendió habían sido llevadas a cabo por sus predecesores sin consecuencias, que son los políticos de derecha quienes apuestan por desestabilizar su gobierno, el cual ha sacado de la pobreza a más de 35 millones de brasileños. Sin embargo, con el poco crecimiento económico en los últimos años, no cuenta con el respaldo social necesario, para enfrentar esta crisis y ahora tendrá que defender su postura apoyada por sus verdaderos aliados, principalmente Lula y el Partido de los Trabajadores del Brasil.
El presidente interino Temer, ha anunciado que seguirá la ruta del recientemente electo presidente de Argentina Mauricio Macri recortando el gasto público y privatizando empresas del Estado, y alineándose al modelo neoliberal como lo han hecho los nuevos gobiernos sudamericanos.
Como lo observamos hace un mes, el juicio político contra Dilma, podría traer consigo inestabilidad política, debilitamiento de las instituciones y de la democracia en Brasil.
Una vez que se tenga listo el dictamen por parte de los senadores se volverá a votar para conocer el destino final de Dilma Rousseff, de acuerdo a las pruebas que presente. Para la destitución permanente se necesita el voto de tres cuartas partes; es decir, 54 de los 81 senadores, recordemos que para que fuera removida la semana pasada era una mayoría simple y se lograron 55 uno más del que necesitan para la remoción definitiva.
El proceso de juicio político aún está por definirse, lo que comenzó con un pequeño comité en la Cámara baja, hoy está a sólo 54 votos de senadores para consumar lo que podría ser el primer “golpe legal de Estado” del milenio. Algo que al parecer podría repetirse con el presidente Maduro en Venezuela. Lo más paradójico del caso brasileño, es que la corrupción sigue siendo uno de los principales problemas que aquejan a la política y a los políticos en América Latina. Más aún cuando quienes hoy enjuician a la presidenta Dilma, están en una buena parte indiciados por actos de corrupción, incluido el vicepresidente Temer.
Opinion para Interiores:
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Politólogo y Maestro en Ciencias Políticas. Académico de la BUAP. Sindicalista y dirigente FROC-Puebla. CONLABOR. Ex Diputado Local y Federal