La violencia de género ó el género de la violencia

  • Lilia Vásquez Calderón
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                                                          Existe un lenguaje de la violencia.

Es un lenguaje que juzga, desvaloriza,

niega la existencia de los demás,

hace caso omiso de sus emociones…

Pero existe el lenguaje de la no violencia, el que

escucha y respeta, el que reconoce al otro,

comparte emociones y expresa necesidades.

Filliozat Isabelle, 2007:161

Cada año el 8 de marzo se conmemora el día internacional de la mujer, pareciera que a fuerza de repetir dicho evento serán reconocidas, aceptadas y respetadas, la producción de discursos, libros y leyes es amplia y variada, le demanda se expresa en diversos foros y espacios, lamentablemente todos estas voluntades, aún dejan una deuda pendiente y un largo camino por recorrer.

La violencia de género comprende a hombres y mujeres por igual, integra lo masculino y lo femenino. Históricamente se ha impuesto un discurso donde se niega a la mujer, se le devalúa y encuadra en lo privado; en oposición al hombre le corresponde el reconocimiento,  la valoración y lo público. En este sentido hay un constructo ideológico que genera una disputa entre los sexos, que separa y condena a una lucha permanente  hasta el fin de su existencia. La única forma de reconocerse es negando la existencia del otro.

Por lo tanto la posibilidad de construir una relación de iguales y crecimiento juntos se ve obstaculizada. De ahí que la violencia se considere como toda coacción física o psíquica sobre la vida de una persona para obligarla a algo (muy parecido al concepto de poder en Weber), se persigue el control de la persona, la dependencia y la subordinación, en caso extremo la negación total, para obtener todo tipo de beneficio, el miedo es el recurso más importante. En consecuencia toda actividad esta encauzada a  quitar el sentido de existencia a la persona, ya sea hombre o mujer.

En el caso de las mujeres se promueven actitudes y conductas orientadas a la negación de sí misma, la castidad, bondad, sacrificio, abnegación, obediencia, el amor a los padres, hermanos, pareja  e hijos es lo esencial en la vida, el cuidado de la familia marca su vida. Las aspiraciones personales, proyectos pasan a segundo término, en la mayoría de los casos se postergan o renuncia a ello.    

El género de la violencia se le asigna al hombre como una condición natural inherente así mismo, la agresión es propia de su género, el uso de la fuerza, el dominio, el ejercicio del poder y la imposición del miedo lo vuelven un sujeto iracundo.  Se genera un discurso androcéntrico, el referente es el hombre en su condición histórica social por lo que  se reconoce como único e indispensable. Concibe a la mujer como un objeto al que hay que poseer y desechar. La cuota que tiene que pagar es renunciar a su capacidad emotiva, espontanea.  

En consecuencia toda relación humana que esta orientada a negar, juzgar y dominar, promoverá actitudes centradas en la violencia, limitará el desarrollo de la persona y cultivará el miedo como única forma de vida, ello incluye e hombres y mujeres. De ahí que es prioritario construir y aprender a vivir en un ambiente que se caracterice por:   

  • Promover en nuestra vida diaria una relación de respeto y confianza es fundamental.
  • Aceptar nuestra fragilidad humana, reconocer nuestras carencias, descubrir nuestro potencial es lo prioritario, para con ello crecer en forma autónoma, responsable y desarrollar nuestro proyecto de vida.
  • En un gesto de humildad es necesario ponernos en el lugar del otro, reconocerlo y aceptarlo.
  • Aprender de los errores, admitir y enmendarlos es lo mínimo que podemos hacer 
  • Compartir nuestras emociones, temores, odios, fobias nos ayudaría a entendernos un poco más.
  • Cultivar la capacidad de comunicarnos, escuchar, observar, degustar, tocar, oler y sentir nos haría más grata la existencia.
  • Procurar alimentarnos, ejercitarnos, descansar, reírnos, llorar y sentir es una tarea diaria.      

La violencia de género ó el género de la violencia no se va a resolver de manera inmediata, hay que trabajar día a día, en forma gradual con cada persona, en la familia, con la pareja, los hijos, amigos, alumnos y colegas. Son las pequeñas acciones las que transforman a las personas, los actos de generosidad, solidaridad y pertenencia nos devuelven la calidad y la calidez en nuestra existencia; aprender a vivir con ello es nuestra responsabilidad.

También es violencia que no aparezcan los 43 estudiantes de Ayotzinapan, vivos se los llevaron, vivos los queremos.

Facebook: Lilia Silvia Vásquez Calderón

Correo: liliasilvia@yahoo.com

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Lilia Vásquez Calderón

Lilia Silvia Vásquez Calderón, Licenciada en psicología, maestra en derecho.

Coordinadora Académica del posgrado del  Centro de Ciencias Jurídicas de Puebla (CCJP)

Docente jubilada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, BUAP.