Y Rosi se echó a andar…
- Alejandra Fonseca
Nadie puede saber la hermosura que guarda esta mujer dentro de sí misma hasta que la escucha hablar. Es joven y guapa, nadie pudiera notar los estragos de la batalla que conquista día a día, pero su belleza interior resplandece, más aún, después de que se le descubre.
Llegó puntual a la cita, acompañada de su esposo, para una entrevista en Radio BUAP en el marco de la campaña “Pink Power” contra el cáncer de mama que realiza el Voluntariado del SEDIF, de la SGG y de la SSEP del Estado de Puebla, al programa “Nuestro Espejo” que conduzco. Ambos son médicos: él, subsecretario de la SSEP; ella, epidemióloga. Después de la introducción necesaria el Dr. Mario Márquez Amezcua, dio la pauta: “Tenemos el testimonio de Rosi, la doctora Rosa María González de Márquez, epidemióloga de la SSEP, mi esposa”, Y Rosi se echó a andar:
“Hace 12 años, tenía 31 años de edad. Tenemos una bonita familia con dos hijos, una niña y un niño. En ese tiempo estábamos en la plenitud de nuestro matrimonio, nos disfrutábamos mucho como pareja.
“Un día en la autoexploración rutinaria que me realicé en senos, me encontré una bolita. La vida profesional de mi marido siempre ha sido contra el cáncer femenino. Fuimos al oncólogo pero dijo que no era preocupante, que estaba fuera de toda estadística por mi edad, mi genética e historia familiar, por mi estilo de vida y, además, la bolita dolía y el cáncer de mama, según en ese entonces, no dolía, por lo que seguramente era un ganglio inflamado. Que nos fuéramos tranquilos y disfrutáramos la vida. Hace 12 años los servicios de salud atendían el cáncer de cérvix que era el más propenso entre mujeres. El de mama, no pintaba ni se le conocía, por lo que hicimos caso. Durante un año la bolita creció y seguía doliendo. Volvimos al oncólogo y mi esposo exigió la extirpara. Así lo hizo en cirugía ambulante en su consultorio y ‘como no se veía maligna’, quiso desecharla pero mi marido exigió se analizara. Salió maligno, y en aquel momento no sabían qué hacer con el cáncer de mama que empezó a rebasar al de cérvix. Pero decidimos se me practicara mastectomía. Después, fue el otro seno. Y después presenté lesiones en los huesos. Pasé por diferentes formas de quimios, y todo parecía bien, pero a los 5 años volvió. Y después de 12 años, aquí estoy orgullosamente sobreviviente de cáncer de mama. --Y siguió—Mi hija tiene 23 años. Presentó una lesión en un seno y decidió hacerse la mastectomía bilateral…”
Cada una de sus palabras era un machetazo certero, duro y preciso a mi percepción que se transformaba radical y abusivamente. En mi mente vi pasar, superpuestas y sofocantes, las imágenes de tantas mujeres que se implantan senos --y se operan lo que se puede—por cuestiones estéticas. Rosi, en cada expresión, me violentaba, obligándome, con ternura y suave voz, y sin siquiera pretenderlo, a sentirme quebradiza, a darme cuenta de lo vulnerable que soy. Me imponía percibir la autodestrucción, el vacío y la negligencia en la que estamos inmersas por la exigencia de una belleza tan superficial, tan fútil y banal… y me dio miedo. Ante mis ojos, Rosi tomó una dimensión no conocida antes por mí. Se iluminó con esa belleza verdadera que sólo viene desde un espacio íntimo insondable. Tenerla de frente me forzó a entender su mensaje: “¡Qué equivocados estamos, cómo hemos hecho tan frívola la vida, cuando es tan profunda... y somos tan frágiles!”
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