Sus eternas vueltas alrededor del zócalo de Puebla
- Alejandra Fonseca
A Enrique Montero Ponce en el
el aniversario 55 de Tribuna Radiofónica
Cuando niño le regalaron un radio pequeño de transistores, de antena; ahí inició su profundo amor por la radio. Sintonizaba estaciones de la Ciudad de México, donde la vida que tenía otro ritmo, llenaba su espíritu de euforia y emoción. Además la potencia para ser captadas por el cuadrante, le daba y le daba a la perilla para buscar noticias que lo atrajeran. ¡Amaba el deporte!
Siguió dándole y dándole a la perilla interminablemente sobre todo de noche y madrugada, embelesado por la magia de la radio, hasta que, sin mediar ¡más nada! a los catorce años, avisó a su madre que se iría. Puso algunas pertenencias en su maletita y partió para cumplir su único sueño con la certeza de que ese era el inexorable camino que quería para su vida.
Llegó a las oficinas de La Afición, solicitó trabajo y al ver sus futuros mentores su mirada de infinita ilusión y gran entusiasmo, se lo dieron de inmediato de mensajero: de aquí para allá, de allá para acá, mientras su mente y corazón observaba con obsesiva minucia cada detalle, captando cada milímetro de las innumerables pinceladas de distintos colores y tonos para las notas y las fotografías en el oficio de reportear. ¡Se lo había imaginado, tantas veces, paso a paso, desgranando todas y cada una de las noticias que escuchaba en su pequeño radio, el incondicional, eterno y mejor amigo de su infancia… y de su vida! Tenía una sola convicción en la vida, y ¡ahí estaba!
Sabía su don; lo fue bordando en su mente con exaltada pasión cada día, cada minuto del día, pero sobre todo, cada segundo de cada noche, y buscó la oportunidad y encontró la coyuntura. Con gran ahínco empezó a hacer sus pininos en el arte maravilloso de reportear, asombrando a sus mentores con las notas de deportes encomendadas -beisbol y boxeo-, y empezaron a publicarlas.
Pero el destino, necio como es, inexorablemente junta circunstancias con dones: su madre sufrió un accidente y tuvo que regresar a Puebla ¡ya había probado su magia! Entró a El Sol de Puebla con su famosa columna “Esquina”; fue el ideólogo y operador de La Voz de Puebla, que impactó profundamente cuando los niños, que la vendían en las calles de Puebla, salían de las instalaciones del primer cuadro de la ciudad, con paquete bajo el brazo llenando el aire con sus gritos a todo pulmón: “¡La Voz! ¡La Voz!”
El destino, todavía más necio, lo sacó de la Organización Editorial Mexicana y, él contó que un día dando vueltas caminando al zócalo, se quedó parado frente a La Voz de Puebla y se dijo: “¡Que pendejo soy, deberas, lo que tengo que hacer es trasladar La Voz a la radio!” Ahí surgió el periódico al aire “Esquina Radiofónica”, después “Tribuna Radiofónica”.
Enrique Montero fue el primer precursor del periodismo radiofónico en Puebla y en el ámbito nacional.
Enrique era un iluminado, sabía que las cosas en la vida eran de ida y vuelta: que escribir era tener voz y que su voz quedaría inscrita en las huellas indelebles de la historia.
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