La inseguridad y la economía son grandes preocupaciones ciudadanas; e indicadores medibles de la eficiencia o ineptitud de los gobiernos en turno, aunque casi siempre intenten deslindarse de las responsabilidades que les corresponden desde el momento en que asumen el poder.

El encrudecimiento de la violencia en Tamaulipas y Morelos nuevamente colocan en el ojo del huracán los resultados efímeros de los gobiernos locales y federal, respecto a combatir a una delincuencia cada vez más organizada y sanguinaria. 

Ni hablar de Michoacán; los vínculos de la clase política con el narcotráfico dan cuenta que la descomposición social empieza desde el poder. Gente sin escrúpulos que caen en la tentación de ganar dinero fácil a costa de la vida de civiles, traicionando cualquier principio ético en el servicio público.

En el resto de los estados donde los grupos del narcotráfico operan a discreción (casi imposible que existan entidades libres de cárteles) los gobiernos tampoco entregan buenas cuentas respecto a los delitos de fuero común, aquellos que también lesionan a personas y patrimonio.

En fin, la seguridad es uno de los grandes pendientes en este país, tan afectado por malas administraciones que en vez de generar condiciones favorables para el detonante de mejores empleos, combaten los delitos con más policías y militares en la calle. 

Y aquí viene otro gran tema, la economía. La Secretaría de Hacienda refutó los datos del INEGI respecto al comportamiento económico de los últimos meses en México. En pocas palabras, Luis Videgaray enfatizó 'No estamos en recesión', al sostener que la economía nacional crece y genera empleos, apoyada por un repunte de las exportaciones y un dinámico ejercicio del gasto público conforme a lo previsto.

El INEGI informó que la economía lleva 7 meses en fase recesiva, sin embargo el optimismo de Hacienda es que ni la reforma fiscal hace 'cosquillas' a los pequeños y medianos empresarios, quienes con esfuerzos generan 7 de cada 10 empleos en este país.

En contraparte, los especialistas ya bajaron el pronóstico del PIB hasta 2.7% este año porque no mejora la confianza del consumidor, ni la de los empresarios. La industria automotriz ya encendió los focos rojos ante la debilidad del mercado interno que no termina de activarse a pesar del gasto público federal. 

Los especialistas en temas económicos coinciden que más allá de la recesión o no, México no está creciendo al ritmo que se necesita para crear más de un millón de empleos al año.

Peor aún, la pobreza en el empleo afecta a 8 por ciento de la población en edad de laborar entre los países de la OCDE. México y Turquía destacan en informalidad, pues entre 40 y 60 por ciento de la mano de obra trabaja sin seguridad social.

Todos sabemos que la informalidad laboral puede exacerbar desigualdades, ya que excluye a los trabajadores de la protección social y los deja en situación de desventaja, sin derecho a capacitación laboral ó servicios financieros.

Parece increíble que los gobiernos sigan atendiendo únicamente los números de la macro economía, sin reparar en que miles de mexicanos (pobres y clase media) perciben otra realidad económica que casi nunca se equivoca: El bolsillo.

Las cifras alegres no consuelan al mexicano de a pie que sigue esperando las trilladas promesas de crecimiento y empleo, aún cuando las reformas estructurales sean expuestas como las soluciones a todos nuestros problemas.

En vez de tanta demagogia que roba tiempo aire en medios de comunicación, los políticos deberían centrarse en analizar cuáles son los factores que podrían acelerar la economía de manera inmediata. 

Sin economía pujante ni puestos de trabajo bien pagados, aumenta la informalidad y la delincuencia. ¿A poco es tan difícil de entender? Si no lo es, entonces pónganse a chambear en lugar de quemar energía en grillas viscerales e improductivas.

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