De herpes y libros

  • Xavier Gutiérrez

La vida es de claroscuros. Así es y uno se resiste a entenderlo, sobre todo cuando uno camina por la cresta, por la cima, sin advertir el imprevisto tropezón.

Me ocurrió así y  comparto la experiencia, no para dramatizar sino para advertir. Hace poco lo hizo así Alejandro Manjarréz , en su espacio aquí cerca, con una interesante crónica con final nada feliz, sobre la picadura que sufrió de una víbora venenosa.

 Hoy refiero un trance similar en el nombre: a mí  me atacó un herpes “Zoster”, conocido también como “culebrilla”, por la forma que adoptan las ronchas en el cuerpo. El padecimiento es descrito también por algunos como “el látigo de fuego”, de modo que con ambos sobrenombres ya imaginarán los efectos.

Ninguno de los dos términos miente.  Es realmente una tortura. Como toda enfermedad, aparte de las secuelas, deja una somera enseñanza patológica al paciente, aprendizaje al que uno no se inscribe voluntariamente sino que le cae como tapa de taza de sanitario.

Uno aprende, decíamos, que hay varios tipos de herpes. Este que me zarandeó a mí durante dos meses y lo que va de abril, el Zoster, generalmente afecta una mitad vertical del cuerpo, por lo común media espalda y un brazo, aunque a veces también el cuello y el rostro. Apareció socarronamente en la parte trasera del hombro izquierdo y el brazo.

Después el embate sería múltiple y despiadado.

Unos dolores como musculares   en el brazo como si hubiera uno cargado niño toda una tarde, o bateado dos horas seguidas al cabo de veinte años de no jugar beisbol. El disfraz es muscular, el fondo real es una inflamación de los nervios. La detección oportuna es un acierto médico que se reconoce, porque eso permite un ataque temprano. Pero el contraataque es brutal.

Brazo, hombro, espalda y mano sufren  fuego cuádruple que no los para ni  las autodefensas  comunitarias de Michoacán con el doctor Mireles al frente.  Al dolor sigue la comezón, el ardor como quemadura, la insensibilidad que adormece y  un estado de irritabilidad como el que hizo presa a Cuauhtémoc Gutiérrez cuando Carmen Aristegui divulgaba sus porquerías largamente toleradas por la cúpula tricolor.

Y qué curioso: al tiempo que uno pide piedad el cielo y dice “si así va a estar en el purgatorio, mejor no cuenten conmigo”, lo invade a uno una condición de soledad terrible, que la quisiera uno mitigar con el grato apapacho, pero a la vez no quiere hablar con nadie, la iracundia casi lo empuja a uno a embestir a cualquiera que se acerque con las mejores intenciones de lidia. (¿Y qué tendría que hacer en esto la pobre de Lidia?)

No, no, no…en verdad es una auténtica probadita, como una cata, de los dominios del mismísimo Belcebú.  No es contagioso, excepto si el paciente se relaciona con criaturas de meses, cual sería el caso del demoniaco padre Marcial Maciel. La recuperación es lenta, y suele  derivar en una neuritis que casi le paraliza a uno los dedos de la mano, como es mi caso, y la semiparálisis va acompañada de una  pérdida de sensibilidad de la mitad de la mano y del brazo, este en su cara interior.

Según informaciones dignas de todo crédito, el cuadro que propicia todo esto es una reactivación del virus de la varicela, generalmente cuando ya se ha rebasado el medio siglo de existencia, como quien ha remontado el Rubicón con todos los riesgos que esto implica.

Pero además, hace presa del  inocente sujeto cuando este tiene las defensas bajas –como ciertos coches de manufactura española-, y  surge como detonante, también, algún factor emocional, eso que genéricamente se conoce como stress y que lo abarca casi todo, incluida la miscelánea fiscal y la facturación digital o como se llame.

La verdad es terrible. Sólo la férrea voluntad de uno lo hace resurgir como la canija ave Fénix  de entre las cenizas.

Pero decía arriba que la existencia es también de claros, compensación natural de las tinieblas herpéticas y neuríticas. Vino luego la presentación  reciente  de nuestro libro, “Ideas para la Vida”, (que ahí tiene a  la venta Doña Mago  la del puesto de periódicos del portal, frente al salón de protocolos, va el comercial completo..!), donde los presentadores Rodolfo Ruíz, Fermín García, Eduardo Merlo y Felipe Gutiérrez mostraron generosidad  que mucho se agradece.

Como igual de gratificante resultó la numerosa concurrencia que nos acompañó tal fecha en el marco de la feria del libro de la BUAP.  Gracias pues a todos.  Sin duda esto resulta el más eficaz medicamento  para la recuperación que marcha viento en popa.

Saludos a todos.

 

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.