Mario Marín y la comunicación

  • Xavier Gutiérrez
El exgobernador terminó como trapo de cantina, pudiendo haber tenido otro derrotero

Hoy Mario Marín nuevamente está en su casa.  De aquél fatídico (para él) 14 de febrero de 2006 a la fecha han pasado 18 años. Años de pesadilla, de cárcel. Ojalá de enseñanza.

Se ha dicho que el setenta por ciento de los problemas, en el fondo o la forma son de comunicación. Su caso creo que así fue. Echemos un poco el tiempo hacia atrás.

El diario La Jornada publicó una bomba. Marín en el centro de un gravísimo conflicto de represión contra Lydia Cacho. Ella, una mujer escritora, investigadora, activista, con poderosas relaciones.

La atención del mundo político del país en la figura de Marín. El gobernador poblano en las puertas del infierno.

Al día siguiente, 15 de febrero, Marín rendiría su informe de gobierno.

La mañana de ese 15 desayunábamos en “Sanborns”, el exgobernador Guillermo Jiménez Morales, el doctor Darío Maldonado, Mauro González, Gabriel Sánchez Andraca y yo.

Jiménez Morales, en su estilo de siempre, luego de discutir los detalles del escándalo, nos pregunta:

-A ver, vamos a hacer un ejercicio de análisis crítico. Ustedes, ¿qué harían en el papel de Marín?

Cada quien expone su punto de vista, sus argumentos y conclusiones.

En mi turno, les comento:

“Me parece que Marín tendría que abrir su informe con este asunto precisamente. Con esto arrancar su discurso. Yo pienso que tendría que encararlo con ingenio, franqueza, audacia y humildad.”

-Pero, ¿cómo, de qué manera, cuestiona don Guillermo?

-Yo creo que podría ser algo así como: “Señores, he cometido el error más grave de mi carrera política. Asumo plenamente la responsabilidad de los hechos. En este momento ofrezco una disculpa pública a la señora Lydia Cacho por el atropello. Actuaré en consecuencia. Mientras tanto, mañana, a primera hora, estaré en su casa ofreciéndole mi disculpa personalmente. Admito la gravedad de mi error. En cuanto a los abusos del personal policiaco, habrá consecuencias inmediatas.”

Al día siguiente, seguí con la propuesta. Pienso que Marín, convocados todos los medios nacionales en la casa de la señora Cacho, reconocería su responsabilidad, ofrecería disculpas personalmente, y deberá admitir que es la lección más grave y cara que ha aprendido en su vida pública.

-¡Exacto, yo estoy de acuerdo con esa idea!, comentó Jiménez Morales.

Terminó el desayuno y nos fuimos al Informe. El acto fue uno más con los protocolos de siempre, ninguna mención al incidente que borraba de la escena al mismo gobernador. Como si nada hubiese ocurrido.

Pasaron los días.  Una auténtica bola de nieve. La resonancia de la noticia fue el centro de todos los noticiarios, periódicos y comentarios. Recuerdo las caricaturas de los medios, demoledoras, terribles. La condena era unánime en todo el país.

Pocas veces un gobernante había sido zarandeado así en la opinión pública. La burla, el escarnio, escupitajos y maldiciones con una rudeza inaudita en los medios contra el gobernador poblano.

El escándalo siguió durante semanas.

Como a los veinte días tomamos un café Valentín Meneses, el director de comunicación de Marín, y yo. Me preguntó mi opinión sobre el caso y me pidió sugerencias.

De entrada, pensé que Valentín -con todo y su buena fe y cercanía con Mario-, no era el elemento idóneo para afrontar el gravísimo problema. No era su campo de acción, su materia de trabajo.

Hablamos unas dos horas. Él apagó su teléfono, no recibió llamadas y tomó nota febrilmente en varias tarjetas. Recuerdo haberle dicho que aún entonces había salidas en el terreno de la comunicación, siempre y cuando hubiera voluntad política, decisión y humildad.

Referí que meses atrás, dos escándalos mediáticos graves habían tenido una solución que no pasó de una semana. Por una razón: hubo una decisión sólida, imperturbable al afrontarlos.

Uno de ellos fue un incidente grave, un acto represivo del gobernador Lázaro Cárdenas Batel, en Michoacán, con varios muertos. La noche misma del grave suceso Lázaro salió a los medios, aceptó errores, aplicó sanciones y correctivos, resarció daños y en una semana el asunto era parte del archivo.

El otro caso. Una conversación grabada entre Emilio Gamboa Patrón y Kamel Nacif, hablando de intercambio de favores sobre las concesiones de casinos en el país, con un lenguaje procaz y de absoluta complicidad entre el encumbrado político y el corrupto negociante. Ocho columnas en los medios, tormenta, condenas, repulsa social.

Esa noche, Gamboa Patrón lo encaró personalmente y de manera inteligente.

A la semana el asunto había desaparecido de la escena.

Con estas referencias frescas, sugerí una veintena de acciones de diversa índole. Abarcando absolutamente todos los aspectos: los medios, la acción individual del Gobernador y la periodista, la justicia, un listado largo de acometidas inteligentes, cuidadosas; la apelación a todas las relaciones con los núcleos de poder, los aspectos positivos del gobierno, en fin…

Valentín tomó nota de todo. Le reiteré que la clave era una sola: voluntad política del gobernador de encarar personalmente el asunto. Se fue con sus tarjetas creo que convencido de varias cosas.

Al paso de los días me di cuenta que no ocurrió nada. La avalancha mediática contra Marín se mantuvo y lo acompañó hasta la terminación de su sexenio. Terminó su gobierno como trapo de cantina.

Me quedé con la impresión de que Marín no tomó en cuenta para nada a Valentín y pudo más la soberbia, que además no era una característica ajena en su estilo de gobernar.

El resto de la historia todos lo sabemos. La larga y tardía mano de la justicia lo alcanzó en el puerto de Acapulco. Escoltado y esposado por policías salió temblando de una residencia para pasar a radicar en calidad de inquilino involuntario en el penal de Cancún. Luego a otra prisión. Finalmente recuperó su libertad hace algunos días.

El estigma es brutal. Para efectos escenográficos terminó en el basurero de la historia.

Como todo fracaso, deja una gran lección política. Si él lo entiende así deberá asimilarlo como un crudo, crudelísimo aprendizaje.

Creí y sigo con la creencia, de que ese delicadísimo y grave asunto si hubiera sido encarado con inteligencia, voluntad férrea, prontitud, imaginación y humildad, todo desde el flanco de la comunicación, habría tenido otro cause muy distinto.

La comunicación era la herramienta.

xgt49@yahoo.com.mx

 

 

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.