Un siglo de paz
- Juan Carlos Lastiri
¿Qué es lo que hace que un hombre pueda trascender en el tiempo con el solo poder de una mente brillante? ¿Qué puede significar para una sociedad como la mexicana entender que entre sus hijos nació hace cien años un ser que su pensamiento transcendió a las nacionalidades y los tiempos? Muy merecido este periodo de festejos y conmemoraciones en torno al natalicio de Octavio Paz. Pocos mexicanos tienen ese reconocimiento unánime en cuanto a la aportación y logros que contribuyen al desarrollo cultural de nuestra Nación. El Presidente Enrique Peña Nieto lo dijo claramente: “Octavio Paz es la mente más clara, plena y brillante del México del siglo XX”. Punto.
Y su brillantez no radica solo en lo universal de su pensamiento, ni en el peso específico que representa ser el único compatriota que ha ganado el Nobel de Literatura, Paz significa para México una voz que se habló de tú con los intelectuales más connotados de su generación en todo el mundo. Es visto a la altura de los filósofos, pensadores, poetas, líderes de opinión con quien intercambio ideas para hacer una mejor sociedad, siempre generoso, congruente y ferviente adicto a las discusiones constructivas en las que, como él decía, lo mejor de la sociedad humana siempre será resultado del diálogo.
Y el México moderno del siglo XXI le da la razón a Paz. Hoy vivimos una etapa de cambio en donde se reconstruye un sistema político que impactará en lo social. El partido hegemónico que existió en el siglo XX y del cual Paz fue crítico permanente, así como del sistema de mercado, desapareció debido a 12 años de ausencia de poder, por lo cual tuvo que reinventarse y empezar un proceso de transformación para, en primer lugar, llegar de nuevo al poder y en segunda instancia, ser un catalizador del cambio de la sociedad mexicana, partiendo de una nueva articulación de las estructuras renovadas, y en donde el principio de diálogo entre fuerzas políticas resultó indispensable para alcanzar estos objetivos que, sin duda, el Nobel mexicano hubiera valorado en su justa dimensión.
Otro tema interesante de análisis a los cien años de natalicio de Octavio Paz y que encaja en la coyuntura actual, es la relación con la izquierda mexicana. Como es sabido, Paz fue un marxista, que pasó desde el activismo de su juventud, en la Guerra Civil Española en la que luchó en las filas republicanas contra Franco, hasta su desencanto de esta ideología al leer el “Archipiélago Gulag” de Alejandro Solzhenitsyn, autor de la extinta URSS, que en un trabajo memorable, narra el drama de los opositores al régimen soviético que fueron recluidos en campos de concentración de la época. Las narraciones contenidas en el manuscrito llegaron clandestinamente a Occidente y en específico a Francia en 1973 y sacudió muchas conciencias. Entre ellas a Paz, que a partir de su lectura rectificó su posición ideológica, aunque no su esencia democrática y visión humanista. Lo que hizo fue condenar, con el mismo fervor que condenó a los regímenes de Hitler o Mussolini, el fondo antidemocrático de los gobiernos soviéticos y sus satélites. De igual forma, recordemos que su paso por la diplomacia mexicana abruptamente acabó al renunciar a su cargo como embajador de la India a manera de protesta por la represión gubernamental al movimiento del 68 aquí en México.
En realidad lo que Paz proponía era una refundación de la Izquierda Mexicana, basada en un diálogo honesto que permitiera tomar lo mejor de los discursos utópicos con los hechos reales, para lograr un socialismo democrático y con libertad, inspirado en el PSOE español. Esto nunca fue entendido y los militantes mexicanos de la izquierda vieron a Paz como un traidor y lo acusaron de venderse al régimen y ser pro-norteamericano –cosa absurda- ya que en la defensa a ultranza de los regímenes soviéticos, chinos o cubanos de la época llevaban implícito el soslayar las arbitrariedades que esto cometían contra sus habitantes, que fue precisamente lo que Paz denunció con fervor. La injusticia es injusticia y nunca podrá ser matizada al llamarla o adjetivarla de modo alguno, para edulcorarla.
Podemos concluir en tres grandes enseñanzas de Paz para las generaciones que le sobrevivimos: Impulsar y defender la democracia; Respetar la Crítica y por último Diálogo para construir una mejor sociedad. Él decía que: “La democracia política y la convivencia civilizada entre los hombres, exigen la tolerancia y la aceptación de valores e ideas distintos a los nuestros”. Esto inspira, actualmente, para la construcción de un México más incluyente.