Alegría para la vida cotidiana

  • Carlos A. Audirac

En este artículo comparto algunos de los conceptos que presenta Yongey Mingyur Rinpoche en la primera parte de su texto La alegría de la vida (Granica, 2008). He estado releyendo y marcando aquellas ideas que considero centrales en la propuesta del autor, un maestro budista tibetano, que de manera amena y sencilla nos orienta cómo cambiar nuestros pensamientos mediante la práctica de ejercicios de meditación.

Ya desde el prólogo de Daniel Goleman, se advierte que el entrenamiento sistemático de la meditación puede aumentar la capacidad humana para lograr cambios positivos en la actividad del cerebro, como un medio para contrarrestar la tendencia de nuestra vida diaria hacia el sufrimiento, y aconsejarnos tempranamente, uno de los antídotos más eficaces para evitarlo: la risa y especialmente el reírse de uno mismo.

Una de las primeras afirmaciones que llama la atención es la que se refiere a que todos los individuos somos personas buenas en sí mismas pero con defectos y que en ese sentido tenemos la capacidad de alcanzar el mayor bien, no solo para nosotros mismos sino para los demás. A lo que invita el autor es a explorar la manera de estar atentos a nuestros pensamientos como fuente de nuestra propia felicidad o infelicidad. Se establece la necesidad de volvernos más conscientes de la corriente de pensamientos y sensaciones los cuales son generados por nuestra mente e identificar cómo los miedos e incomodidades que sentimos son productos de ella.

Ejemplos de los sufrimientos que nos generamos son el susurro constante de nuestra mente de que seríamos más felices si nuestra vida fuera distinta, la permanente batalla que libramos contra el dolor de la enfermedad o el miedo que nos provoca la muerte. Se hace entonces imperativo detenernos a examinar nuestra mente y experiencia para identificar cuál es el proceso que se está generando en nuestro interior. Es necesario darle el correcto significado a nuestra vida y al hacerlo cambiar nuestras estructuras mentales.

Es frecuente que los problemas pequeños nos obsesionen y nuestra propia mente, por las maneras de pensar y percibir la realidad, los convierta en problemas mayores. La idea de que no podemos cambiar una situación determinada, bloquea todos nuestros esfuerzos por intentarlo. Otra situación que permanentemente se manifiesta en nuestra mente, es la repetición de situaciones que vivimos o la anticipación a compromisos o tareas por emprender. Inventamos historias y diálogos que confirman nuestros temores o paradigmas de comportamiento. Recreamos experiencias asignándoles a las personas con las que nos relacionamos roles que no existen en el “exterior”, pero que nosotros nos los creemos como si fueran reales. Es necesario observar nuestra mente de tal manera que se puedan cambiar estas rutinas. Comenta el autor que es un proceso gradual el que posibilitará que se establezcan nuevas conexiones neuronales que permitan inhibir este proceso: Si esas rutinas son un hábito, los hábitos se pueden cambiar.

Una de las soluciones que propone Yongey Mingyur es la meditación. Mediante esta estrategia se puede desarrollar la capacidad de determinar la calidad de la propia experiencia y de distinguir entre lo que es real y lo que no es más que apariencia. El autor respalda su propuesta en el hecho de aprender a reposar conscientemente nuestros pensamientos, sentimientos y percepciones a medida que surgen.

Experimentar la claridad de la mente no importando lo que refleje, nos permite admitir estos pensamientos, sentimientos y percepciones como algo intrínseco a la persona. Al reconocer esta vivencia, sin rechazarla ni aceptarla, la podemos dejar pasar sin mortificarse por la misma logrando un estado de paz interior.  Podemos reconocer con ello la capacidad de nuestra mente de reflexionar sobre nuestras reacciones racionales o emocionales. Como personas únicas e irrepetibles, poseemos la capacidad de experimentar una  variedad ilimitada de pensamientos, emociones y sensaciones.

Con la práctica de la meditación no se tiene el propósito de parar pensamientos, emociones o sensaciones, tampoco de generarlos. Se busca llegar a desarrollar la capacidad de responder abierta y espontáneamente en el momento presente, en el aquí y ahora a cada una de nuestras interacciones con las demás personas y con las diversas situaciones a las que nos enfrentemos. Una meta que sí se pretende alcanzar es la eliminación de los hábitos mentales que propician la infelicidad.

Mediante la práctica de la meditación, un verdadero reentrenamiento para nuestro cerebro, se pueden desarrollar nuevos estados mentales mediante los cuales es posible transformar percepciones que ya tenemos y poder trascender estados cotidianos de ansiedad, impotencia, sufrimiento y llegar a disfrutar de un estado personal de felicidad y paz. Esta sensación de bienestar, no obstante las oscilaciones de nuestra mente, es lo que el autor reconoce como felicidad en el contexto de las prácticas budistas.

Es importante reconocer que lo que pensamos, sentimos y percibimos está condicionado por los hábitos mentales con los que traducimos nuestras experiencias y, nuestras percepciones no son más que aproximaciones incompletas a la verdadera naturaleza de las cosas. Dice Yongey: la mente es como un mago en un escenario, puede hacernos ver cosas que no están allí realmente.

En la segunda parte de su texto Yongey Mingyur Rinpoche, nos ofrece la parte práctica de su propuesta y son atractivos los resultados que se pueden obtener: comprometerse con el bienestar de los demás para obtener oportunidades de aprendizaje y progreso; ofrecer a alguien que esté pasando por una situación difícil palabras amables y sonrisas las cuales serán devueltas de maneras inesperadas y positivas (no necesariamente por la misma persona).

Nos invita el autor a desprendernos de nuestras suposiciones habituales y a experimentar diferentes percepciones y puntos de vista de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, y entonces experimentaremos un cambio en ambos. Nos reta con preguntas como; ¿Qué pasa cuando empezamos a reconocer que lo que experimentamos es nuestra proyección de las cosas? ¿Qué ocurre cuando comenzamos a perderle el miedo a la gente que nos rodea o a aquellas cosas que nos infundían terror?

Concluye esta primera parte del texto con afirmaciones de este tipo: Si usted verdaderamente desea hallar una sensación de paz y de satisfacción duraderas, tiene que aprender a descansar la mente, pues solo al hacerlo pueden revelarse las cualidades innatas de la misma.

Mi invitación es a poner en práctica las diferentes técnicas de meditación contenidas en el texto de referencia y experimentar estados mentales un poco desconocidos para uno mismo, con la seguridad que poco a poco estaremos sorprendiéndonos felizmente de alcanzar alegría para nuestra vida cotidiana.

 

 

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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