PEMEX y la reforma energética

  • Juan Carlos Mondragón

Aproximadamente en un mes, el Congreso de la Unión tendrá que aprobar las leyes secundarias derivadas de la reforma constitucional de diciembre pasado, las cuales si bien no ceden el dominio del Estado sobre los recursos del subsuelo a entes extranjeras -una cuestión históricamente sensible-, sí permitirán la incorporación de inversión nacional y extranjera en la exploración, extracción y producción del petróleo. La reforma era necesaria para hacer frente a la decreciente producción diaria de petróleo. Antes de 2005, México estaba produciendo casi 3.5 millones de barriles diarios, mientras que para finales de 2012 la producción apenas alcanzaba el rango de 2.5 millones de barriles por día. En términos de reservas probadas, México ha disminuido de 51 mil millones de barriles en 1992 a casi 13 mil millones en 2012.

Entre las grandes transformaciones incluidas en la reforma energética, tanto en los artículos de la Constitución reformados como en sus transitorios, se encuentra el cambio de régimen de PEMEX, institución que dejará de ser concebida como un organismo descentralizado para convertirse en una empresa productiva del Estado. Lo anterior implica no sólo la incorporación de mecanismos de gobierno corporativo y mayores obligaciones de transparencia, sino la eliminación de la participación del sindicato petrolero en el Consejo de Administración, haciéndola una empresa con capacidad de competir en el mercado global.

En tanto, las ganancias de la industria deberán ser transferidas a un fideicomiso denominado Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabilidad y el Desarrollo, cuyo objetivo será administrar y distribuir los ingresos de la producción petrolera. La reforma también suprime la industria petroquímica básica como un área exclusiva del Estado, abriendo la posibilidad de incorporar al sector privado en la cadena de valor después de la extracción. Otros aspectos importantes son el fortalecimiento de la autonomía técnica, administrativa y presupuestaria de las EPP (PEMEX entre ellas), así como un régimen especial para los procesos de adquisiciones, arrendamientos, servicios, de obra pública y de deuda pública.

También era necesaria la reforma para atraer inversiones y tecnología que nos permitan sacar el mayor provecho de los yacimientos recién descubiertos, los cuales podrían modificar de manera radical la tendencia antes mencionada. Al respecto, se calcula que los nuevos descubrimientos en la zona huasteca y en las costas de Tamaulipas podrían ser equivalentes a la mitad de las reservas de Arabia Saudita, el país productor de petróleo más grande del mundo. Por otra parte, se han identificado cinco regiones con altas reservas de shale gas, la cuarta reserva más grande del mundo de esta nueva fuente de energía no convencional.

Si bien PEMEX se convertirá en una empresa más en el mercado energético de México, es pertinente señalar que arranca la competencia con ciertas ventajas. De entrada, es la única empresa que ya cuenta con capacidad instalada en nuestro país, quizá deficiente, pero que ahí está. De igual modo, la mencionada reforma le da a PEMEX la posibilidad de decidir en la ronda cero (que probablemente ocurrirá durante este trimestre) qué campos mantendrá para la exploración y extracción, dejando el resto para las empresas que decidan venir a invertir.


Siendo esas las condiciones con las que contará PEMEX en el futuro próximo, me parece que la empresa tiene frente a sí varios retos. El primero de ellos es analizar cuáles de los yacimientos recién descubiertos elegirá en la ronda cero. Si bien hoy la empresa no cuenta con la capacidad humana y financiera para realizar este tipo de esfuerzos, ésta es una oportunidad única para tener a su disposición campos petroleros que le permitan alcanzar nuevamente altos niveles de producción. Si PEMEX no elige al menos un campo prometedor para explorar, las posibilidades de ser una empresa competitiva a nivel mundial serán mínimas. De lo contrario, los beneficios serán moderados en consecuencia.

Un segundo reto que atraviesa PEMEX es el diseño de una estructura eficiente y lo menos onerosa posible. La empresa deberá analizar si debe mantener un organigrama en el que las funciones en materia de adjudicaciones, contratos, recursos humanos, financieros y legales sean realizados por separado por sus cuatro filiales y su corporativo, o si en aras de disminuir sus costos y aumentar sus ganancias, de la mano de los nuevos mecanismos de transparencia, rendición de cuentas y gobierno corporativo, estas funciones centralizarse. ¿Se debe volver a crear la división de Obras Públicas, que si bien multiplicaba las oportunidades de corrupción, era el área con más experiencia en el ramo petrolero? Es una cuestión que deberá atenderse con puntualidad.

En este mismo tenor, una reforma interna exitosa de PEMEX debe ocuparse necesariamente del tamaño y el poder del sindicato. Debe tenerse en cuenta que otras empresas de carácter internacional producen más petróleo con menos trabajadores, y aunque para que un argumento así, para ser equilibrado, debe tener en cuenta tanto las condiciones geológicas como la capacidad tecnológica, alguna duda causa el hecho del aumento de trabajadores frente a una producción decreciente. La revisión de los términos del contrato colectivo, sobre todo en el nombramiento de trabajadores temporales, así como la asignación del bono de productividad, no sólo fomentará el aumento de la competitividad, sino también la productividad. Aquello generará resistencias; sin embargo, luego del encarcelamiento de Elba Esther Gordillo y otras muestras de poder que ha dado el gobierno federal, éste es el mejor momento para hacer cumplir la ley en contra de los muchos excesos de los líderes sindicales.

Por último, para que PEMEX se ancle al futuro, debe promover realmente la investigación y desarrollo en ciencia y tecnología dentro de la empresa. Se trata no sólo de aprovechar la investigación y capacitación que hace de manera externa el Instituto Mexicano del Petróleo; al igual que las empresas internacionales, esta empresa debe apostar por la creación de unidades internas que desarrollen la tecnología requerida y los conocimientos necesarios para extraer y producir eficazmente la riqueza del subsuelo. En este mismo sentido, si PEMEX no condiciona la inversión extranjera a la creación de institutos de investigación y formación en las que las empresas internacionales se comprometan a compartir sus conocimientos y tecnologías con ingenieros, científicos y técnicos mexicanos, estaremos perdiendo una oportunidad enorme de aumentar las habilidades del capital humano de nuestro país.  

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Juan Carlos Mondragón

Antes en la política, ahora metido en la academia. Escribo sobre democracia, instituciones, economía política e innovación. Tuiteo desde @jcmondragon