Reformas estructurales no son panacea
- David Bravo Cid de León
EL exceso de publicidad y propaganda, la una pagada y la otra concertada tanto a nivel nacional como a nivel internacional gira en torno a los logros alcanzados por la aprobación de las llamadas reformas estructurales; reformas que aun no son aplicables por la carencia de las leyes secundaria respectivas, los reglamentos concernientes y su posible aplicación en los primeros 6 meses del 20014. Estos excesos se revierten y las expectativas se convierten en incertidumbre o en falta de credibilidad. En el ámbito político la corrupción sigue galopante; en el ámbito de la administración pública continua el despilfarro y la impunidad; en el ámbito de lo social la inseguridad no disminuye sus alcances y estrangula a la sociedad; Los órdenes de lo político, de lo social y de lo económico continúan el desorden que contribuye a desmadejar el tejido social porque las mejoras en el bienestar de los ciudadanos no pueden acortar el tiempo.
Falta prudencia política para bajarle al exceso de publicidad y propaganda y darle tiempo al tiempo para que la calidad de vida de los ciudadanos se vaya estructurando y concretando, poco a poco, sin buscar ganarle tiempo al tiempo y pretender que en fax track las reformas sean una panacea para todas las penurias que agobian a los mexicanos. El BIEN COMUN NO SE DA en un abracadabra publicitario y propagandístico. Para que haya Bien Común se necesita la corresponsabilidad de gobernantes y gobernados; la relación entre ambas partes es imprescindible. Si no se da esta, el gobernado se siente engañado y el gobernante se siente omnipotente y también se engaña a sí mismo.
El verdadero desarrollo humano integral y sustentable implica, además de prudencia, aceptar la realidad y promover el cambio de mentalidad que haga posible no solo aceptar la realidad, sino reconocer, promover y defender la dignidad de la persona humana tanto entre autoridades como entre gobernados. El ciudadano que ejerce y defiende su dignidad acepta, sin regateos, la dignidad de sus semejantes, pero es menester que se le diga la verdad sobre el tiempo que se necesita para superar el estado actual de la cosa publica. A este respecto vale la pena transcribir lo que afirma Benedicto XVI en su encíclica CARITAS IN VERITATE pag 102
>>**. El desarrollo de los pueblos es considerado con frecuencia como un problema de ingeniería financiera, de apertura de mercados, de bajadas de impuestos, de inversiones productivas, de reformas institucionales, en definitiva como una cuestión exclusivamente técnica. Sin duda, estos ámbitos tienen un papel muy importante, pero deberíamos preguntarnos porque las decisiones de tipo técnico han funcionado hasta ahora solo en parte. La causa es mucho más profunda. El desarrollo nunca estará plenamente garantizado por fuerzas que en gran medida son automáticas e impersonales, ya provengan de las leyes del mercado, o de políticas de carácter internacional. El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral. Cuando predomina la absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios, el empresario considera como único criterio de acción el máximo beneficio en la producción; el político, la consolidación del poder; el científico el resultado de sus descubrimientos. Así bajo esa red de relaciones económicas, financieras y políticas, persisten frecuentemente incomprensiones, malestar e injusticia; los flujos de conocimientos técnicos aumentan, pero en beneficio de sus propietarios, mientras que la situación real de las poblaciones que viven bajo y casi siempre al margen de estos flujos, permanece inalterada, sin posibilidades reales de emancipación><*
La radicalización de la técnica atenta contra la dignidad de la persona humana y cae en la soberbia del racionalismo ; cobija la corrupción política; promueve el tráfico de las influencias; tapa la cloaca de la impunidad e institucionaliza la violencia. Y Esta obstruye el desarrollo integral y sustentable que impide y bloquea el BIEN COMUN.
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