El físico alemán Albert Einstein dijo en alguna ocasión qué: “La diferencia entre estupidez y genialidad, es que la genialidad tiene sus límites”.
Lo que tampoco parece tener límite es la determinación del presidente por cumplir sus caprichos, sin importar la situación en que ponga México, ni las condiciones en que se coloque a los mexicanos.
Lejos de lo que se pudiera pensar, el ímpetu reformista de Enrique Peña Nieto, no ha finalizado, simplemente entra en una fase de tensa calma, a la espera de lo que sigue y ante el descontento generado en el grueso de la población con las reformas laboral, educativa, energética y fiscal, y en el ámbito empresarial con las reformas en telecomunicaciones y competencia económica.
Ahora que inicia un relajamiento de la actividad política, propia de las fiestas navideñas, realizare un pequeño recuento de las reformas y del impacto qué, desde mi muy particular punto de vista habrán de tener.
Ante lo limitado de este espacio, pero con la fortuna de escribir esta columna de manera semanal, dividiré los temas el resto del mes.
Desde el inicio de su gestión, el presidente Peña Nieto dejo en claro que tenía intención de reformar sectores que eran intocables en el país. Modificó el régimen laboral de los maestros, disfrazando de reforma educativa esta modificación. Por otra parte, reformó el régimen energético previsto en la Constitución. Con una inició y con otra concluyo el año. Si bien a los partidos políticos los logró reunir en su “Pacto por México” y sacar la educativa por consenso, la energética fue la que le dio el tiro de gracia a ese acuerdo político. En la sociedad, la primera genero encono, con la segunda, polarizó al país.
Nadie duda que fueran necesarias las reformas, pero es evidente que las formas son discutibles y los tiempos muy mal medidos. Ambas se caracterizaron por tener que realizarse protegiendo a los legisladores de la propia ciudadanía que, en la reforma educativa, literalmente los sacó de sus sedes y en la energética, una minoría sin líder visible y sin objetivos definidos, los confinó a sus edificios.
Algo debe andar mal en un país donde los representantes del pueblo deben cerrar sus oficinas para protegerse, precisamente del pueblo.
Y es que el problema ha sido que las reformas se negocian de manera cupular y no popular. El caso de la reforma educativa, es una muestra de como le fueron impuestas las reformas a los legisladores, solo para el tramite protocolario de su votación y aprobación.
El gobierno no supo cómo vender su propuesta a la ciudadanía y fundamentó las reformas en los discursos más antiguos, sin atender a la realidad de un país que cada vez sufre más violencia, más pobreza y que económicamente se ha estancado.
Como bien dijo Diego E. Capusotto: “Siempre se dice que la mejor manera de combatir la pobreza y violencia es con educación. Lo que nunca se aclara es si la educación la deben recibir los pobres para seguir siendo pobres, pero con buenos modales, o si también la deben recibir los que hacen que haya más pobres, para empezar a preocuparse para que no los haya”.
Lo peor, es que después de aprobarse, se ha permitido que la disidencia magisterial viva al margen de la ley. No solo sin dar clases en los estados de donde son originarios, sino paralizando carreteras, vías principales y desquiciando a la Ciudad de México, ante la mirada complaciente de las autoridades federales y de Miguel Ángel Mancera, “la esfera” como lo llama Juan Villoro.
El presidente llegó a sacudir y a agitar a México. Hace unos días Valeria Moy decía, con mucha razón, que “Cuando nos dijeron “Mover a México”, no nos dijeron hacia donde. Y nosotros no lo preguntamos”.
En el tema energético, con el error de anunciar la iniciativa en el extranjero, antes de siquiera presentarla en el país, se dio curso a unos meses de amplia tensión que hicieron resurgir al cadáver político que es Andrés Manuel López Obrador.
Cobijado por el discurso de oposición a esta reforma, logro celebrar las asambleas necesarias para conformar su nuevo partido; vaya, para poder registrarse y obtener recursos públicos de esas instituciones a las que mandó al diablo.
Una vez llegado a su objetivo y en el momento crucial en el cambio constitucional, la buena estrella del presidente, reflejada en un sospechoso evento cardiaco, nulificó al único líder opositor a la reforma.
No cabe duda que sí hay algunas cosas que han cambiado. Antes, al político se le enfermaba para desplazarlo. Hoy se enfermaban solo para justificar su silencio autoimpuesto y, seguramente, muy bien pagado. A un político tan activo, es curioso que el debate legislativo no le mereciera ni siquiera un tuit.
La otra parte, la derecha, (priista y panista), logró sus objetivos a base del más sucio comportamiento. Unos canallas atacaron de manera artera al líder petrolero Carlos Romero Deschamps, buscando y consiguiendo, sacar a los trabajadores del Consejo de Administración de PEMEX. Hubo uno, el mas mediático de los senadores, que se paró en la tribuna para defenestar, olvidándose de cómo en noviembre de 2006 y poco antes de asumir como secretario del trabajo, se presentó, humilde, en la oficina del líder sindical para pedir apoyo y ofrecer amistad. Tuvo el apoyo de Romero en toda su gestión y hoy clava un puñal por la espalda.
Por supuesto que Carlos Romero Deschamps tiene una larga cola que pisarle y, alegando disciplina partidista, vota a favor de la reforma, cuando era el único personaje que bien pudo frenarla.
Hay quien dice que el fantasma de Elba Esther lo asustó, sin embargo yo creo que hay otras razones. No podemos negar que el viejo líder petrolero estaba en condiciones de tomar mucha más fuerza que la profesora. Los maestros saben leer y escribir, (y eso algunos), los petroleros son otra cosa, preparados y aguerridos. Si el gobierno no ha podido controlar a un pequeño grupo de profesores, no había posibilidad de que pudiera con los petroleros.
Las razones pueden ser muchas, tal vez, como me dijo un viejo político conocedor de estos menesteres, o dio el viejazo o el sindicato no lo apoya. Lo raro es que la disidencia petrolera, tampoco se mostró.
A pesar de ello, salió una reforma menos mala que la que se dictaminó en comisiones. Se alejó del modelo brasileño para acercarse más al modelo noruego.
Se implementaron cuatro tipos de contratos, de servicios y de utilidad compartida que se pagarán en efectivo y dos que son muy polémicos, los de producción compartida y los de licencias que se pagaran con crudo. Las concesiones están expresamente prohibidas.
Tampoco queda nada de la iniciativa presidencial. Enrique Peña Nieto demostró que lo único que sabe de Lázaro Cárdenas, es que es un eje que pasa afuera de Bellas Artes.
El perredismo, que se opuso con su ridícula caminata en el ángel, hoy pretende criticar la reforma con discursos cargados de ideología y de absurdas suspicacias, por el hecho de que el transitorio correspondiente les diga que se otorgarán “entre otros”, los contratos mencionados. No se podrán otorgar concesiones porque estas quedaron prohibidas en el texto constitucional. Que no quieran hoy, con argumentos tontos, tratar de lavarse la cara de su ridícula actuación, de la farsa que fue su oposición en el momento de la discusión de la reforma.
Lo que no queda duda es que hubo políticos que, en lo individual ganaron, desde Francisco Labastida hasta Georgina Kessel, que hoy trabajan para las empresas que invertirán en el sector en nuestro país.
Ahora más que nunca es válido lo dicho por Adolfo López Mateos de que “La revolución Mexicana fue la Revolución perfecta, pues al rico lo hizo pobre, al pobre lo hizo pendejo, al pendejo lo hizo político y al político lo hizo rico”.
La izquierda fue bien engañada. Ni siquiera la consideraron en el debate energético, porque se volvió innecesaria. Aprobó la reforma política, de la cual no sacó nada, pues fue al gusto del ejecutivo; no le dieron la reforma política del Distrito Federal y van a permitir que se ahogue el gobierno de "la esfera", porque la tirada del gobierno es acabar con lo que queda del PRD y se apoyan en un ingenuo PAN al que hacen creer qué, acabado el perredismo, la Ciudad de México se pintará de azul. En la capital de la República, Acción Nacional es el rival más débil y un contrincante a modo para el PRI y el aparato del gobierno federal.
El petróleo a la baja, por el acuerdo de Irán con la ONU y la reapertura de los puertos de Libia, hacen que sea muy mal momento para esta reforma, que como las otras, solo son los caprichos de Enrique. El petróleo va a cotizar por abajo de los 85 dólares por barril previstos en el paquete fiscal del próximo año. Ya anda por los 87. La otra semana le comento como se conjuga esto con el bodrio de reforma fiscal y de qué manera afectará el crecimiento y el ingreso nacional.
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