No es lo mismo

  • Marcelino León Ochoa

“Una sola cosa nos explica bien la historia y es en qué consisten los malos gobiernos”.

Thomas Jefferson 

 

Después del catastrófico arranque de gobierno en 1994 –con el famoso error de diciembre que sumió al país en una terrible crisis económica y social- no había visto otro inicio de sexenio tan malo y negativo para México, como el que vivimos ahora, encabezado por Peña Nieto. Pero ni Zedillo es Peña ni las circunstancias nacionales del año 94 son comparables con la realidad del 2013.

Más allá de los datos comparativos con los sexenios de Fox y Calderón, que a propósito del primer informe de gobierno, hoy están siendo expuestos por distintos medios y analistas y que no es mi intención repetir, aunado a las mediciones de popularidad y aceptación por parte de diversas casas encuestadoras que dejan muy mal parado al Presidente Peña Nieto, hoy quiero centrar mi reflexión en lo que, desde mi punto de vista, le está pasando al grupo peñista en el gobierno.

Arribaron al poder, en el entorno de una realidad estatal –el Edomex- donde el PRI siempre ha gobernado y aprovecharon la coyuntura electoral del 2012 para posicionarse como los más capaces para gobernar. Utilizaron diversos medios de comunicación para maximizar los errores del calderonismo y le vendieron a los mexicanos la idea de que el combate al crimen organizado debía cambiar.

Basados únicamente en la popularidad de Peña Nieto y ante la incapacidad del PAN y PRD para ponerse de acuerdo –en la elección 2012-, los priístas se sintieron nuevamente dueños del país, mismo que según ellos prácticamente habían diseñado y que habiéndolo prestado dos sexenios, ahora recuperaban para no dejarlo ir.

Ante una población mayoritariamente insatisfecha con el resultado de la elección pero sobre todo incrédula por el regreso del PRI a Los Pinos, el grupo en el poder no ha sabido o no ha querido capitalizar los votos a su favor e inmediatamente puso en marcha una estrategia similar a la operada por Carlos Salinas de Gortari entre 1988 y 1994.

Haciendo un paréntesis, debo decir muy a mi pesar que la situación política en México en 1988 nos permitió conocer a un maestro de la negociación y del maquillaje de la realidad, al maestro de la “política-ficción”. Salinas supo mover los hilos, construir los acuerdos, concretar reformas constitucionales históricamente demandadas, reconocer triunfos electorales de la oposición y construir un programa social “Solidaridad”, que le permitió ganarse al pueblo. Pero Peña tampoco es Salinas y carece de muchas de sus habilidades. Salinas supo leer su tiempo y actuó en consecuencia.

Peña por su parte, se apuró a diseñar un pacto y a ceñirse a él, privilegiando los acuerdos cupulares y partidistas, pensando que esa era la solución a los graves problemas del país pero se olvidó de la sociedad civil –organizada y no organizada- y menospreció a los poderes fácticos.

Su equipo de tecnócratas, especialistas en diversas áreas de la administración pública, no han sabido manejar la economía, que a pesar de lo que se diga, fue adecuadamente administrada por los ex presidentes panistas y hoy anuncian que México crecerá a menos del 2% y eso es ser optimista. Tampoco han sabido vender las bondades de sus reformas e incluso las aprobadas por el Congreso de la Unión no han dado los resultados esperados, como son la reforma laboral y educativa.

Con esto no quiero decir que exista falta de preparación y conocimientos en los secretarios y altos funcionarios del gobierno, al contrario. Lo que veo es que los priístas no han sabido interpretar las circunstancias y quieren aplicar recetas del pasado en un México que ha cambiado en muchos aspectos. Veo que el gobierno de la República anda “descontextualizado”, obsoleto y lento.

Del México autoritario y centralizado en el que el PRI era campeón al México del siglo XXI que exige rendición de cuentas, transparencia, equilibrio de poderes, comunicación directa a través de redes sociales muy activas, con movimientos sociales que se burlan del estado de derecho, con partidos políticos más pragmáticos y con una sociedad insegura, insatisfecha y defraudada, el primer tramo del gobierno de Peña Nieto deja mucho que desear.

A veces pienso que gobiernan mal a propósito, con la intención de vender las reformas, como diciendo: vean cómo nuestra economía decrece pero con las reformas en Pemex esto va a cambiar y vas a pagar menos de luz y gas. Si están actuando con esa intencionalidad, qué poca, porque están dañando al país; pero si gobiernan mal por incapacidad política, no tengo mucho que agregar.

Deseo en verdad que las cosas cambien, que los acuerdos se cumplan, que las reformas lleguen, que se pacifique el país, que se aplique la ley, que se disminuya la pobreza y la inseguridad y que el gobierno no sólo nos quiera gobernar con discursos bonitos, con mensajes vacíos de contenido.

Ojalá que las buenas noticias lleguen y lleguen pronto, para que se hable bien de México empezando por nosotros mismos. Quiero entender que son los primeros nueve meses de un gobierno que se está adaptando, y no quisiera comprobar con tristeza que Peña no sólo no lee libros sino que tampoco sabe leer los signos de este tiempo.

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Marcelino León Ochoa

Politólogo. Maestro en Gestión Pública. Coordinador de asesores del grupo de regidores PAN.

Catedrático en UPAEP. Ex regidor del Ayuntamiento de Puebla 2011-2014