Luego de más de ocho décadas de relación diplomática formal, por vez primera un presidente mexicano hará una visita oficial a Turquía. A inicios de septiembre y previo a su participación en la cumbre del G20 en San Petersburgo (los días 5 y 6), Enrique Peña Nieto sostendrá una serie de reuniones de trabajo con el primer mandatario de ese país Abdullah Gül.

Más allá de lo meramente anecdótico, este viaje es relevante al menos por tres razones: Primeramente, Turquía tiene una importancia geográfica mayúscula por ser el puente que conecta a Europa con Asia. Por este motivo, a lo largo de la historia su capital Estambul ha sido también la capital de los imperios bizantino, latino y otomano. De tal suerte, dada la creciente influencia que los países árabes están ejerciendo en la economía global, adquiere sentido que se busque un primer acercamiento con ellos abriendo la puerta turca.

En segundo lugar, Turquía y México presentan una serie de coincidencias en términos económicos y culturales. Por lo que respecta al primer aspecto, ambos países tienen economías muy similares. Por ejemplo, el Banco Mundial los cataloga como regiones con un ingreso que oscila entre medio y alto. En ese sentido, la edición del 2013 de The World Factbook de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, señala que con base en su Producto Interno Bruto y Poder de Paridad de Compra, México ocupa la posición número 12 y Turquía la 17 en su ranking de competitividad internacional. Asimismo, la firma británica de consultoría SHL considera que México y Turquía son los que tienen mejores perspectivas a futuro en cuanto a su potencial de liderazgo.

Por otro lado, aunque ambas naciones parecieran culturalmente muy lejanas, lo cierto es que no lo son tanto. A pesar de que evidentemente aspectos como el idioma y la religión son diferentes, hay una serie de valores y actitudes compartidas por sus respectivos pueblos. La importancia de las relaciones interpersonales, lo estrecho de los lazos familiares, el respeto hacia los adultos mayores y la riqueza de su gastronomía, entre otros, son sólo algunos botones de muestra.

Finalmente, la tercera razón por la que esta visita oficial importa tiene que ver con la política exterior del gobierno de Enrique Peña Nieto. Históricamente, y del todo justificado, la diplomacia mexicana ha centrado su atención hacia Estados Unidos. No es para menos, dado que el vecino del norte es nuestro principal socio comercial y una de las mayores potencias globales. Por esto mismo, las relaciones con los demás países solían pasar a un segundo plano y un ejemplo de ello es precisamente Turquía.

Por ende, el hecho de que el jefe del ejecutivo federal incluya a países como China, Japón y ahora Turquía en los viajes oficiales durante el primer año de su administración, es una señal de que el concepto de política exterior no necesariamente empezará y terminará en Estados Unidos. Esta situación también permite esperar que tal interés se vuelque de igual forma hacia Sudamérica, especialmente hacia Brasil y Chile, cuyas economías han despuntado significativamente y con quienes se pueden lograr importantes acuerdos comerciales, políticos y culturales.

En conclusión, si - como lo señalan varios analistas – México apunta seriamente a convertirse en una economía emergente importante, es necesario que comience a estrechar lazos que habían sido descuidados o ignorados. Razón por la cual, el posicionamiento del país a nivel internacional requiere de construir puentes con los nuevos actores globales, entre ellos, los países árabes. Para lograrlo, Turquía es la puerta que nos puede permitir el acceso al Medio Oriente.