La incierta transformación del PAN

  • Marcelino León Ochoa

“Si hoy somos es porque ellos fueron y gracias al modo en el que fueron. Si hoy estamos es porque ellos estuvieron, lúcida, responsable y generosamente atentos a su momento y visionariamente proyectados hacia el futuro”.

Luis H. Alvarez

 

Todo parece indicar que este sábado 10 de agosto se consumará un cambio  radical en la vida interna de Acción Nacional. Madero, acostumbrado a los pactos, ahora ha suscrito uno con los principales actores del panismo para que la Asamblea Nacional Extraordinaria se lleve a cabo y con ello, se apruebe una reforma estatutaria a medias, matizada por el CEN, pero que introduce un elemento nuevo en la larga vida de este partido: la elección directa de dirigentes.

Desde su Asamblea fundacional en 1939, el PAN fue concebido por sus fundadores como un partido democrático, mediante el modelo de democracia delegativa, a través de figuras tipo “colegios electorales” donde las decisiones más importantes fueran tomadas de manera colegiada para generar contrapesos internos, a través de la figura de “delegados”, militantes electos en asambleas municipales para tomar decisiones y luego procesar estas decisiones en órganos de deliberación entendidos como “la conciencia” del partido. Pero eso empezó a cambiar hace algunos años.

El PAN como cualquier otra institución inserta en el tiempo y en las circunstancias políticas del país, probó las mieles del poder y la popularidad, y se fue haciendo más flexible, adaptándose a las coyunturas electorales. Fue cambiando para hacerse un partido más competitivo, más accesible a los ciudadanos, para conquistar más espacios e intentó convertirse en un partido de masas cuando nunca lo fue ni lo será.

Recuerdo que con la popularidad de Fox, el partido creció exponencialmente en militancia y la figura de los miembros adherentes desbordó la capacidad institucional para darles cabida, sentido y destino. La presión por afiliar adherentes pero sobre todo, la rentabilidad electoral que representaron en los procesos interno de selección de candidatos, llevó incluso a suprimir la “salvedad de derechos” de los miembros activos, para que todos, todos sin excepción, pudieran participar.

Al interior del PAN como sucede en el país, se ha impuesto la lógica de “más derechos y menos obligaciones”. Desde mi punto de vista, eso fue minando la capacidad institucional del partido para procesar adecuadamente sus decisiones. La falta de respeto a las dirigencias, la falta de respeto, la inobservancia de las decisiones y peor aún, el cuestionamiento de esas decisiones e incluso la oposición a las mismas, fue dañando gravemente al partido.

La reforma estatutaria que muy probablemente se apruebe este sábado, va por el mismo camino. Representa una victoria más de la defensa de los derechos de la militancia, en este caso a elegir directamente a los dirigentes nacional y estatales, pero hay pocas, escasas, nulas referencias a las sanciones por incumplimientos en la vida del militante.

Todavía hoy se dice en los estatutos que para ser militante activo del PAN se debe participar en actividades de formación y capacitación, en una campaña electoral o en cualquier actividad que el partido convoque, pero eso es letra muerta pues a la hora de votar para elegir dirigentes o candidatos, no se revisa ni se exige un carnet de obligaciones y da lo mismo si se trabajó en campaña o incluso si se apoyó a un candidato o fuerza política contraria a Acción Nacional

Perdimos el rumbo y la razón de ser de la militancia. Se trastocó la pertenencia a la institución. Con el paso de los años, las presiones por ganar elecciones y conquistar espacios, el partido se fue amoldando a esas necesidades. Curiosamente no fue con Fox sino con Calderón cuando el PAN entró en crisis, cuando el PAN perdió de vista su misión de ser instrumento al servicio de los ciudadanos para convertirse en instrumento al servicio del poder en turno.

Por ello, entiendo las razones del senador Javier Corral por romper con esas intromisiones desde el poder, pero al llevar a la militancia a la elección directa de sus dirigentes, lo que estará provocando es que esa correlación de fuerzas se traslade de la Presidencia de la República, que hemos perdido, a los estados, más donde se gobierna.

Una vez más, se perderían los contrapesos que daba el peso de la militancia y el trabajo del partido en los estados y municipios para ceder al poder de movilización de quienes detenten el poder en el país.

Dejamos de entender y respetar a la institución, sus reglas y procedimientos internos para obligarla a entender los intereses de los militantes y simpatizantes.

De momento, creo que la Asamblea Nacional Extraordinaria saldrá con acuerdos, pero procesarlos e institucionalizar una mejor manera de tomar acuerdos para seguir siendo no una sino la mejor opción ciudadana y de gobierno, llevará tiempo. Espero equivocarme pero sinceramente veo que la ruta de transformación del PAN es incierta y muy cuestionable.

 

César Marcelino León Ochoa 

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Marcelino León Ochoa

Politólogo. Maestro en Gestión Pública. Coordinador de asesores del grupo de regidores PAN.

Catedrático en UPAEP. Ex regidor del Ayuntamiento de Puebla 2011-2014