Hijos los enigmas de la vida
- Lilia Vásquez Calderón
A Laura y Yael mi queridas hijas
José Luis, Juan José mis adorados hijos
A Emi regalo excepcional de la vida.
A la profesión, la pareja y
el trabajo se le escoge,
a la familia se llega, nos procura
nutre y se cobija.
La vida nos sorprende, nos prodiga satisfacciones y retos, nos llena de alegría y regala tristezas, por ello se convierte en el primer enigma, preguntarnos ¿Por qué vivir?, ¿Cómo vivir?, ¿Con quién vivir? Es un gran reto, lamentablemente nos damos cuenta de ello, cuando ya tenemos algunos años, una pareja e hijos. Vivir en familia nos confronta con nuestra propia historia, es el primer espacio de empatía, seguridad y pertenencia. En la vida de pareja muchas de las veces llegamos de improviso, producto de un accidente, error, ensayo o de unas copas de más. En otras ocasiones somos planificados, deseados, amados y añorados, en algunos casos habrá parejas que siempre añorarán la llegada de los hijos. Todo ello será pauta para tener una familia, para que en el mejor de los casos nos proteja, nutra, procure y aliente a crecer, madurar, independizarnos, y correr la aventura de concebir la posibilidad de los hijos.
Cuando encontramos a nuestra media naranja, aquella persona que nos llena, complementa, ilusiona, enamora, transitamos a la posibilidad de descubrir que es él o ella, la persona ideal con la cual queremos vivir, hasta volvernos viejos y si existe el amor más allá de la muerte, nos gustaría que fuera con nosotros. Vivir esta experiencia nos vuelve tolerantes, solidarios, generosos, felices, este momento el que nos hace posible concebir la posibilidad de una familia y de procrear hijos.
Viene a mi mente el recuerdo de un querido amigo El Dr. Fernando Torre López que en clase nos decía si quieren dormir bien todos los días de su vida no tengan hijos, además la formación en psicología me aterro cuando en muchas ocasiones me pregunte ¿Quiero tener hijos?, ¿Los podré educar sin que renuncien a ser ellos?, ¿Es una responsabilidad para toda la vida? Mi madre siempre me dijo: “una madre para cien hijos, un padre para ninguno”, “hijos chicos, problemas pequeños, hijos grandes problemas mayores”, no he de negar que si existe un ser generoso, de gran corazón y don maternal es mi madre, cuanta sabiduría le acompaña.
Pero bueno siendo joven, psicóloga titulada y con trabajo uno piensa que todo lo puede, que no necesita de nadie, que nunca se va a enamorar, que la independencia y autonomía es lo más importante, que cupido jamás nos sorprenderá….. Pero sorpresa conocí al hombre adecuado, me enamore, añore ser madre, me embarace, felizmente tuve dos hijos y pude descubrir que son los enigmas de la vida, no hay manuales, carrera, consejo y cursos que nos preparen para ello, hay que aprender por ensayo y error, descubrir, inventar, mal dormir y nunca dejar se admirarse.
Los hijos son nuestras raíces, la prolongación de nuestra existencia, nos sorprenden, asustan, prodigan, angustian, enorgullecen, roban el sueño, ilusionan, dan un sentido muy espacial a nuestra existencia. Conforme van creciendo descubrimos su personalidad, sus temores, angustias, osadía, ímpetu, alegría, bondad y cada día nos dan lecciones de vida. Verlos, tocarlos, oírlos, olerlos, saborearlos es lo mejor que nos puede pasar, su niñez es una pequeña caja de sorpresas y son los mejores maestros para aligerar nuestra existencia, enseñan con el ejemplo.
Conforme van creciendo se vuelven independientes, reclaman su autonomía, establecen su territorio, la osadía y el reclamo es algo cotidiano, cuestionan todo y exigen el respeto a su libertad, como padres nos damos cuenta que ya crecieron, que pronto ya no pedirán permiso y que igual que nosotros correrán la aventura de su propia historia de vida, tendrán su pareja, procrearan sus hijos y formarán su familia.
A estas alturas si nos preguntarán que pensamos de ellos, solo les diríamos que llegaron en el momento adecuado, cuando ya habíamos encontrado a nuestra pareja, donde aspirábamos y soñábamos que podíamos tener una familia. Que cada momento que compartieron con nosotros fueron lecciones de vida, cada error y llamada de atención eran el reflejo de nuestros miedos porque nadie nos enseñó a ser padres, pero que siempre quisimos hacemos el mejor papel, que si los lastimamos jamás fue nuestra intención, si algo valió y confirmo que lo mejor que nos pasó en la vida fue su la llegada. Por ello no nos juzguen solo les podemos decir que a pesar de habernos equivocado, siempre los amaremos. Gracias a mis hijos José Luis, Juan José, Laura Itzel, Yael y mi fueguito incansable Emiliano, los amo.
Opinion para Interiores:
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Lilia Silvia Vásquez Calderón, Licenciada en psicología, maestra en derecho.
Coordinadora Académica del posgrado del Centro de Ciencias Jurídicas de Puebla (CCJP)
Docente jubilada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, BUAP.