El poder de la persona: una revolución silenciosa

  • Lilia Vásquez Calderón
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                                                      Todos los deberes conllevan placeres,

 todos los placeres conllevan deberes

Proverbio popular.

En los albores del siglo XXI cada día se demerita el reconocimiento de la persona, se muestra aprecio por lo que posee, la ropa que porta, las joyas que luce, el carro que tiene, la zona donde vive, la escuela donde estudia, las amistades que cultiva, mientras más tenga mayor prestigio, estatus y valía. Consecuencia de ello se fomentan y cultivan un sinnúmero de sentimientos encontrados que generan vergüenza, rechazo, frustración, coraje, resentimiento, negando la esencia de la persona.

En el proceso terapéutico regularmente nos enfrentamos a trabajar con personas que precisamente carecen de aceptación y reconocimiento a sí mismos, por ello la terapia centrada en la persona está basada en la siguiente premisa: “El ser humano es un organismo básicamente digno de confianza, capaz de evaluar la situación externa e interna, de comprenderse a sí mismo en su contexto, de hacer elecciones constructivas en el proyecto de su vida y de actuar en base a esas elecciones”.

Esta postura se enfoca a buscar el crecimiento de la persona, ha descubrir su potencial humano y a inventar una posibilidad de vida para mirar hacia adelante. En todo organismo existe ese movimiento subyacente que se orienta a una relación constructiva de sus potencialidades inherentes, como una tendencia natural al desarrollo completo.

En consecuencia se tienen cultivar 3 condiciones:

  1. una actitud genuina, autentica y congruente que implica dejar salir nuestros sentimientos, ser transparente, reconocernos como personas para construir una relación de semejanza, respeto.
  2. Promover una actitud de aceptación, aprecio o estimación, para con ello crear una relación humana que nutra, ayude a crecer y permita fomentar la confianza.
  3. Una comprensión empática que fomente captar los sentimientos y significados del otro, que ayude a comprender en forma más clara el concepto de su propio mundo, de su conducta y por lo tanto de conformidad de sí mismo.

En consecuencia el objetivo es que la propia persona tome sus decisiones y asume la responsabilidad de su proyecto de vida. La relación humana que se promueve es de una persona única, digna de respeto y confianza, con el derecho a evaluar su experiencia a su manera, con amplios poderes de elección autónoma. La decisión depende de la persona, la consecuencia es su  la responsabilidad.  Por ello en esta época vertiginosa, deberíamos cultivar una revolución silenciosa  orientada a descubrir en nuestra cotidianidad el poder de la persona. Nos bastaría con ser más sencillos, francos, solidarios, reconocer nuestra fragilidad y admitir que cada relación humana es una posibilidad para aprender a vivir juntos y  crecer sin dejar de ser nosotros mismos.    

No olvidemos que nos siguen faltando los 43 jóvenes de Ayotzinapa y los que diariamente desaparecen.

Correo: liliasilvia@yahoo.com

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Lilia Vásquez Calderón

Lilia Silvia Vásquez Calderón, Licenciada en psicología, maestra en derecho.

Coordinadora Académica del posgrado del  Centro de Ciencias Jurídicas de Puebla (CCJP)

Docente jubilada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, BUAP.