Mis alumnas y alumnos me despiden de la BUAP

  • Guadalupe Grajales
Las únicas personas que pueden reconocer el trabajo magisterial

El miércoles 11 de diciembre, en el marco del brindis navideño del Posgrado en Ciencias del Lenguaje del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el grupo de alumnos que fue mi última generación del posgrado organizó una despedida para su servidora y Salvador Díaz Avilez dirigió unas palabras tan conmovedoras que no pude responder a ellas en ese momento.

Con el consentimiento de Salvador les doy a conocer su sentida intervención:

“Compas estudiantes, directivos, docentes, en fin, personas.

Solo quiero decir unas palabras. No de despedida, sino de gratitud.

Así que hago un llamado a sumarse a este agradecimiento y crear un agradecimiento colectivo. Fuera de toda distinción individualista. Porque el trabajo docente es todo, menos individual. Porque ser docente en este tiempo amerita no solo pretender enseñar, sino también aprender. Y es que de la maestra Lupita aprendí dos cosas que marcaron mi vida y que quiero compartirles.

La primera es que la ética se muestra y que tiene que ver con la forma de vida (utilizando el término desde Wittgenstein).

La segunda es que la labor docente debe ser congruente con tus convicciones y un deber político.

Soy fiel creyente de la dignidad del trabajador. Del respeto por la sabiduría y la pasión que alguien te puede brindar cuando lo hace de manera sincera y humilde.

Esas distinciones son las que, estoy seguro, ha logrado usted poner en el corazón de muchas personas, maestra Lupita.

Si la ética es mostrar, para mí nada demuestra más su amor por los espacios que conforman esta universidad cuando la defiende, cuando la cuestiona. Porque los espacios son por las personas y para las personas.

Alguna vez, en uno de sus textos, usted habló sobre qué significa ser universitario. Sobre qué debería estarnos pasando por la mente a las nuevas generaciones que conformamos estos lugares. Porque estos lugares deberían ser de todes, deberían mostrar un compromiso, una crítica constante.

Porque ser joven implica cargar en la sangre las ansias por aprender, y rebelarse.

Y así como hay docentes que tapan, diluyen y destruyen esas ansias juveniles, también los hay dignos y comprometidos, que nos alzan, que nos permiten mirar más allá de las simples apariencias de las cosas.

Quienes le apreciamos y aprendimos a apreciarle, no somos la mano fría y burocrática que se extiende para decir gracias con un papel y un sello.

Mi gracias es de carne; humilde, chiquito; pero sincero.

Así que;

- Gracias maestra por los años de su sabiduría que sembró con paciencia y que aprendió a transmitir de manera sincera.

- Gracias por ser una voz que alumbra y que se alza.

- Gracias por mostrar, y demostrar.

- Gracias por dar el amor por la filosofía a las generaciones y estudiantes que quisieron escuchar. El amor por Wittgenstein y el Lenguaje, que es la vida.

- Gracias por cuestionar a esta universidad, por señalar lo importante, por el alto sentido de justicia, porque, ¿no les parece a ustedes de la mayor importancia que mantengamos la frente en alto y peleemos por lo que creemos importante?"

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Guadalupe Grajales

Licenciada en Filosofía por la UAP con Maestría en Filosofía (UNAM) y Maestría en Ciencias del Lenguaje (UAP). Candidata a doctora en Filosofía (UNAM). Ha sido coordinadora del Colegio de Filosofía y el posgrado en Ciencias del Lenguaje (BUAP), donde se desempeña como docente. Es la primera mujer en asumir la Secretaría General de la BUAP.