Los miserables, se asustan
- Román Sánchez Zamora
Los amigos se fueron de un momento a otro, nadie estaba y no los quería a mi lado, me habrían estorbado.
Existen momentos en los que uno sólo quiere pensar, uno o dos días, lo demás es pereza o no tener imaginación y ganas para hacer las cosas, y para estos mil años seguirán en las mismas.
Es como cuando se va la energía eléctrica y buscas hacer todo lo antes posible que no ocupe esta energía para antes que acabe la luz natural, entonces cortas tiempos, recursos y te haces más eficiente.
¿Quién gana en esos tiempos? Es falso que son los que se sienten tiburones que al final resultan pirañas carroñeras.
Es como este momento, me he sentado contigo a hablar un poco más de mí y menos del mundo, y menos de lo que creo por darte un poco de mi vida, porque aprendo de ti a pesar de que el que hable sea yo.
Saldremos en unos minutos de este espacio y continuaremos en el eterno teatro que todos elegimos para tener un escenario para ser el duro y el sumiso, pero son papeles que nadie nos dijo que eran nuestros, sino que los tomamos y nos aferramos a ellos como si en realidad fueran de nuestra propiedad y en realidad nada aquí es nuestro, porque la vida es efímera.
No soy un instrumento de alguien o algo, solo soy yo y cuando lo supe, me di cuenta que si no era disciplinado será solo un engrane de una máquina donde nadie controla y ni nadie se hace responsable.
Como Rouger alguna vez lo escribió. “…lo único seguro que tengo en esta vida es la muerte…” entonces el responsable de llenar este espacio mío de color o de muerte soy yo.
El silencio, eterno testigo.