Southport, una lección al gobierno de Reino Unido

  • Jorge David Cortés Moreno
Se emplean tragedias y problemas legítimos de gobernabilidad añeja, para inmovilizar al Estado

Como lo he comentado en entregas anteriores, después de casi tres lustros del último  gobierno laborista (centro-izquierda) en Reino Unido dirigido por el carismático Tony Blair (1997-2007) y después por Gordon Brown (2007-2010), tras la dimisión de Blair, quien tuvo que enfrentar sus circunstancias alrededor de la compleja realidad local y global que le tocó asumir.

Los gobiernos a través de sus políticas y valores que pregonan se ponen a prueba al asumir el poder y ejercerlo.   Su congruencia y claridad para enfrentar las crisis de cualquier índole serán las pruebas de fuego. Es el caso del nuevo gobierno laborista del Reino Unido, dado que el pasado 29 de julio, un muchacho de 18 años (hoy) entró con un cuchillo de cocina a “The Hart Space”, un centro multiusos de la localidad de Southport (Inglaterra, Reino Unido) donde había un taller recreativo de música y baile para infantes, agredió a varias personas, matando a tres niñas e hiriendo a ocho menores y dos adultos.

Una situación verdaderamente trágica, como muchas otras lamentablemente. Este individuo, identificado como Axel Rudakubana, ha sido acusado del asesinato de las tres niñas y el daño a las demás personas por otros diez delitos.  Inteligentemente, el juez de la Corte de Magistrados de Liverpool, Andrew Menary, levantó las restricciones respecto a la identidad del agresor, borrando así los rumores de que se trataba de “un radical islamista”, “un refugiado” o “un inmigrante ilegal”. El muchacho que agredió a esa gente no podría pasar por ilegal ni refugiado: nació en Cardiff (Inglaterra) y sus padres son ruandeses, legalmente residentes.

A pesar de toda esa información oficial y veraz, en sentido contrario durante varios días, desde que se dio a conocer el lamentable hecho, la desinformación se apoderó del caso y el gobierno laborista no supo gestionar el caos en los primeros días, provocando cientos de manifestaciones violentas en todo el Reino Unido. Así la ultra derecha estuvo ganando buena parte del terreno narrativo en lo político y lo mediático usando fakenews y la viralización en las redes sociales para canalizar la ira (una emoción que nos mueve a la acción) que intermitentemente estuvo desatándose en todo el Reino Unido y otras regiones de Europa. No en balde se habló a cada momento de “manifestaciones ciudadanas” que traen la huella de organizaciones ultra conservadoras, movimientos que se han formado para confundir, distorsionar  y manipular la información en esos territorios.

Por centenas se contaron los detenidos en los distintos movimientos que se dieron por todo el territorio británico, incluyendo hasta una manifestación agresiva frente a la residencia del primer ministro y en las afueras del Parlamento. En su momento el Jefe de Gobierno, el laborista Keir Starmer, quedó atrapado en el huracán: una parte de la sociedad británica le dijo que es demasiado suave con los ultraderechistas, al tiempo que otra parte le señaló que debe permitir la libertad de expresión. Como podrá entenderse, se trató del problema de la gobernabilidad en una época en la que la diferencia entre resolver con energía un conflicto y pasar por tirano, es muy tenue. Sobre todo en gobiernos progresistas.

En ese caos informativo desencadenado en las redes sociales, los medios se encontraron entre la reproducción objetiva de la información narrándola a la ciudadanía británica y la manipulación descarada de los acontecimientos con la reproducción de las imágenes que por varios días se vieron en todo Reino Unido. Obvio con tan compleja situación, el gobierno sin experiencia para gestionar crisis, tardó en asumir su papel, y el resultado de ese vacío fue la polarización violenta en todos los niveles, algo no visto en al menos treinta años.

La realidad es que más allá de que si el Gobierno utilizó como estrategia para gestionar la crisis el mazo o las flores a los inconformes, hay que rebuscar en el interior de la sociedad, el motor que dinamiza un crimen horrendo, la idea para algunos con enorme influencia narrativa, el odio y el miedo social a la otredad.

Más allá de la corrección política y la vida cosmopolita de Londres, hay un monstruo moviéndose por el Reino Unido en donde, según creen algunos sectores manipulados por la desinformación que los inmigrantes son los causantes de cualquier calamidad, algo relativamente parecido a lo que se ve en Estados Unidos con los mexicanos, con diferencias evidentes, pero ahí están ambos casos.

La propaganda oscura o el Dark Marketing se mostró. Miles de actores, reenviando mensajes de WhatsApp y de Facebook se dispersaron, diciendo que el muchacho que agredió a las personas de Southport llegó a Reino Unido en un barco en 2023. Pocos se pusieron a intentar verificar la realidad. El gobierno del interior del Reino Unido ha identificado que los nodos centrales que estuvieron moviendo las protestas violentas en todo el país, provienen de cuentas en X, Telegram y TikTok, que se dan de baja continuamente y es ahí donde se promueven mensajes de odio contra cualquier grupo o acción social. Tal como pasó con el Brexit. Estos radicalismos que comienzan con narrativas estructuradas para activar las emociones negativas de los consumidores de contenido, terminan por la movilización política de multitudes que calladamente apoyan estos actos de desestabilización política.

La arena de la propaganda también da espacio para que personajes de enorme influencia social azucen el fuego en contra del gobierno central, llegando al extremo de señalar que aquel país está al borde de la guerra civil. En términos llanos, el gobierno del Reino Unido está viviendo su propio paradigma en donde manda las líneas de comunicación gubernamental para destensar las cuerdas de la gobernabilidad y por otro, en las calles donde la violencia no se aparece con altanería sino con sangre y los derechos humanos no logran ser privilegiados por un gobierno que en sus políticas y valores, los pregona.

La realidad es que ante semejante caos hay alguien que sale ganando: aquellos que le están cobrando la factura al pueblo británico por las pasadas elecciones. Están empleando tragedias y problemas legítimos de gobernabilidad añeja, para inmovilizar al Estado. Ahora mismo, hay grupos de poder mezclando verdades con mentiras y mientras algunos miran hacia determinados actores; otros lo hacen hacia la propia clase política británica, que no la vio venir y un mal día, la ingobernabilidad llegó. La experiencia queda clara, las elecciones se ganan en las urnas, pero la gobernabilidad no viene con ellas, sino con un oficio áspero y complejo que demanda talento y anticipación política.

 

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Jorge David Cortés Moreno

Profesor-investigador con posdoctorado en  Administración, Políticas Públicas y Gobierno  (New Mexico University), con estudios de Doctorado en Ciudad y Territorio (Universidad de Valladolid, España); maestro en  Comunicación Política y Gobernanza (George Washington University) y maestro en Ciencias Sociales (El Colegio Mexiquense). Ha sido docente y autor de artículos académicos y coautor de más de siete libros.