El costo cognitivo de la tecnología

  • Sofía Velázquez Ramírez
¿Qué pasa con nuestras capacidades cognitivas cuando usamos un smartphone?

Mucho se ha hablado de los efectos negativos de nuestra conexión permanente a dispositivos móviles y redes sociales. En el sentir de muchos, la capacidad de atención va en declive. Un comentario frecuente entre profesores es que las generaciones más jóvenes tienen más dificultades para mantener la atención y para sostener el esfuerzo cognitivo que aquellos que no crecimos como “nativos digitales”. ¿Tiene la culpa la tecnología?

La investigación al respecto no es concluyente. Un estudio difundido en el 2015 por Microsoft encontró evidencia de una reducción en la capacidad de atención, e incluso una correlación entre la reducción de la capacidad de nuestra memoria de trabajo y el uso intensivo de smartphones, más no es posible establecer una relación causal entre las variables.

En la misma línea, sorprenden los hallazgos de un estudio del 2018, en el cual los participantes que tenían su smartphone consigo, en su bolsillo o bolsa, obtuvieron resultados inferiores en tareas cognitivas que aquellos cuyos smartphones se encontraban en otra habitación. ¿La mera presencia de un dispositivo con tales capacidades nos entorpece?

Por otro lado, personas en otros rangos de edad también se preocupan por mantener y desarrollar sus capacidades cognitivas, particularmente al envejecer. Se dice que las habilidades que no se usan, se pierden, y esta es una hipótesis posible con respecto a aquellas tareas que hemos delegado a nuestras herramientas tecnológicas, como recordar números de teléfonos, volver a cierta información sin necesidad de retenerla en la memoria, y realizar cálculos matemáticos. Imaginemos lo que está en puerta con la llegada de servicios de Inteligencia Artificial como ChatGPT, que va más allá del acceso a la información, siendo capaz de analizarla y sacar conclusiones por nosotros. 

En #CiudadDigital reconocemos los lados claros y oscuros de la relación humano-tecnología, y sabemos que la respuesta no es la tecnofobia. Por ello, en este artículo rescato algunas maneras en que la tecnología puede contribuir al desarrollo (o a evitar la pérdida) de nuestra memoria y capacidad intelectual, y a mantener nuestra lucidez el mayor tiempo posible.

En primer lugar, es importante recordar que cuidar nuestra salud en general es el camino más evidente hacia la salud cerebral. Evitar el estrés crónico es otro reto de gran impacto, tanto para nuestra salud mental como para nuestra cognición; así como también es recomendable diversificar los estímulos y las habilidades de pensamiento que ponemos en práctica cotidianamente. A continuación, presento cómo la tecnología puede ayudar en esta búsqueda:

Actividad física, dieta saludable y sueño adecuado. Hay infinidad de opciones tecnológicas que ayudan a poner en práctica hábitos saludables, como los monitores de actividad que dan seguimiento a los pasos, entrenamiento, ritmo cardiaco, consumo calórico y calidad de sueño de sus usuarios. 

Meditación y mindfulness. Su práctica reduce el estrés y la ansiedad, aumenta la sensación de bienestar y mejora la capacidad de atención y concentración. Hay aplicaciones de meditación guiada, como Calm y Meditopia, además de podcasts y hasta series en Netflix para iniciar y establecer estos hábitos.

Estimulación del olfato. La neurociencia ha encontrado que potenciar el olfato se relaciona con una mejora en el estado emocional y mental de las personas, siendo útil para prevenir y tratar enfermedades como el Alzheimer. También la respiración nasal, en contraste con la respiración por la boca, mejora la memoria. Un difusor de aceites esenciales inteligente, que permita ser programado para funcionar a cierta hora, es una opción tecnológica que puede facilitar el volver el entrenamiento olfativo una rutina.

Aplicaciones de juegos cognitivos y gimnasia mental. Hay gran cantidad de juegos que podemos descargar en el teléfono para ejercitar la resolución de problemas, la memoria, la lógica y la atención selectiva. Desde rompecabezas, Sudoku y juegos de lógica; hasta aplicaciones especializadas, como Lumosity y CogniFit, las cuales usan algoritmos para adaptarse a las necesidades del usuario.

Aprender. En general, seguir aprendiendo durante toda la vida es una gran manera de mantener y hacer crecer nuestras capacidades. Además de ver a nuestros dispositivos como un centro de comunicación y entretenimiento, sirve verlos como un portal al aprendizaje. Podemos leer o escuchar audiolibros, aprender nuevos idiomas y conectar con expertos a través de dispositivos conectados al Internet.

Estas prácticas, potenciadas por las tecnologías, pueden permear en otros ámbitos de nuestra experiencia. Sin embargo, siempre será importante balancear nuestro tiempo en el mundo digital con el tiempo de desconexión. Las plataformas digitales están diseñadas para estimularnos de tal forma que nos mantengamos allí, interactuando y generando clics, por lo que ponerles un límite es un acto de rebeldía en pro de nuestra salud física y mental.

El tiempo en la naturaleza, en todas las edades, genera cambios fisiológicos benéficos. A raíz de la pandemia se popularizó en Internet el mandar a uno mismo y a otros a tocar hierba, en relación con los efectos del encierro y la interacción humana mediada por tecnologías. Quizás tocar hierba, abrazar un árbol, y mirar un horizonte más allá de una pantalla, es el ingrediente faltante para contrarrestar el costo cognitivo de la tecnología.

 

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Sofía Velázquez Ramírez

Licenciada en Innovaciones Educativas por la UDLAP y maestra en Tecnología Educativa por la Universidad de Saarland en Alemania. Actualmente colabora como académica en la Coordinación de Educación Virtual de la IBERO Puebla, a cargo de proyectos relacionados con e-learning y competencias digitales.