Carmen Mondragón, artista con ojos de libertad
- Alejandra Arroyo Abud
Carmen Mondragón Valseca (1893 -1978) fue una mujer de una familia de clase acomodada del Porfiriato, vivió en París una parte de su infancia. Se casó con el cadete Manuel Rodríguez Lozano, quien también fue pintor y viajan nuevamente a París, donde conoció a artistas como Diego Rivera, Georges Braque, Henri Matisse y Pablo Picasso. Su matrimonio fue dramático y hay muchas historias alrededor de él, al regresar a México y enfrentarse a la prohibición de su familia ante un divorcio, se separa y se va a vivir unos años con el pintor Gerardo Murillo, conocido como Dr. Atl. Él la nombra Nahui Olin, haciendo referencia al movimiento renovador de los ciclos del cosmos, uno de los símbolos más importantes en la mitología prehispánica, el eje del cual parten los 4 puntos del universo. Durante estos años ambos producen muchas obras artísticas con nuevas teorías e ideas científicas y teosóficas.
Su imagen de gran belleza y ojos verdes de intensa profundidad, se nos presenta como un gran distractor, como sucede muchas veces con las mujeres, fue retratada por los grandes artistas mexicanos de vanguardia, pero esta belleza hace diluir a la gran artista multidisciplinaria, que aunque perteneció a un círculo intelectual y artístico, éste era dominado por hombres. A Nahui le sucedió lo que ha sucedido a las mujeres artistas, su historia es un proceso de lucha y rebeldía constante contra la discriminación, una liberación continua de prejuicios y enfrentamientos con su realidad, sin menospreciarse y sin alegar excusas.
Debido a esto su imagen se hace visible, llama la atención su presencia, se impone a la sociedad con un gran ímpetu, una sociedad que no apreciaba las obras que producía, ni esperaba que una buena obra pudiera salir de una mujer. Estas rupturas a los cánones de comportamiento establecidos y la testarudez y rebeldía con la que lo hacía hace que pasara a la historia como loca, se crean mitos alrededor de ella y su obra se mide de forma diferente a la producida por sus contemporáneos.
Nahui Olin pintó, con diferentes teorías del color y las formas, escenas de la vida cotidiana del México de los años 20 rodeadas de ideas cósmicas, retratos, autorretratos y desnudos, trabajó con diferentes técnicas pictóricas, muchas de ellas experimentales, con los años perfeccionó la perspectiva curvilínea y se salió de las temáticas en las que se encasillaron los pintores de vanguardia de nuestro país. Escribió sobre su vida, sobre su autoconocimiento y su erotismo; entre su producción literaria hay cartas y poemas que hablan sobre sus emociones, sus deseos más profundos, escribe también sobre la física, el cosmos y el espíritu, todos ellos con gran libertad pasión y rompiendo esquemas.
Posó para grandes artistas como Diego Rivera en su primer mural “La Creación”, en la Escuela Nacional Preparatoria, en el que la representa como Erato la musa de la poesía erótica, para el Dr. Atl, para Jean Charlot y realizó desnudos para los fotógrafos Edward Weston y Antonio Garduño, cuyas imágenes reflejan, además de su gran belleza su actitud rebelde y trasgresora.
Fue reconocida también por su activismo en favor del voto de las mujeres, la igualdad de género y el acceso a la educación, aunque nunca lo hizo a través de protestas, sino siendo ella misma.
Una de las mujeres con las que nos identificamos a través de este lenguaje que es el arte, que llega a nuestras almas y por lo tanto trasciende. Nos permite tener modelos de mujeres que no respondían al modelo de gracilidad femenina ni vivían supeditadas a prejuicios sexistas, mujeres que entran en esferas que tradicionalmente han sido definidas en términos masculinos. No todas somos iguales ni nos rebelamos de la misma forma, pero tenemos una necesidad que viene de muy dentro de expresarnos en las diferentes maneras de ser de cada una.
“Bajo la mortaja de leyes humanas, duerme la masa mundial de mujeres, en silencio eterno, en inercia de muerte, y bajo la mortaja de nieve —son la Iztatzihuatl, en su belleza impasible, en su masa enorme, en su boca sellada por nieves perpetuas,— por leyes humanas. — Mas dentro de la enorme mole, que aparentemente duerme, y sólo belleza revela a los ojos huma- nos, existe una fuerza dinámica que acumula de instante en instante una potencia tremenda
de rebeldías, que pondrán en actividad su alma encerrada, en nieves perpetuas, en leyes humanas de feroz tiranía. — y la mortaja fría de la Iztazihuatl se tornará en los atardeceres en manto teñido de sangre roja, en grito intenso de libertad, y bajo frío y cruel aprisionamiento ahogaron su voz; pero su espíritu de independiente fuerza, no conoce leyes, ni admite que puedan existir para regirlo o sujetarlo bajo la mortaja de nieve en que duerme la Iztazihuatl en su inercia de muerte, en nieves perpetuas.”
Nahui Olin 1
1 Olin, Nahui. Óptica cerebral, México, México Moderno, 1922.
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Soy poblana, Licenciada en Arquitectura y Maestra en Investigación del Patrimonio Cultural, miembro de Número de la Academia Nacional de Arquitectura, Capítulo Puebla. Restauradora de patrimonio cultural y docente