¿Tiene sentido la prevalencia de las escuelas?

  • José Guadalupe Sánchez Aviña
La escuela es percibida como un mal necesario y no como un factor de mejora humana y social

Días atrás, charlando con unas personas, tomamos como centro de la discusión lo preocupadas que estaban con la asistencia presencial o no de sus hijos a la escuela. Más allá de su realización en medio de una pandemia aún agresiva y severas carencias en infraestructura educativa, la pregunta que me surgió fue: ¿por qué tanto alboroto por la escuela? -y con su complementaria-, ¿acaso es importante para las personas?

Dado el alboroto general, podría pensarse que es realmente importante, pero si así fuera, ¿por qué lo es? Advierto que en otros textos he insinuado la pobre valoración que la sociedad en general tiene por la educación, pero en este caso me refiero solo a la escuela, ya lo tocaré un poco adelante.

Una cuestión central a resolver es aclarar qué se entiende por escuela. Con esa intención seguiré un camino alternativo estableciendo primero, lo que no es a manera de contraejemplo: a) La escuela no es la Educación, aunque se esperaría que en ella fuera una experiencia permanente; b) No constituye sustituto del espacio familiar; c) Por supuesto, no es una guardería, en donde los padres depositan a sus hijos para que otros los “eduquen”, mientras salen a realizar sus actividades; d) No es un centro de capacitación para el trabajo, por lo menos, no exclusivamente; e) No es un espacio al cual se envían a los niños y jóvenes, para que alguien más los moldeé; y, f) No es solo una fuente de recursos de sobrevivencia para los “trabajadores de la educación”; entre otros posibles No.

Cuando reviso encuestas, entrevistas y declaraciones de padres de familia y la población en el marco de esta contingencia y su regreso a clases, punto común es concebir a la escuela como una salida natural y lógica, a la cual deben llevar a sus hijos. Encuentro también, que los alumnos se aburren, lo cual lleva a muchos al abandono, pero quienes se quedan pese a su aburrimiento, saben que deben aguantar una situación que en algún momento terminará. De llamar la atención es que, por ninguna parte, o solo de manera excepcional, aparece el aprecio de la escuela, como un espacio que brinde la posibilidad de formación para ser mejor persona y comprender mejor el mundo que le toca vivir.

Al parecer, la importancia social de la escuela estriba en aspectos para los cuales no está concebida esencialmente, situación que vuelve pesimista la mirada, cuando de pensar a la escuela como factor de mejora humana y social se trata. En cuanto a la postura oficial, las cosas no son del todo distintas, sobre todo, si se les analiza en su relación con la necesaria reactivación económica, que pareciera estar por encima de pretensiones más pedagógicas y formativas.

Ahora bien, sin pretender un abordaje conceptual absoluto, quisiera reconocer a la escuela, como el espacio privilegiado, en donde se encuentran quienes acuden buscando un espacio de diálogo que les aporte componentes necesarios para su propia formación y aquellos cuya vocación les exige darse a los otros, procurando lo necesario para que los niños y jóvenes descubran su mundo y lo aprehendan.

Finalmente, me queda la impresión de que la escuela es percibida como un mal necesario que todos toleran quedando descubierta como un espacio institucionalizado, que se caracteriza por la ausencia de procesos educativos profundos y transformadores, que derivarían en lograr un mundo más humano, perdiendo así su esencia formadora. Si así fuera, entonces, ¿acaso tiene sentido la prevalencia de las escuelas?

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José Guadalupe Sánchez Aviña

Doctor en Educación, Sistema Universitario Jesuita ademas de ser maestro en Investigación Educativa por la Ibero Puebla realizó su licenciatura en Sociología por la UNAM . Actualmente es Académico de Ibero Puebla