Un Coronavirus llamado racismo; y la llegada de la #TrumpNation.

  • Moroni Pineda
Nuestro México lindo y querido tiene vida propia, y en las últimas semanas ha desparramado vigor...

Todos coinciden. El mundo camina tenebrosamente a una era de resurgimiento de prácticas desterradas socialmente, pero latentes en ese rinconcito oscuro que muchos llaman alma. Distintas partes del mundo comienzan a sentir una picazón, de esa que inflama y no deja, una que provoca heridas leves al inicio, pero que con el tiempo se convierten en laceraciones indelebles pero muy reconocibles. Alemania, Italia, Francia, Estados Unidos, Canadá y muchas de las naciones cultas y cultivadas, ricas y enriquecidas la padecen, y la llaman por su nombre: Racismo. Pero esto no es exclusivo del selecto club de los de arriba, también los de abajo aportamos nuestra cuota. El Brasil de Bolsonaro comienza a padecerla, la misma fiebre ardiente contagiada en forma de nacionalismo conservador y por momentos convertida en la voz de un presidente populista y derechista que atiza a las masas. Los indígenas o pueblos originarios como tan pomposamente los llaman las izquierdas latinoamericanas, son el blanco inicial de este racismo post modernista. Pero no se limita a ellos, no.

Nuestro México lindo y querido tiene vida propia, y en las últimas semanas ha desparramado vigor y visibilidad como nunca antes. En redes sociales, en las esquinas de las tienditas y en los apretujados camiones públicos se corre la voz sediciente. Esa voz que culpa a los chinos de China de los males nacionales. Que si el cierre de las empresas, que si los productos de baja calidad etcétera, etcétera, etcétera. Le hemos agregado una más; el Coronavirus, con todo y los hábitos gastronómicos a juicio. Lamentable escuchar a personas en apariencia educada, expresar las más terribles condenas a un pueblo noble como es el chino. Nada más alejado de la realidad. Hoy China emerge como una fuerza económica y social sin paragón. Su mayor logro es todavía objeto de estudio y seguirá por décadas tratando de ser descifrado, el como sacar de la pobreza a cientos de millones de personas en el curso de pocas décadas. Con las precauciones debidas y un análisis más profundo pendiente, La nación de la bandera roja debe ser en muchos sentidos respetada y de una vez por todas, quitada de un lenguaje mexicano despectivo que en poco aporta a enriquecer la relación bilateral y en mucho nos sofoca en ella. Con ignorancia, pocos mexicanos entienden la cultura alimenticia de nuestros hermanos orientales, simplemente porque no leemos ni cultivamos ese interés. China padeció probablemente junto a Rusia, las más grandes hambrunas de que se tengan memoria en el registro de la humanidad. Por décadas, las políticas fallidas de gobiernos como el de Mao, llevaron a nuestros amigos chinos a padecer hambre y muerte en cada rincón de su patria, y en la necesidad, la alimentación se convirtió en una obsesión permanente de familias que buscaban para ellas y sus hijos una sola cosa, sobrevivencia. La dieta de estas comunidades durante largos periodos de tiempo, se vio complementada con todo aquello que la naturaleza podía proveer, animales salvajes incluidos. Fue tal la necesidad y magnitud de la tragedia, que muchos de estos hábitos alimenticios permanecieron en la profundidad del alma y cultura de la nación de la gran muralla, porque no hay nada más humano que buscar alimento para los nuestros.

México, en muchas formas, es similar. La rica cabecita de cerdo, los famosos tacos de sesos, el molito de panza y los calditos de pata de gallina pueden parecer a ojos extranjeros algo salvaje e irracional. En ciertos lugares de nuestro México se siguen comiendo changuitos a las brasas, tortugas en su aceite, zarigüeyas, y todo lo que camina y anda. Lo más probable es que lo hagamos por las mismas razones que nuestros amigos chinos lo hacen, por un hambre y necesidad históricas, sin olvidar que nuestros ancestros también se echaban sus carnitas asadas de perritos mexicanos. Bueno tal vez esto último, en nuestra bendita ignorancia y sin saberlo, como diría el respetable, hasta unos taquitos de perro nos han tocado. Pero estos hábitos culinarios no son razón para ser llamados de forma despectiva, catalogados de las más bajas formas. El racismo por ninguna razón ni circunstancia es justificable. No existe ese derecho ni razón moral para hacerlo. Probablemente con los años estos hábitos cambiarán, pero hoy son lo que somos y como cualquier ser humano merecemos respeto.

China tiene mucho que enseñarnos, y también tenemos mucho que enseñarles a ellos. Podríamos ser un ejemplo de sensibilidad a sus circunstancias y solidarios al momento que están viviendo.

Como diría el clásico, por mi raza ladrará el espíritu, ¡perdón! hablará el espíritu. Racismo no, hermandad sí. El mundo la necesita. Bien haría México en estar un poquito más cerca de China.

La #TrumpNation. Díganme que me equivoqué. Díganmelo para pensar que despierto en un mundo mejor. Pero no, como lo dije hace algunas semanas, Mr. Trump está de regreso, reloaded. La democracia americana fue estirada a máximos nunca vistos, perdiendo su tan acariciada y patricia aspiración de ser el hogar de los valientes y la tierra de los libres. Leyes fueron corrompidas y varios senadores traspasados, en su ambición por una reelección necesaria pero no indispensable. La popularidad del Presidente es más persuasiva que la legalidad, solo Mitt Romney y uno que otro republicano salvaron la poca dignidad republicana. Y los demócratas ni se diga, apostaron al caballo equivocado terminando por fortalecer a su enemigo político. Ni la congresista Pelosi y su acto de romper el informe de gobierno, disminuyen el dolor de la contundente derrota. Mal y de malas.

Prepárense para ver el surgimiento de la #TrumpNation.

Es cuánto.

Twitter     @moronipineda

Facebook   Moroni Pineda

Email     moronipineda@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Moroni Pineda

Activista permanente. Participa en Consejos de educación estatales y municipales, Fundación Paisano, La iniciativa bilateral México-Estados Unidos, UNETE, Mexicanos Primero, Presidente del Consejo de Participación Social