El juego de Trump: ¿Qué hacer?

  • Jorge Calles Santillana
Trump ganó la primera partida: consiguió modificar la política de seguridad a cambio de nada

Uno. Mientras la semana pasada transcurrió entre temores y apuestas, ésta arranca con el anuncio de que Trump ha decidido poner en pausa los prometidos aranceles, bajo condiciones que modifican significativamente la política de seguridad de la presidenta Sheinbaum y refrendan abiertamente la capacidad del nuevo inquilino de la Casa Blanca para decidir el futuro de México

En los días anteriores, la conversación pública se movió entre la creencia plena de que Trump no se tentaría el corazón y dejaría caer la carga de los aranceles sobre nuestra economía, arrollándola, devastándola, y la posibilidad de que, de última hora, la medida se suspendiera por irracional y por resultar perjudicial, también, para la economía norteamericana. Y, ahora, esta semana, simula acuerdos de los que, nos dicen, salimos beneficiados. A pesar de que la falta de empatía y la soberbia de Trump son exhibidas sin tapujos, seguimos sin entenderlo. En esto, como en muchas cosas más, su liderazgo es muy parecido al de López Obrador.  

Trump juega con nosotros al gato y al ratón. Ése es su estilo negociador. Amenaza, aterra, insulta. Lleva sus exigencias al límite. Posteriormente, se muestra compasivo. La plática fue “amigable”, declaró la presidenta. Por supuesto. Luego de presionarla para que promueva un mayor control fronterizo con diez mil elementos de la Guardia Nacional —lo que frenaría buena parte del flujo de fentanilo— cede. De esa manera, le hizo sentir que salió airosa, que consiguió mucho en la negociación. La verdad es que no consiguió nada. Las relaciones comerciales seguirán rigiéndose bajo los mismos lineamientos que hasta ahora se habían venido rigiendo.  Sin embargo, la política de seguridad será diferente de ahora en adelante.

El gobierno de Sheinbaum entenderá, ahora, qué significa participar en el juego de “los otros datos”, desde una posición en la que nada se puede hacer, a pesar de la inexistencia e invalidez de los argumentos que se le esgrimen. Las cifras proporcionadas por la Secretaría de Seguridad durante estos meses, tanto de detenciones como de confiscaciones, no resultan creíbles para Trump. No es claro si el gobierno norteamericano maneja cifras o no, pero no es relevante bajo el esquema de las relaciones de fuerza existentes. No obstante, Trump podría tener razón.

Confiscar fentanilo y detener a miembros de las organizaciones criminales no significa que el trasiego hacia el norte se haya reducido y que la droga haya dejado de llegar y afectar a los estadounidenses. Lo único que evidencia es que se tenía información, se sabía qué pasaba, pero no había voluntad para actuar en contra de los cárteles. Esta partida la ganó Trump. A partir de ahora, no contarán las detenciones, ni la cantidad de droga arrebatada a quien usted quiera. Contarán las dosis que no lleguen a las calles de Estados Unidos. Contará la caída de la tasa de afectación del fentanilo en tierra estadounidense. Esos números los tendrá, inventará, manejará Trump. Esos serán, a partir de ahora, “los otros datos”. 

Dentro de un mes, cuando la imposición de los aranceles sea revisada, habrá que ver las cifras que maneje Trump, no Sheinbaum.  Si él no está satisfecho (como muy probablemente no lo estará) renovará el catálogo de exigencias que le planteará al gobierno mexicano. Habrá que ver, además, si habrá espacio para una nueva prórroga. Pero que no quede duda: en alguna ocasión impondrá los aranceles, así sea temporalmente. De lo contrario, su juego quedará exhibido y perderá credibilidad.

De esta manera, Trump le ha hecho ver a la presidenta Sheinbaum que a lo largo de estos cuatro años, será él quien dicte el ritmo de la relación bilateral en materias de seguridad, migración y comercio.

Dos. Trump no dejará de exigirle al gobierno de Sheinbaum. Esto deberán tenerlo claro ella y su equipo. Si su gobierno se torna reactivo, esto es, si se ocupa de atender, solamente, una a una las preocupaciones y solicitudes del gobierno estadounidense, podría desgastarse. Claudia Sheinbaum tiene frente a sí la posibilidad no sólo de adecuar las tácticas de su política de seguridad, sino de redefinirla, de llevarla a otro plano. No basta con detener sicarios, confiscar fentanilo, contener la mayor cantidad posible de la droga en la frontera y desmembrar laboratorios. Estas acciones serán insuficientes para detener el comercio de drogas y para poner freno al hostigamiento de Trump. Habrá que ir más allá.

Habrá que emprender acciones que conduzcan a recuperar los territorios y los campos de la actividad económica y política que ya están en poder del crimen organizado. Habrá que pacificar los estados en los que la dinámica de guerra gobierna la cotidianeidad de un número cada vez mayor de estados de la república, en los que no solamente se incrementa la percepción de inseguridad, sino que la actividad económica se frena al tiempo que crece entre la población una tendencia a reprochar y descalificar a sus autoridades.

Habrá, también, que evitar que las economías regionales formales queden cada vez más subsumidas a la economía ilegal. Para esto se requieren cuerpos de seguridad estatales y municipales fuertes, capacitados y con formaciones sólidas, de manera que surja en ellos un blindaje contra la corrupción. Y gobiernos estatales y municipales más consolidados, con mayores capacidades y recursos para fortalecer sus territorios.

Habrá, además, que desarmar y contener el creciente armamentismo del crimen organizado, fenómeno del que son más responsables las autoridades mexicanas que las empresas de armas norteamericanas. Tendría que realizarse una limpia profunda en las aduanas mexicanas para evitar el contrabando. En pocas palabras, Sheinbaum deberá buscar fortalecer a las instancias del Estado mexicano y frenar el proceso que nos está conduciendo a convertirnos en Estado fallido.

Sin duda, no es sencillo desandar las vías que desde tiempo atrás hemos estado siguiendo. Pero es necesario y urgente. Claudia deberá presentar políticas claras que demuestren que no solamente pretende satisfacer a Trump, sino que tiendan a redefinir nuestro rumbo. Si se dieran los primeros pasos, seguramente el entorno respondería favorablemente: habría interés en invertir en México y crecerían las posibilidades de que el Plan México dejara de ser una simple lista de buenos deseos

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Jorge Calles Santillana

Académico jubilado, interesado en la política y su socialización a través de los medios y las conversaciones públicas. Estudioso de las representaciones forjadas en la intersección de medios de comunicación, redes sociales, audiencias y prosumidores. Deportivamente, azul: Cruz Azul, Dodgers y Cowboys.