La derrama económica de los Juegos Olímpicos
- Eduardo Tovilla
Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 son considerados un modelo de éxito económico, ya que lograron un beneficio de 223 millones de dólares. Esto se debió a una cuidadosa gestión financiera, el uso de instalaciones ya existentes y la venta de derechos televisivos y patrocinios.
Sin embargo, las ediciones más recientes de este evento mundial han demostrado que también pueden generar pérdidas. En este espacio, yo, Eduardo Tovilla, analizaré algunos de estos casos antes de centrarme en la derrama económica de los Juegos Olímpicos París 2024.
No cabe duda, estos eventos deportivos representan una oportunidad única para las ciudades sede de generar ingresos significativos. Albergarlos implica inversión en infraestructura, turismo y creación de empleos. Sin embargo, esto sólo se logra con una planificación adecuada y una gestión eficiente de los recursos; de lo contrario, el impacto financiero puede ser negativo y profundo.
La inversión más importante que hacen los organizadores es en infraestructura. Las ciudades deben construir o renovar estadios, complejos deportivos y otras instalaciones necesarias para el evento. Esta inversión crea miles de empleos temporales y, en teoría, deja un legado de infraestructura útil para la ciudad. No obstante, esto puede convertirse en un problema, como lo fue para Grecia.
El costo total de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 superó los 15 mil millones de dólares, dejando al país con una gran deuda y varias instalaciones olímpicas abandonadas. La falta de planificación y el sobregasto contribuyeron a una crisis financiera que afectó al país durante años.
Por otro lado, los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 tuvieron un efecto contrario. La ciudad sacó el máximo provecho al evento. Se revitalizaron áreas descuidadas y se mejoró la infraestructura en general. Un caso de transformación urbana completa. Además, el evento atrajo inversiones extranjeras y disparó el turismo en los años posteriores, consolidando a Barcelona como un destino turístico global.
Quienes visitan las ciudades sede gastan en alojamiento, transporte, comida y entretenimiento, lo cual provoca una derrama económica inmediata en el sector servicios. Por ejemplo, los Juegos Olímpicos de Londres 2012 atrajeron a más de 10 millones de turistas, hecho que dinamizó la economía local y dejó una imagen positiva de la ciudad en la mente de millones.
En Brasil, en 2016, el gobierno operó de manera deficiente. A pesar de que hubo inversiones en infraestructura, muchas fueron infructíferas. La ciudad enfrentó problemas de sobrecostos, instalaciones subutilizadas y un impacto social negativo en las comunidades desplazadas. Al final, el evento dejó al país con más desafíos económicos que beneficios.
Un desastre económico que pudo haber sido evitado fue el de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. A pesar del desafío sanitario, el gobierno hizo una inversión arriesgada. El costo total superó los 15 mil millones de dólares, en gran parte debido a los retrasos y las medidas de seguridad adicionales. Aunque Japón intentó minimizar las pérdidas, la falta de turismo y los ingresos reducidos hicieron que el impacto económico fuera mucho menor de lo esperado.
Juegos Olímpicos París 2024
Con la clausura de los Juegos Olímpicos de París 2024, la ciudad ha vivido semanas intensas que dejan un balance económico que invita a la reflexión. A pesar de las expectativas iniciales de que el evento serviría como un impulso económico en tiempos de inflación y crisis, la realidad parece más compleja.
Es evidente que una de las mayores apuestas de las sedes radica en el turismo. Esto se debe no sólo a la presencia de los mejores atletas del mundo en diversas disciplinas, sino también a la asistencia de otros famosos. En marzo de este año, se pronosticó la presencia de figuras como LeBron James, Novak Djokovic, Lionel Messi y Kylian Mbappé en los Juegos Olímpicos París 2024. Sin embargo, los elevados precios de las entradas, que alcanzaron un mínimo de 2,700 euros para la ceremonia de apertura, y el aumento en los costos de alojamiento, han generado descontento entre los parisinos y han limitado el acceso del público local al espectáculo.
Por otro lado, el impacto en el empleo no ha sido tan positivo como se anticipaba. Aunque se generaron más de 181,000 empleos, muchos de estos eran ya existentes o no remunerados, como los 45,000 voluntarios. Como resultado, el efecto real en la economía local ha sido limitado, pues la creación de empleos permanentes no se ha materializado en la medida esperada.
No obstante, se espera que ya concluido el evento, París se quede con un legado que va más allá del deporte. La Villa Olímpica, que albergó a miles de atletas, se transformará en un nuevo barrio residencial, y las mejoras en el transporte público seguirán beneficiando a los residentes por años. Es lo menos que se espera para una capital que con un presupuesto de 8,000 millones de euros, convirtió los Juegos Olímpicos en un escaparate mundial del deporte.
—Entonces, Eduardo Tovilla, ¿qué piensas de todo esto? —A mi parecer, los Juegos Olímpicos tienen el potencial de transformar económica y socialmente a las ciudades que los organizan, pero esto sólo se logra si los eventos se planifican y ejecutan con cuidado. Particularmente, me sigue llamando la atención que las ciudades sede no aprendan de las lecciones de las ediciones pasadas. La derrama económica puede ser tanto una bendición como una maldición, dependiendo de la preparación y la visión a largo plazo de los organizadores. Además, me gustaría agregar algo más en relación con el papel que juega el Comité Olímpico Internacional (COI).
El beneficio récord que sacaron los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 tuvo lugar en un contexto muy particular: la ciudad era la única candidata para sede, así que pudo obtener requisitos menos estrictos del COI, como el derecho a utilizar infraestructuras ya existentes en lugar de construir otras nuevas.
Bajo esta idea, es importante reflexionar sobre el rol del comité en la dinámica de los juegos. Si bien su objetivo es promover el deporte y la unidad global, sus exigencias y políticas pueden imponer cargas significativas a las ciudades anfitrionas. Volviendo al caso de Los Ángeles 1984, destaca cómo la flexibilidad y la adaptación a las circunstancias pueden marcar la diferencia entre un legado positivo y uno de deuda y abandono. Tal vez es momento de que el COI reevalúe sus requisitos y su disposición a compartir riesgos para que el verdadero espíritu olímpico beneficie tanto a las ciudades como a sus habitantes.
Con miras a Los Ángeles 2028, las expectativas son altas. Con instalaciones de primer nivel y universidades de renombre listas para recibir a los atletas, todo apunta a que será una experiencia increíble. Además, siendo una ciudad tan innovadora, seguro encontrarán formas creativas de resolver retos como el tráfico, así que es probable que estos Juegos Olímpicos nos dejen más de una sorpresa.
Opinion para Interiores:
Anteriores
Economista egresado del ITAM y maestro en Administración de Negocios por la Universidad de las Américas Puebla. De 1995 a 2019 se desempeñó como funcionario público. Su conexión con el pádel se fusiona con una exitosa carrera empresarial y su compromiso filantrópico.