¡Todo por una nogada!

  • Alejandra Fonseca
No comió por chile, comió por hora: con los ojos cerrados se regocijaba a cada bocado

No lo pensó dos veces. Dejó la casa levantada recién se despertó. Preparó el desayuno de su familia y lo puso sobre la mesa para que cuando se levantaran no tuvieran problema en preparar lo que les apetecía. Nada era de recalentar, lo que le dio tranquilidad porque su mamá ya no puede estar frente a la estufa, y sus hijos, acostumbrados a que ella los atienda, no son buenos para recalentar aún en el microondas. Le encargó a su hermana, que vive a dos casas, que le echara un ojito a su madre porque ella tenía que ir a un mandado.

Estaba emocionada. Dejó limpio el patio y barrida la entrada por cualquier visita que llegara de improviso, ya que al salir ella temprano y la familia aún dormida, no quería que la criticaran.

Se bañó rapidito. Había sacado su ropa desde el día anterior para no hacer ruido al abrir el clóset y buscar sus zapatos. El día pintaba soleado por lo que decidió llevar un ligero rebozo para el regreso por la tarde. Se vistió y calzó en el mayor de los silencios posibles y tan pronto tomó su bolsa, ¡patitas pa' qué las quiero!

Y ahora sí, sin importar el ruido de los taconazos, se apresuró a caminar para tomar el  camión, que la llevaría a casa de otra hermana que la había invitado, días antes, a comer un chile en nogada.

La emoción se la comía por dentro: la hermana le había tomado fotos a los chiles en nogada que estaba preparando y se las había mandado por juasap: se los comía con la mirada. De medio kilo cada uno, preparados con receta tradicional, con trabajo manual de pelar nueces, cortar plátanos manzanas, duraznos, almendras y pasitas, preparar la carne, asar los chiles poblanos, -que no los chinos-, rellenarlos, capearlos y formarlos sobre papel estraza para que absorba el aceite.

"Te voy avisando por dónde voy para que vayas por mí a la parada de siempre", le escribió. Así calle por calle, parada por parada le iba informando que se acercaba peligrosamente para llegar a devorar su chile que le prometió con doble nogada.

Llegó a la parada del camión y "al poco chico rato" como ella dice, llegó su hermana por ella. Se dirigieron a su casa y no podía disimular que le urgía comerse su chile. Su hermana esquiva preguntó: "¿Qué quieres hacer?" y ella, para no verse tan ansiosa, respondió. "Lo que quieras, ya sabes que vengo a ayudarte en lo que pueda."

-¿Quieres de una vez comerte tu chile?, mustia preguntó la hermana.
-Pues sí, preferiría para tener más tiempo para ayudarte después, respondió ella.

Las dos rieron en complicidad.

La hermana le calentó el chile de medio kilo, le trajo su doble ración de nogada y se sentó a verla disfrutar cómo preparaba y cómo se comía su chile: echar la nogada, el perejil y la granada.

No comió por chile, comió por hora: con los ojos cerrados se regocijaba a cada bocado, masticando con parsimonia. Mojaba en la nogada los pedazos de bolillo recién salido del horno, tomando de a poco el chile ya partido.

¡Un agasajo verla gozar sus sagrados alimentos!, y después de reposar un poco la comida, se aplicaron a levantar mesa, lavar platos, barrer cocina, ordenar casa y, al poco chico rato, regresar a su casa.

¡Todo por una nogada!

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes